
Así fue. Así ocurrió. Así me lo contaron: El Bosque, un pequeño pueblo en las faldas de la Sierra de Grazalema, es un lugar pintoresco. Sus casas y el murmullo del río Majaceite crean una atmósfera de paz. Sin embargo, bajo esa apariencia idílica, se oculta algo oscuro que los habitantes prefieren no mencionar, salvo en susurros cuando el viento sopla frío y la luna brilla intensamente.

El río Majaceite, con sus aguas cristalinas, es el alma del pueblo, pero también el escenario de una leyenda que atormenta a generaciones: la de “La Llorona Loca”. Dicen que, en noches de luna llena, una mujer vestida de blanco aparece junto al río, llorando desconsoladamente. Su llanto es tan desgarrador que quien lo escucha queda marcado para siempre.

Laura, una joven pragmática, llega a El Bosque para escribir un artículo sobre las leyendas locales. A pesar de su mirada inquisitiva y mente analítica, arrastra un pasado oscuro: la muerte de su hermano ahogado en un río cuando era niña. Desde entonces, el agua le provoca una mezcla de fascinación y terror.

Miguel, el dueño de la posada donde Laura se hospeda, es taciturno y reservado. Conoce la leyenda de La Llorona, pero se niega a hablar de ella. Cada vez que Laura menciona el tema, su rostro se endurece y cambia de conversación.

Carmen, una anciana del pueblo, es la única dispuesta a hablar. Con ojos velados por las cataratas, cuenta la historia: “La Llorona no es solo una leyenda. Es una maldición que acecha este pueblo.” La historia de Inés, una joven que ahogó a su bebé en el río y luego se quitó la vida, revela que su alma no descansa. “Su llanto es el sonido del río en las noches de luna llena,” dice Carmen.

Laura, escéptica, siente un escalofrío y decide investigar. Esa noche, camina junto al río, tratando de convencerse de que todo es una leyenda. Sin embargo, el aire está cargado de energía extraña, como si el bosque contuviera la respiración.

De repente, escucha un llanto lastimoso. Es un sonido que atraviesa el alma. Laura siente que su corazón late con fuerza, pero no puede moverse. “¿Has visto a mi hijo?” La voz es suave, casi un susurro, pero llena de dolor. Laura gira y ve a una figura vestida de blanco, con el cabello largo y negro, flotando sobre el agua.

La Llorona se acerca, extendiendo una mano espectral, cuando un grito fuerte rompe el hechizo. Es Miguel, que ha salido a buscar a Laura. La Llorona desaparece, pero su llanto sigue resonando en la noche.

Miguel lleva a Laura de regreso a la posada. “No deberías haber ido,” le dice. Al día siguiente, decide abandonar el pueblo, pero antes visita el río una última vez. Al regresar a casa, intenta olvidar lo vivido, pero en las noches de luna llena, cuando el viento sopla frío, escucha un llanto que parece venir de muy lejos. Y sabe que, junto al río Majaceite, La Llorona sigue buscando a su hijo.

