VIAJERO DEL TIEMPO, NÁUFRAGO EN CÁDIZ DEL s. XXI

De alguna manera, lo que más temen los “Viajeros del tiempo”, es caer en manos de los psicópatas de la ciencia y los sicarios (Fuerzas de seguridad e inteligencia) que trabajan para la industria armamentista y farmacéutica. Tanto los científicos como las agencias gubernamentales están en la búsqueda de cualquier persona que pueda interferir en el espacio-tiempo ya que les reportarían pingues beneficios.

Sencillamente, los viajeros del tiempo deben de ser muy prudentes, muy cuidadosos de no llamar la atención sobre sí mismos, para no ser localizados por la ciencia o por los gobiernos. Serian sometidos a un “desguace” de su cuerpo y cerebro.

A pesar de que hoy en día tenemos la capacidad de controlar las tres primeras dimensiones (altura, ancho y profundidad), no poseemos la disposición tecnológica de navegar, manipular o controlar el tiempo (según la física, es una dimensión igual a las otras). Para los seres humanos del s. XXI, el tiempo parece ser una calle de sentido único con un límite de velocidad bastante estricto.
En este tipo de cosas, si dominamos el tiempo y podemos viajar por él (+/- en el año 2050), encontraremos múltiples y sorprendentes posibilidades. Para Grasse Tyson, el tiempo es una dimensión que nos esclaviza a los humanos como prisioneros de nuestro presente.

Stephen Hawking, sugiere formas de viajar en el tiempo a través de un vórtice, una figura central en la física teórica que representa cuantitativamente un punto en el espacio-tiempo que se conecta con otro. Si tuviéramos que encontrar una manera de ingresar a un vórtice, podríamos crear un túnel entre dos puntos en el espacio-tiempo.

No tiene explicación razonable dentro de la cotidianidad. Aunque sucedió. Durante el transcurso del año 2020, un viajero del tiempo arribó del futuro a Cádiz. Traía como misión, recuperar el Mapa Geográfico de América Meridional, obra de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla (1734-1790) y contenido secreto (Código geográfico) contemplado dentro de la expulsión de los jesuitas, encriptado en ocho planchas de cobre que fueron necesarias para imprimir el plano de América del Sur a escala 1/5.000.000. Plano del que misteriosamente se prohibió su reproducción con el pretexto de “mala calidad”, sumergiéndolo en un aparente y sospechoso abandono.

Durante su misión, el viajero del tiempo en Cádiz tuvo problemas técnicos que se agravaron con la falta de movilidad en la provincia gaditana por causa de una pandemia (Covi-19) que mantuvo confinada a la población.

Digámoslo así, sin entrar en muchos detalles , la recuperación (salvamento) del náufrago se efectuó a través de coordenadas de localización marcadas en el interior del Parque Natural de Doñana, después de un fallido intento en el Parque de los Torruños (Puerto de Santa María). Al Parque de Doñana llegó el viajero con la asistencia de algunos voluntarios que le sacaron de Cádiz en bote de pesca y la ayuda inestimable de un cazador furtivo de Sanlúcar de Barrameda, muy conocedor del propio parque que le acercó al punto de rescate por los suyos.

