En el Centro de Visitantes del Parque Natural Bahía de Cádiz nos encontramos con un peculiar y singular laberinto, es el llamado “El laberinto de las Salinas”
El laberinto como construcción y símbolo está presente en muchas tradiciones culturales de la humanidad, la historia milenaria de este elemento revela la fascinación que siempre ha despertado en el hombre porque, de algún modo, le habla de la condición humana: existen infinitas situaciones en las que es fácil entrar pero de las que es difícil salir.
Los laberintos tienen diversidad de formas y composición. Hasta nuestros días se han conservado galerías intrincadas y complejas, caminos por cuevas, laberintos arquitectónicos sobre sepulturas, planes sinuosos en las paredes o pisos, marcados con mármol de color o con tejas, senderos tortuosos en el terreno y sinuosidades en el relieve de las rocas.
Con dibujos de laberintos se adornaban las vestiduras de los emperadores cristianos hasta el siglo IX y restos de esta clase de adornos se conservan hasta hoy día en las iglesias y catedrales de aquellos tiempos. Es posible que estos adornos simbolizasen la complejidad del camino de la vida y de los extravíos del hombre. Sobre todo se practicaban mucho los laberintos en la primera mitad del siglo XII. En la Francia de aquellos tiempos, los laberintos se construían de piedra o se representaban en el piso de iglesias y catedrales. Con mayor frecuencia eran llamados «camino a Jerusalén» y simbolizaban el difícil camino terrenal hacia los «lugares santos», recompensado con la felicidad celestial, por eso, el centro de los laberintos con repetición se denominaba «cielo».
El laberinto está universalmente reconocido como símbolo de Totalidad y Unidad. Así pues, comenzar este proceso es un renacimiento, es encontrar la espiral de transformación y crecimiento. El camino hacia adentro facilita la peregrinación hacia nuestro interior, la búsqueda de la comunión y conexión con nuestro SER, conocimiento y unión de los diferentes cuerpos con los que nos movemos. El espacio central es un lugar de meditación, contemplación y recepción de la conexión con la Unidad. El camino de retorno, hacia afuera, conduce a la integración de las vivencias y sensaciones de la unión con el poder del Amor dela Unidad.
Se afirma que si el laberinto se recorre con la mente y el corazón abiertos, se convierte en un espejo que responde a las preguntas acerca de quiénes somos y dónde estamos en nuestra actual vida.
La figura del laberinto es común a muchas culturas antiguas. Ya desde entonces, lejos de representar un juego, el trazo hablaba de los retos para el espíritu.
Todo laberinto, hasta el que se traza como un pasatiempo infantil, tiene una cualidad hipnotizante. Algo abismal arrastra la mirada hacia su interior y basta un descuido para quedar atrapado en sus meandros. Mirar la propia vida en retrospectiva puede ser una experiencia semejante. Uno se percata de las vueltas y revueltas que se han tenido que producir para finalmente estar en este lugar preciso. Y si bien este es uno de los significados del laberinto, el símbolo, complejo como su estructura, guarda en su interior otros varios sentidos que abarcan también el del viaje al más allá.
Durante el medioevo los arquitectos utilizaron el emblema del laberinto trazándolo en los suelos de diversas catedrales. Los fieles lo recorrían simulando la peregrinación hacia Tierra Santa. El acto escondía otro simbolismo atrás del aparente. Dicho recorrido equivalía a la búsqueda de Dios experimentada por el alma.
Cuando una persona muere su alma es transportada más allá de las aguas de la muerte hacia la entrada del mundo subterráneo. Conforme se acerca el alma del muerto alcanza a distinguir la figura de una mujer que agachada sobre la tierra traza un dibujo.
Ella es la guardiana del umbral, y lo que dibuja es un laberinto. Pero cuando el alma está lo suficientemente cerca borra una mitad de lo trazado. El alma entonces, para poder ingresar a la Tierra de los Muertos deberá completar el laberinto. Si falla será devorada por la guardiana.
Para poder superar el reto las personas deben estudiar el secreto del laberinto antes de morir. Comprenderlo es su pase de entrada a la inmortalidad. «El que solo busca la salida no entiende el laberinto y aunque la encuentre, saldrá sin haberlo entendido»
Todo ser humano tiene que resolver el laberinto de su propia existencia si quiere descubrir los arcanos de la creación y escalar hasta las más altas cuotas del Espíritu.