Cripto-Fenicia Cádiz

 

Así fue. Así ocurrió. Así me lo contaron: La brisa salina de Cádiz acariciaba suavemente las estrechas callejuelas del casco antiguo, mientras las olas chocaban contra las piedras del malecón. La ciudad, con sus fachadas y farolas alargadas, guardaba más secretos de los que la luz del sol podía desvelar. Esa noche, el aire estaba impregnado de algo más que humedad y salitre. Un susurro en la oscuridad anunciaba que algo estaba a punto de cambiar.

Alfonso Ríos, un programador retirado y aficionado a las criptomonedas, caminaba por la plaza de San Juan de Dios con las manos en los bolsillos y la mente atrapada en un laberinto de pensamientos. Su vida había sido una montaña rusa de éxitos y fracasos financieros, marcada por la volatilidad de Bitcoin. Después de perder casi todo en una mala inversión, había regresado a Cádiz para reconstruir su vida.

Se detuvo frente a una vieja taberna llamada El Faro, donde las conversaciones y el tintineo de copas se mezclaban con la música de una guitarra flamenca. Entró y se dirigió al fondo, donde solía sentarse. Pidió un fino y sacó su teléfono, revisando por inercia la cotización de Bitcoin. Otra caída más. Suspiró, pero algo captó su atención.

Un hombre mayor, vestido con una chaqueta de lino blanca y una gorra de marinero, lo observaba desde la mesa de enfrente. Sus ojos, de un azul desvaído, parecían atravesar la penumbra. Se acercó con una sonrisa torcida. —No es buena idea mirar las cotizaciones a estas horas —dijo—. El mercado es tan impredecible como el viento de levante.

Alfonso lo miró con recelo. —¿Nos conocemos?No, pero sé lo que buscas —respondió el hombre, sacando una vieja moneda de cobre y colocándola sobre la mesa—. ¿Te interesa una oportunidad que podría cambiarlo todo?

Alfonso frunció el ceño ante la moneda, que mostraba el logo de Bitcoin rodeado por caracteres antiguos. —¿De dónde has sacado esto?

En una época en que Cádiz era un centro de comercio que trascendía lo tangible, susurró, esta moneda es la clave para desentrañar una tecnología que, aunque algunos creen que es nueva, tiene sus raíces en el pasado.

Alfonso sintió que su corazón latía con fuerza en la garganta, y preguntó con curiosidad: —¿Qué significa esto? La respuesta no se hizo esperar: —El blockchain, lejos de ser un concepto moderno, es un sistema concebido hace milenios, inspirado en las redes fenicias que operaban bajo principios de transacciones seguras y confianza descentralizada. Esta moneda prueba que el blockchain fue redescubierto, no inventado.

¿Por qué me cuentas esto?, preguntó Alfonso, y la respuesta fue: —Porque hay quienes quieren controlar este conocimiento, y si logras descifrar el mensaje oculto en esta moneda, podrías acceder a un sistema económico que trasciende las fronteras digitales; sin embargo, ten cuidado, porque hay otros que también lo buscan.

Antes de que Alfonso pudiera responder, el hombre se levantó y le dijo: —Encuentra a Salma, ella tiene las respuestas que necesitas.

Alfonso guardó la moneda en su bolsillo y salió a la calle, donde la noche se había vuelto más oscura. Llegó a la casa antigua de Salma, cerca de La Caleta, y llamó a la puerta. Una mujer de piel morena y ojos verdes lo recibió, y le dijo: —Te estaba esperando, dejándolo entrar. La casa olía a incienso y salvia, con mapas antiguos en las paredes.

Salma tomó la moneda y la sostuvo bajo la luz de una lámpara de aceite, y susurró: —Esto… es auténtico. Si desciframos este código, podríamos acceder a una red oculta que ha estado latente durante siglos. Un ruido en la calle hizo que ambos miraran hacia la ventana, y vieron sombras moviéndose en el callejón. —Nos han seguido, dijo Salma, corre, nos queda poco tiempo.

Alfonso salió por la puerta trasera, corriendo hacia el malecón, con las sombras siguiéndolo. La moneda ardía en su mano, y comprendió que no solo estaba huyendo de sus perseguidores, sino que también estaba corriendo hacia la verdad. Si la red fenicia y el blockchain eran, en efecto, dos caras de la misma moneda, entonces el futuro de la economía —y quizás, incluso, del mundo en sí— dependía de que lograra descifrar el enigma antes de que las sombras lo alcanzaran, lo que agregaba una capa de complejidad y urgencia a la situación.