El Poder del Cho Ku Rei: la Luz Interior en Arcos de la Frontera

Así fue. Así ocurrió. Así me lo contaron: La noche caía sobre Arcos de la Frontera como un manto de terciopelo negro salpicado de luces difusas. La villa, encaramada en un risco, se convertía en un laberinto de sombras. Las estrechas calles flanqueadas por casonas encaladas parecían conspirar para atrapar a cualquiera que osara aventurarse en ellas.

Alba Díaz, una terapeuta energética que había llegado desde Bilbao huyendo de un pasado que prefería no recordar, se encontraba frente a una de las más antiguas casonas del lugar. Era una construcción de tres siglos, abandonada y envuelta en leyendas de tragedias familiares. Lo que había atraído a Alba no eran las historias de fantasmas, sino el símbolo que había visto en su sueño: un espiral perfecto trazado con un giro hacia el infinito.

Cho Ku Rei— susurró, sintiendo un escalofrío en la espalda. En su sueño, el símbolo flotaba rodeado de un resplandor dorado. Una voz sin cuerpo le había dicho que aquí encontraría respuestas que su corazón buscaba sin saberlo.

Alba cerró los ojos y comenzó a trazar el Cho Ku Rei en el aire. Cada movimiento parecía cargar la atmósfera de una energía densa. Aunque el símbolo siempre le había transmitido paz, esta vez evocaba una mezcla de expectativa y amenaza.

¿Señorita? ¿Se encuentra bien?— preguntó un anciano.
Estoy bien, gracias. Solo… meditando.
El hombre ladeó la cabeza.
Ese símbolo. Es antiguo. Más antiguo de lo que usted cree.

Alba sintió un nudo en el estómago.
¿Lo conoce?
Aquí lo llamamos la Marca del Susurro. Quien lo traza sin preparación despierta fuerzas que no puede controlar.
¿Qué clase de fuerzas?
Las que moran entre este mundo y el otro.

Esa noche, en su habitación, Alba intentó calmar su mente. Sacó su cuaderno y escribió sobre el Cho Ku Rei, pero un sonido la interrumpió. Era como si el viento hablara a través de las ventanas, pero al levantarse, no había brisa. El susurro creció en intensidad, convirtiéndose en palabras incomprensibles.

¿Quién está ahí? — preguntó.
La vela parpadeó y la llama adoptó una forma espiralada antes de extinguirse. La oscuridad la envolvió.

En medio de la negrura, un destello dorado emergió: el Cho Ku Rei flotaba ante ella. Sin pensarlo, extendió la mano hacia él. Al tocarlo, un torrente de sensaciones la inundó: miedo, esperanza y un amor infinito.

Cuando recobró el sentido, estaba en una sala iluminada por una luz dorada. Frente a ella había una mujer de cabello negro y ojos que parecían contener galaxias.

Has sido llamada, Alba Díaz.
¿Llamada? ¿Por quién? — preguntó.
Por el universo. El Cho Ku Rei es más que un símbolo; es una llave.
Alba sintió un nudo en la garganta.
¿Por qué yo?
Porque llevas tiempo huyendo. Es hora de enfrentar tus miedos. El símbolo te guiará.

La mujer desapareció y la sala se desvaneció. En los días siguientes, Alba notó cambios en su percepción. Podía sentir emociones con claridad inquietante y comenzaron a suceder cosas extrañas.

Una noche, incapaz de soportar más, regresó a la casona. Con una linterna y el símbolo en mente, entró. El aire estaba denso y cargado de una presencia. En el centro de la sala, trazó el Cho Ku Rei. Al completar el espiral, un portal de luz dorada se abrió ante ella.

Lo que encontró fue un paisaje de energía pura, donde lo posible y lo imposible coexistían. Comprendió que el poder del universo no estaba en lo que podía controlar, sino en lo que estaba dispuesta a aceptar.

Cuando regresó, ya no era la misma. Había enfrentado sus miedos y la luz dorada del Cho Ku Rei brillaba dentro de ella, iluminando incluso los rincones más oscuros de su alma.