
Así fue. Así ocurrió. Así me lo contaron: La luz del teléfono iluminaba el rostro de Marta en la penumbra de su habitación. Cansada, seguía el flujo interminable de imágenes en la pantalla. Era medianoche y mañana tenía un examen, pero no podía dejar de deslizar el dedo, buscando ese último estímulo.

De repente, una notificación apareció: «¡Felicidades! Has alcanzado las 10 horas de uso diario». Marta parpadeó, sorprendida. ¿Diez horas? Imposible.

Con un suspiro, dejó caer el dispositivo sobre la cama. Intentó recordar lo que había estudiado, pero su mente parecía incapaz de retener información. «Solo una mirada más», se dijo, volviendo a coger el teléfono. Así, se sumergió de nuevo en el abismo digital.

La mañana llegó demasiado pronto. El examen fue un desastre; las preguntas se burlaban de su incapacidad para recordar datos. Mientras salía del aula, su teléfono vibró con un mensaje de su amiga Laura: «¿Nos vemos en la cafetería?».

Parte de ella quería encerrarse en casa, pero algo la empujó a aceptar.
La cafetería estaba llena de estudiantes con la mirada fija en sus dispositivos. Marta se sentó frente a Laura, quien no tenía el teléfono a la vista. «¿Y tu móvil?» preguntó Marta.

«Lo he dejado en casa. Estoy haciendo un experimento», respondió Laura.
«¿Un experimento?»
«Llevo una semana sin redes sociales y no te vas a creer lo que he descubierto». Laura le habló sobre los cambios que había experimentado: mayor concentración y sueños más vívidos. Marta sintió miedo al pensar que las redes sociales estaban afectando su mente.

Laura le pasó un papel con una dirección garabateada: «Un grupo de personas que están despertando». Esa noche, Marta se encontró frente a un viejo edificio donde Laura la recibió. El sótano estaba lleno de personas sentadas en círculo. Un hombre mayor, el Dr. Ramírez, hablaba sobre cómo las corporaciones tecnológicas manipulaban nuestro «Brain Root».

Lo llaman ‘Brain Rot’, una epidemia silenciosa que disminuye nuestra capacidad de pensar críticamente», explicó el Dr. Ramírez. Marta sintió un escalofrío; todo resonaba con su experiencia. La reunión continuó con estrategias para «desintoxicarse». Al salir, Laura le comentó: «Creo que necesito saber más».

En los días siguientes, Marta se dedicó a investigar sobre neuroplasticidad y adicción tecnológica, reduciendo poco a poco su uso de redes sociales. Con el tiempo, empezó a notar cambios; su mente se aclaraba y sus calificaciones mejoraban.

Un día, recibió un mensaje encriptado de Laura: «Hemos descubierto algo grande. Reúnete conmigo». Al llegar al viejo edificio, se encontró con el lugar vacío y señales de haber sido registrado apresuradamente. Un papel arrugado decía: «M, estamos en peligro. Busca al Guardián en la Torre del Reloj». Con manos temblorosas, salió a la calle sintiendo que cada sombra ocultaba un enemigo.

En la Torre del Reloj conoció al Guardián, quien le advirtió que TechMind había descubierto su grupo y estaba tomando medidas. Antes de que pudiera explicar más, oyeron pasos apresurados. «Nos han encontrado. ¡Corre!» gritó el Guardián. Marta lo siguió a través de calles estrechas hasta llegar a una puerta oculta. «Entra», urgió el Guardián antes de cerrar la puerta tras ella.

Marta llegó a un laboratorio subterráneo donde conoció a la Dra. Chen, quien le explicó que TechMind había desarrollado una inteligencia artificial llamada ‘Nexus’ para controlar las redes neuronales humanas. «Es una combinación de neurotecnología avanzada y manipulación psicológica», dijo la Dra. Chen. «Nexus puede reprogramar el cerebro humano a través de las redes sociales».

Marta se sintió abrumada por lo que estaba descubriendo y preguntó qué podían hacer para detenerlo. La Dra. Chen le respondió que necesitaban su experiencia reciente con las redes sociales para encontrar una forma de desactivarlo.

Así comenzó una nueva etapa en la vida de Marta; trabajando junto a la Dra. Chen para desentrañar los secretos de Nexus y encontrar una solución antes de que fuera demasiado tarde.

