
Así fue. Así ocurrió. Así me lo contaron: Desde tiempos inmemoriales, las costas de Chipiona, en Cádiz, han estado envueltas en un aura de misterio. Sus playas, iluminadas por la suave luz de la luna, susurran secretos ancestrales ocultos entre las olas que rompen delicadamente en la orilla. En este pueblo gaditano, persiste una leyenda que pocos se atreven a mencionar en voz alta: la presencia de los cambiantes.

Los cambiantes, seres mitológicos que han resistido el paso del tiempo, son criaturas con la habilidad de metamorfosearse a voluntad. Si bien han sido parte del folclore de diversas culturas, con el tiempo su creencia ha disminuido, pero aún perviven en los rincones más recónditos de la imaginación de aquellos que se aventuran a explorar lo desconocido. Impulsado por mi curiosidad y mi deseo de desentrañar el misterio, me dirigí a Chipiona, dispuesto a sumergirme en las leyendas que sus vientos salados susurran.

Era una noche cálida de julio, con el cielo adornado por destellantes estrellas, cuando decidí pasear la playa desierta. La brisa marina acariciaba mi rostro mientras mis pies se hundían en la húmeda arena. En el aire se respiraba una sensación de expectación, como si los susurros de los antiguos hubieran dejado una huella palpable en el entorno.

Caminaba dejando que mis pensamientos se perdieran en la sinfonía de las olas rompiendo a lo lejos. Fue entonces cuando, de la nada, emergió una figura oscura en la distancia. Mis sentidos se agudizaron mientras observaba cómo esta figura se movía con una gracia sobrenatural.

A medida que me acercaba, pude distinguir los detalles de una silueta humana que parecía fluida, como si estuviera compuesta por sombras danzantes. La luz de la luna revelaba contornos que desafiaban las leyes de la realidad. Me quedé paralizado, fascinado y temeroso, preguntándome si me encontraba frente a un cambiante, un ser de mito o realidad.

“Saludos, alma curiosa”, resonó una voz suave y melodiosa, pero llena de sabiduría. La figura se volteó, revelando un rostro en el que la luz de la luna se reflejaba en unos profundos y misteriosos ojos..
“¿Eres tú un cambiante?” Pregunté, sin poder evitar que mi voz temblara ligeramente.

La figura sonrió, una sonrisa que parecía contener siglos de secretos. “Sí, soy un cambiante, un ser que ha observado los altibajos de la humanidad a lo largo de los siglos”. Las palabras resonaron en el aire, cargadas de una resonancia que hizo eco en lo más profundo de mi ser. Mis pensamientos se mezclaban con las olas del mar mientras la criatura frente a mí se desdibujaba y transformaba ante mis ojos.

“Los cambiantes han sido testigos de la humanidad en sus momentos más oscuros y luminosos”, continuó, adoptando ahora la forma de una majestuosa ave que se elevaba en el cielo nocturno. “Somos observadores, custodios de la historia que se oculta en los pliegues del tiempo”.

La revelación me envolvía como una bruma mágica, permitiendo que la realidad se desvaneciera ante la presencia de esta criatura mitológica. ¿Acaso estaba soñando? Sin embargo, la sensación de la arena bajo mis pies y el sonido del mar chocando con la costa eran demasiado tangibles para ser una ilusión.

A medida que hablaba, la playa parecía transformarse a mi alrededor, revelando imágenes de eventos históricos entrelazados con la realidad actual. La historia se desplegaba como un pergamino, mostrando las decisiones que habían llevado al mundo a donde se encontraba hoy.

“¿Por qué has decidido revelarte ante mí?” Pregunté, sintiendo la urgencia de comprender el propósito de este encuentro sobrenatural.

El cambiante volvió a adoptar la forma humana, sus ojos fijos en los míos. “La humanidad se encuentra en un momento crucial de su historia. La fragilidad de su existencia se refleja en cada elección, en cada paso que da. Quería recordarte la conexión entre el pasado, el presente y el futuro”.

Cuando el amanecer tiñó el cielo con tonos cálidos, el cambiante se despidió con un gesto enigmático. “Recuerda, la realidad es más maleable de lo que crees. La verdad reside en la percepción y en la elección”.

Con esas palabras, la figura se disolvió en la brisa marina, dejándome solo en la playa desierta. Mientras observaba el amanecer, las lecciones de la noche resonaban en mi ser como una melodía ancestral. La magia de los cambiantes y las costas de Chipiona se habían entrelazado, recordándome la importancia de comprender nuestro pasado para moldear nuestro futuro.

Aunque los cambiantes puedan parecer criaturas de mitos y leyendas, su mensaje perdura como una llama en la oscuridad, recordándonos que la realidad es tan maleable como la arena entre nuestros dedos, y que nuestras elecciones pueden esculpir el curso de la historia y de la vida misma.