LEMURES Y MANES EN EL MAYO GADITANO ROMANO

6AA_lzn Antiguamente los Lemures y los Manes parecían tener una misma significación, los Lemures o Remures eran los Manes o genios irritados que se ocupaban en hacer daño. Según  Apuleyo, es lo que queda del hombre después de su muerte. Para muchos lo derivan de Remo, cuya sombra necesitó para ser aplacada las fiestas que Rómulo instituyó en su honor, llamadas Lemurales o Remurales, durante las que se cerraban en Roma los templos de todas las divinales, y no se podía contraer matrimonio. Los romanos dejaron un modo de ser y de estar en el mundo, vinculada a la vida privada. En el mes de mayo se dedicaban a limpiar la casa de fantasmas, se levantaban por la noche vestidos con una túnica que no tuviera nudos, recorrían la casa e iban escupiendo las habas, mas recitando unas oraciones. 4AA En los días de mayo, en el mundo romano de Baelo Claudia (Cádiz), se pensaba que los lemures volvían con ganas de probar los alimentos humanos de nuevo y para atemorizar a los familiares. El pater familias para defender a los suyos, debía engañar a los lemures, porque con ellos no se podía combatir. El engaño consistía en arrojar habas negras alrededor de la casa y que el espíritu se quedase buscándolas. El lemur una vez recogidas las habas se marchaba. Durante el proceso de las habas, bajo ningún concepto se podía volver atrás la vista. Tres noches del mes de mayo, cada padre de familia se levantaba a medianoche para lleno de miedo, recorrer su casa con los pies desnudos a oscuras, envuelto en una túnica sin nudos, mientras hacía ruido con las manos espantaba a las sombras que se recreaban en estar en lugares silenciosos. Se lavaba las manos, rompía unas habas negras que se había puesto en su boca y  pronunciaba en voz baja estas palabras “Yo me quedo y mi familia con estas habas”. Algo que repetía nueve veces sin mirar hacia atrás. Pasado un instante de silencio el gaditano romano gritaba en voz alta haciendo sonar un objeto de cobre: ¡¡¡Manes de mis antepasados, Lemures, Dioses de los infiernos, salid de esta morada!!!. En aquel instante se encendían todas las luces (teas) de la vivienda concluyendo la ceremonia. 8AA_lzn                                                                                                                                                      Baelo Claudia (Cádiz),

25 COSAS IMPRESCINDIBLES QUE HACER EN CÁDIZ

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1.- Un paseo por la calle Ancha, centro neurálgico de la ciudad, donde se pueden contemplar hermosas fachadas de casas palaciegas de diferentes estilos arquitectónicos.
2.- Visitar  la Cripta de su histórica Catedral.
3.- Pedir un buen café, en la cafetería Brim.
4.- Tomar 1/2 limeta en el  Bar-almacén-estanco de Leo, en Fermín Salvochea con M. Rancés.
5.- Visitar el Mercado  Central, donde se puede apreciar la gran variedad en pescados y mariscos, además de carnes, frutas y verduras, todo un espectáculo para la vista.
6.- Admirar el sorprendente Museo Arqueológico Provincial.
7.- Conocer la Santa Cueva.
8.- Los atardeceres en el Castillo de Santa Catalina.
9.- Visitar el barrio del Pópulo.
10.- Tomar un cóctel en el chiringuito de La Marea.

11.- Sentir la magia de La Caleta.
12.- Comer en restaurante San Antonio, Achuri o en la calle de la Palma.
13.- Subir a la Torre de Poniente para gozar de sus impresionantes vistas.
14.- Probar el jamón y queso servido sobre papel de estraza en el Manteca.
15.- Un café al atardecer en la cafetería El Unicornio.
16.- El paseo del Castillo.
17.- Pasear por la Alameda, junto al mar, percibir todas las fragancias.
18.- Paseo nocturno y romántico por toda la Bahía en el catamarán.
19.- Perderse en el parque  Genovés.
20.- Tertulias del Ateneo.
21.- Tomar un café a primera hora de la mañana en la plaza el Mentidero, al lado de la fuente.
22.- Paseo tempranito por la playa Victoria.
23.- Desayunar un cafelito en la plaza de la Catedral con una buena empanada del gallego.
24.- A la hora del aperitivo, una cañita con unas tortillitas de camarones en la calle Libertad.
25.- Una cerveza en la plaza De Mina.

