El Hammam Oculto de Jerez de la Frontera

Así fue. Así ocurrió. Así me lo contaron: Bajo el sol ardiente que iluminaba los campos, la ciudad prosperaba como un oasis de saber y arte. Los ecos de cánticos, el sonido de los artesanos y el tintineo de monedas llenaban el aire, pero bajo este esplendor se ocultaba uno de los secretos más antiguos en al-Ándalus.

Aisha, una curandera de diecisiete años con cabellos de azabache y ojos estrellados, buscaba hierbas en las afueras de Jerez de la Frontera, aprendiendo a sanar tanto el cuerpo como el alma. Un día, un destello entre las raíces de un viejo olivo la atrajo: era una piedra con inscripciones desconocidas. Al moverla, descubrió una entrada oculta que la llevó a un túnel oscuro, guiada por el susurro de un agua invisible.

El Hammam era una caverna deslumbrante, llena de mármoles, mosaicos intrincados y piscinas que brillaban bajo la luz tenue de lámparas de aceite. Aisha se maravilló ante los símbolos en las paredes, que representaban constelaciones y geometrías imposibles.

Su asombro fue interrumpido por Zayed, el guardián del Hammam, un hombre de mirada severa y cicatriz en el rostro, que parecía surgir de las sombras. Aunque inicialmente amenazador, la determinación de Aisha despertó su curiosidad.

Aisha comenzó a visitar el Hammam en secreto, y Zayed, aunque renuente al principio, decidió ayudarla. Juntos descifraron los textos en las paredes, escritos en árabe, latín y símbolos místicos, descubriendo un ritual que prometía la inmortalidad a un alto precio: el sacrificio de un alma.

Mientras tanto, Abén Abit, el último rey de Jerez, obsesionado con la inmortalidad, consultaba astrólogos y alquimistas sin éxito. Cuando oyó hablar del Hammam, lo vio como la solución a su desesperación.

Zayed se enfrentó a un dilema: Abén Abit exigía conocer los secretos del Hammam. Sin embargo, Zayed dudaba, sabiendo de la ambición desmedida del rey y de sus sentimientos por Aisha, que complicaban su lealtad. Aisha, por su parte, sentía el peso de una decisión crítica: el conocimiento adquirido podría cambiar el destino de Jerez de la Frontera, pero también destruirlo.

Finalmente, el rey entró al Hammam, acompañado por Zayed y Aisha. En una sala circular, los mosaicos parecían girar, y una piscina de agua cristalina reflejaba un cielo estrellado inexistente. Abén Abit comenzó el ritual, recitando palabras de un idioma olvidado, mientras Zayed y Aisha intentaban detenerlo. Cegado por su ambición, el rey continuó hasta que el agua se oscureció y una sombra emergió de sus profundidades.

El Hammam quedó sellado tras el ritual. Aisha y Zayed fueron los únicos en salir con vida; Abén Abit desapareció, junto con su ambición. Sin embargo, la sombra de lo ocurrido los persiguió por siempre.

La leyenda del Hamman se convirtió en un murmullo en las calles de Jerez, recordando que hay secretos que deben permanecer ocultos y que la búsqueda de la inmortalidad siempre tiene un precio.

Aisha y Zayed, unidos por un amor nacido en las sombras, juraron proteger el conocimiento descubierto, conscientes de que el pasado nunca deja de acechar.