En la toma de posesión (2016), como presidente del Gobierno en la Zarzuela, Mariano Rajoy juró el cargo colocando la mano izquierda sobre la Biblia y la derecha sobre la Constitución Española, teniendo como testigo del acto el Crucifijo. Lo mismo hicieron once de los trece ministros de su Gabinete unos días después.
La Biblia estaba abierta, por el capítulo 30 del libro de los Números, que regula lo referente a los votos o juramentos y contiene las normas relativas a los votos de las mujeres y que son fiel reflejo de una sociedad en la que las mujeres ocupaban una posición subalterna. El texto establece que un voto hecho por una mujer está siempre sujeto a la autoridad del varón, salvo en el caso de que sea viuda o haya sido repudiada, es decir, cuando no haya ningún varón que se hiciere responsable de ella. Si la mujer es soltera y el padre desaprueba el voto o juramento, no puede cumplirlo. Solo si el padre da su pláceme, tiene que llevarlo a la práctica. Si una mujer está casada y hace un voto, está obligada a cumplirlo si el marido no lo objeta; si este no lo autoriza, tampoco debe cumplirlo.