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EL ENIGMA DE LA “SANTA CUEVA” GADITANA

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Desde tiempos remotos la cueva es un símbolo del incons­ciente y también lugar para el encuentro con Dios. Es el santuario interior, el lugar fuera del alcance de los pensamientos, la morada de lo divino. Percibida como herramienta necesaria en todas las formas de religión, en las que la tensión entre la vida y la muerte constituye la energía de cualquier ritual.
La Santa Cueva en Cádiz es símbolo de misterio, de vida, de refugio, de acogida. En ella se aprende a descubrir la presencia misteriosa de Dios, que siempre nos asombra en todo lo humano, en todo lo que acontece, en todo lo que nos rodea.
El ser humano ha conferido a la “caverna” connotaciones que en ocasiones la han divinizado y en otras la han satanizado: así, este espacio se ha convertido en un lugar de transición, casi en un camino iniciático que debe recorrerse para pasar de un nivel a otro, de un mundo a otro.
La Santa Cueva respira al ritmo de la naturaleza. En ella el día es día y la noche es noche. Allí se aprende a esperar el futuro, sacándole todo el sabor al presente. En ella, los ojos se van acostumbrando a la oscuridad del misterio. Se pacifica la agresividad y uno descubre que cerrar los ojos y orientar la mirada a la luz interior, es el mejor camino para “ver”.
En la tradición esotérica, la gruta y el útero materno han sido puestos en relación en varias ocasiones. Comparados en el seno del mecanismo ritual de la religión, encontramos alusiones a este tema en muchas otras manifestaciones culturales, desde el auténtico culto hasta la superstición. El entorno subterráneo, con su conjunto de signos femeninos, ofrece al hombre, primero en el plano psíquico, la posibilidad de rencontrarse con una dimensión de pureza primitiva.
La Santa Cueva gaditana, es más una realidad existencial que un lugar físico. Es un símbolo de la “verdad”  y ¿quién no busca la verdad o la padece en algún momento de su vida? El desafío está en entrar y en aceptar el riesgo de que la existencia quede reducida a lo esencial. Este es el desafío, El peligro está en pasar de largo.

La espiritualidad de la Santa Cueva deja espacio a aprendizajes esenciales:
– Allí se adquiere la sabiduría de Dios.
– Allí se rehace toda crisis de esperanza.
– Allí se unifica el ser y se aprende a vivir roto entregándose entero en cada trozo.

La Santa Cueva es símbolo de interioridad habitada, de estructura contemplativa, de “yo” unificado, de dimensión humana femenina. De ella brota la mirada contemplativa hacia los pequeños y orillados, la escucha compasiva a los que no tienen voz y las entrañas de misericordia para todo dolor humano.
La Santa Cueva es el lugar más opuesto al confort. Aceptar la austeridad –con su ley de lo mínimo necesario- es condición básica e indispensable para entrar y, sobre todo, para “permanecer” en ella. Porque, aunque es lugar de paso, hay que permanecer en ella el tiempo suficiente como para sentir la voz de su silencio.
La ciudad actual, que se abre ante ti como un nuevo espacio de soledad y anonimato, con sus gentes de mirada triste y vacía. Hombres y mujeres que no fijan la vista en nadie porque no esperan descubrir en el otro un “tú” que les devuelva el saludo y la sonrisa. Hombres y mujeres que caminan envueltos en mil trajes de moda, pero que viven a la intemperie, sin que nada les resguarde de sentirse solitarios en una inmensidad poblada de ausencias. La Santa Cueva, hace que pongamos de nuevo los pies en el suelo. Que volvamos a ser hombres y mujeres de pie, en el mundo, Lo que la humanidad ha sido durante siglos.
En la Santa Cueva las cosas adquieren su justa medida: allí no llega la abrumadora “desinformación” de los medios de comunicación, ni los ataques manipuladores de la publicidad. Allí nuestra mente puede pensar sin violencia, limpia de toda opresión, con libertad. Purificada.
La Santa Cueva es la terapia ideal para curar la enfermedad de la “abundancia”, tan frecuente en nuestro ambiente occidental: Gente repleta de todo, llena de cosas, caminantes con la brújula estropeada, saturados de superficialidad, pero vacíos de sentido. En ella se aprende a escuchar el silencio, a saborear la soledad sonora, a revivir experiencias hondas y a explorar tierra nueva.
Sólo quien desde el interior de la Santa Cueva, descubre la clave de la contemplación, hará de ella, una fuente de acogida, una puerta abierta y una mesa siempre puesta. Porque la Santa Cueva cumple lo que promete: revela la verdad, da energía, fortalece y humaniza… Y Dios se manifiesta en ella con el potente grito de su silencio.

