
Así fue. Así ocurrió. Así me lo contaron: María había pasado semanas revisando papeles y recuerdos tras la muerte de su abuelo, Don Alejandro. Entre libros antiguos y sellos, encontró una caja de madera oscura con símbolos extraños y un candado de latón. Una tarde lluviosa, decidió abrirla. Dentro había un mazo de cartas desgastadas con ilustraciones inquietantes: Control de los Medios, Catástrofe Global, Manipulación Económica, Sociedades Secretas. En la tapa se leía en tinta dorada: «Illuminati: Nuevo Orden Mundial.»

María, estudiante de antropología en la Universidad Complutense, reconoció el simbolismo de las cartas. Algunas mostraban torres colapsando, pandemias y líderes en sombras. ¿Qué había querido decirle su abuelo al dejarle esto? Investigando, descubrió que el juego fue creado en los 80, rodeado de teorías conspirativas. Las coincidencias entre las cartas y eventos históricos —atentados, crisis financieras, catástrofes naturales— eran demasiado precisas para ser casualidad.

Una noche, una carta llamó su atención: La Elección Final, que mostraba a una figura femenina con una balanza y una daga sobre una ciudad en ruinas. En la inscripción se leía: «Cuando las piezas estén en su sitio, la elegida deberá tomar una decisión.» Un escalofrío la recorrió.

Decidió jugar siguiendo las reglas del juego. Al colocar las cartas sobre la mesa, las piezas encajaban de manera inquietante: Manipulación Económica junto a Control de los Medios, reflejando la geopolítica actual. De repente, las luces parpadearon y una sombra emergió del centro de la mesa.

—Bienvenida al Juego. María sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. Al abrir los ojos, estaba en un vasto salón gótico rodeada de figuras encapuchadas. —María, la elegida, el juego ha comenzado. Fue llevada ante los Gnomos de Zúrich, que le ofrecieron poder económico; luego ante los Illuminati, que le prometieron el control de la información. Finalmente, La Mano Negra le instó a destruir el orden establecido. Cada facción exigía lealtad absoluta.

María descubrió que su abuelo había sido miembro de una sociedad secreta y que el juego era un mapa codificado de las verdaderas estructuras de poder. Don Alejandro había intentado protegerla, pero ahora las piezas estaban en su sitio, y ella era la heredera de un linaje de guardianes. —El conocimiento es poder, pero el poder corrompe —le había advertido su abuelo.

En el corazón de la cámara, las facciones aguardaban su decisión. Unirse a una de ellas o enfrentar el caos. Pero María eligió un camino inesperado: —No elegiré entre el control y la destrucción —dijo—. Crearé mi propio orden, basado en la transparencia y el conocimiento.

Formó una nueva sociedad uniendo seguidores de cada facción. El antiguo sistema colapsó, los líderes ocultos fueron expuestos y la información se convirtió en una fuerza liberadora. Meses después, el mundo había cambiado, pero el equilibrio era frágil. María sabía que el poder se regenera bajo nuevas formas, así que debía estar preparada.

Sentada en su escritorio, vio la caja abierta. Había aparecido una nueva carta: El Nuevo Orden. Mostraba una figura femenina con una balanza y una antorcha frente a un horizonte incierto. —Este no es el final —susurró—. Es solo el comienzo de otro juego.

La luz del atardecer iluminaba la caja mientras la sombra de su reflejo danzaba sobre la mesa. El futuro estaba lleno de posibilidades.