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«LA SANTA CENA» GOYA GADITANO

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Durante el siglo XVIII, Cádiz terminó por convertirse en una de las ciudades más importantes y prósperas, no sólo de España sino también de Europa. El origen de esta riqueza hay que buscarlo en el tráfico comercial marítimo con las tierras del Nuevo Mundo, del que Cádiz participó desde el primer momento. De su puerto salió Colón en su segundo viaje, y en el cuarto también tocaría la flota las aguas de Cádiz. Desde entonces, los contactos entre ambas orillas del Atlántico serán constantes y profundos a lo largo de los siglos, definiendo su personalidad y su historia, hasta hoy.
Es ahora cuando la ciudad adquiere ante el resto de España y de Europa la imagen que la identifica como bulliciosa, alegre, plena de vida y movimiento. Su población alcanza los setenta mil habitantes, muchos de ellos españoles de diferentes regiones, además de una nutrida e importante colonia de extranjeros, integrada por franceses en su mayoría, pero también genoveses, irlandeses, flamencos, alemanes, suecos. Son estos los que conforman el grupo más genuino de su variopinta sociedad, la burguesía de negocios, tan escasa en España y tan abundante en Cádiz.

Los visitantes que llegan a la bahía, sobre todo los extranjeros, se sorprenden con una ciudad cosmopolita y culta, que a finales del siglo tenía más de veinte librerías, las mejor surtidas de España en libros extranjeros. Su caserío muestra magníficos edificios como la Aduana (hoy sede de la Diputación Provincial), el Hospicio, el Hospital de Mujeres, la Casa de las Viudas, la Casa de las Cuatro Torres, los cuarteles de San Carlos y la Bomba, la propia catedral y esa pequeña joya que es el Oratorio de la Santa Cueva.
En Cádiz empezó Goya a padecer su misteriosa enfermedad que le va a dejar sordo. De don Francisco se sabe de sus correrías por tierras del sur pintando lascivas duquesas, unas veces desnudas y otras menos, pero no es tan conocido que entre esas tórridas sesiones de retrato pudo sacar tiempo para pintar tres frescos en el Oratorio de la Santa Cueva de Cádiz.
El Oratorio de la Santa Cueva es una pequeña y espléndida capilla construida por el padre Santamaría, hijo del Marqués de Valde-Íñigo, entre 1.781 y 1.796.
Las pinturas de Goya para la Santa Cueva de Cádiz vienen a sumarse a las escasas aportaciones del aragonés al arte religioso, y menos conocidas que otras intervenciones suyas en espacios religiosos San Antonio de la Florida, la Cartuja del Aula Dei, el Convento de Santa Ana de Valladolid, la iglesia de San Francisco el Grande o la capilla de San Francisco de Borja en Valencia.
Cádiz marcó un antes y un después en la obra de Goya. Algo le debió ocurrir aquí que cambió su modo de pensar y de ver la vida.

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FUENTES: HISTORIA Y ARTE + otros

LA INFINITUD DEL PESCADOR SOLITARIO EN LA ÚLTIMA FRONTERA


La realidad no es como no la cuentan. Me encuentro asomado a la balaustrada de la muralla gaditana, muy cerca del malecón, recordando la primera vez que viví en Cádiz siendo un esclavo de origen griego llamado Teóforos
Gracias a las diversas regresiones dentro de la denominada  “arqueología psíquica personal” puedo disfrutar de mis múltiples existencias sabedor con certeza de ser inmortal.


Es esta Gades, la más orientalizada ciudad de todas las que logré conocer de la Bética. En este lugar conseguí volver a enseñar a Homero. En aquel entonces, como en el actual, sobre manera me llamó la atención, entre los muchos conocimientos que me ofreció esta ciudad, el saber como aquí nadie es extranjero. Mi lengua, en aquella existencia, el griego, se mezclaba en las tabernas y negocios, junto con el latín y otras hablas que me eran totalmente desconocidas.
Siempre agradecí a Melkart o Hércules que me hubiera hecho posible conocer el dominio del mar por el hombre, la caza de los atunes en las inmediaciones de Gadeira en la ensenada de Baelo.
Fui  aquí capaz de comprender que si la agricultura es el dominio de la tierra, el arte de la pesca significa la superioridad del hombre sobre el desconocido mar. La transformación de sus repugnantes vísceras marinas en garum que los dioses se lo han susurrado desde el Olimpo a algún mortal gaditano.
El destino eligió por mi, y no pude escoger mejor sitio para acabar en aquel entonces mis días, deseando fervientemente que mi cuerpo fuese consagrado a los  Manes, mientras que la tierra me fuese leve, a mas tarde posible. Así terminé mis días en es esta Eritía, Cotinusa, Tartesos, Gadron, Gadiro, Gadeira o Islas Gaditanas, Isla de Juno o Gades. Donde todo es lo mismo y la última frontera.


El Cádiz actual, es como el de siempre, moderno, tradicional, abierto, innovador. Pero también tiene múltiples secretos, es misterioso, sinuoso y profundo, a veces   se esconde detrás de un velo de intrigas que corren entre sus callejones. Por sus aires reverberan historias que están entre la realidad y el mito que han forjado la idiosincrasia del pueblo gaditano
Este Cádiz es una de las poblaciones más importantes de occidente poblada desde tiempos remotos por todos los pueblos que han dejado su huella en la península ibérica. Ciudad diáfana, jardín de culturas y punto de encuentro entre mundos separados durante siglos por el gran océano. Es en especial portal con otras dimensiones.


Partiendo de la premisa que somos parte integral de un ente multidimensional cuya existencia es eterna y múltiple, entonces esto quiere decir que cada uno de nosotros, potencialmente, tenemos la capacidad de «recordar» o «reconocer» distintos aspectos de esa existencia de nuestro propio ser. O sea, que somos mucho más que nuestros cuerpos físicos y que existimos en muchas otras dimensiones y realidades.
El alma es eterna por naturaleza.  Nuestro cuerpo actual es tan sólo uno, de una serie de cuerpos que hemos habitado. Cada experiencia queda registrada y no puede ser borrada.
Estamos en un viaje hacia el conocimiento y cada vida pasada es una estación en nuestro aprendizaje.


Todo se está acelerando. Somos seres multidimensionales, no solo vivimos en la tercera dimensión, sino que estamos viviendo otras como pueden ser la cuarta y quinta. Hay que tener ojos para ver el cambio, no aparece en los medios de comunicación tradicionales u oficiales del sistema establecido.
Se están estableciendo experiencias, vivencias, sintiendo cosas, teniendo intuiciones, inspiraciones que son absolutamente rompedoras en su género que empiezan abrir los esquemas, nuevas perspectivas de los elementos, nuevos paradigmas, a veces son difíciles de comunicar con los demás, necesitamos formatos muy concretos. Se visualizan presencias de entidades. Se empieza a ver la vida propia de un modo distinto y eso está sucediendo.  Todo lo que acontece lo tenemos en nuestro interior, viene de nosotros mismos.

EL CUCHILLO MÁGICO DE PODER, HERENCIA CANANEA

Los cananeos (fenicios) trajeron a Cádiz, la moneda, el comercio,  los dioses, sacrificios rituales, y su poderosa Magia Cananea. Entre su instrumental mágico encontramos el cuchillo de ritual o el “Cuchillo mágico de poder”.
El cuchillo es una de las primeras herramientas del cazador primigenio y por tanto también del brujo. Sirve para cortar plantas, sacrificar animales, remover líquidos, incluso comer.

El “Cuchillo mágico de poder”, posee una antigua historia. No es utilizado simplemente como instrumento de corte, tiene la facultad de direccionar la energía generada durante los ritos, sacrificios y encantamientos. Raramente es utilizado para invocar o llamar a las deidades, pues es un instrumento de mando y manipulación de “fuerzas”.
Todas las hojas de metal que se utilizan en la magia, simbolizan la parte masculina del universo, su opuesto es el caldero o copa, encarnando el complemento del universo masculino-femenino, como una metáfora simbólica de la reproducción, asociando el cuchillo al falo y la copa o el caldero a la matriz.
Un cuchillo es una herramienta de ceremonia en los rituales de brujería y el ocultismo. El principal uso del cuchillo del mago,  es para abrir y cerrar el círculo de protección dentro del cual se realiza el propio ritual o hechizo.

El cuchillo ritual del sacerdote o mago, está asociado al elemento Aire y también al Fuego en donde se ha forjado.  Por el mismo material del que está fabricado, es además símbolo de la fuerza, la persistencia y la inflexibilidad. Su forma remite al principio masculino activo de transformación.
Personifica el cuchillo la fuerza, el poder, la luz y orgullo; asociado a la parte masculina del universo y a los elementos aire y fuego, en donde dirige y canaliza, además de trazar la forma del conjuro o rito.

En la magia la hoja de metal es el mejor conductor de la fuerza del iniciado, además de representar la defensa y la redención que podría ofrecer el mago o sacerdote, es una herramienta de ataque y defensa, perdonar y redimir.
La función principal es dirigir la energía del mago, tanto sea al trazar el círculo o al realizar un conjuro. También, se utiliza elevado, a modo de saludo, al llamar a los cuatro elementos (Aire, Tierra, Fuego y Agua) durante el trazado del círculo o en un ritual.
El cuchillo es el símbolo de la voluntad mágica del dueño, un instrumento para dirigir nuestra energía hacia el exterior Se lo considera una herramienta sagrada y debe ser consagrado antes de usarse. Con él, se suele trazar el círculo mágico, atraer las energías para los ritos de evocación e invocación. Se lo utiliza también para casi todas las canalizaciones energéticas, hechizos, conjuros y en muchos otros ritos mágicos.
Lo más importante en la elección de un “Cuchillo mágico de poder”, es que sea aquel con el que uno mismo se sienta cómodo de usar. Debe ser lo suficientemente ligero para que usted pueda realizar un “gesto” bastante largo de tiempo sin llegar a estar cansado. El mango debe ser lo convenientemente pequeño como para envolver con su mano alrededor, y lo apto como para llenar cómodamente su mano cerrada.

Si quiere usted lanzar un hechizo, extienda su mano derecha con el “Cuchillo mágico de poder” en ella y decir: «con la llama de la protección, lanzado este círculo para mi custodia», luego con el cuchillo en la mano y brazo extendido, dibuje un círculo a su alrededor, girando 360 grados que termina donde comenzó. El cuchillo ha creado un lugar seguro para lanzar el hechizo. Para cerrar el círculo, pronuncie en voz alta en la dirección opuesta al cuchillo: «deshacer este círculo y disolver» o utilizar sus propias palabras, si lo desea. Otro uso del “Cuchillo mágico de poder” es para enviar energía, hacia afuera de sí mismo, a otra persona.

UNA EXTRAÑA CITA EN CADIZ, ENCUENTRO CON UN SER DE OTRA REALIDAD

Sonó el móvil, no suelo contestar, incluso lo llevo en posición de silencio, tan solo con el vibrador puesto para que no incordie. Ese día me encontraba en un bar de la calle gaditana llamada “Detrás del Pópulo” o “Fabio Rufino”, haciendo un alto en el camino mientras me dirigía al Casino de Cádiz a recoger unas notas y datos que hacían falta. No sé a santo de qué, respondí al número anónimo de llamada nacional. Cuando ya me disponía oír a alguien ofreciéndome algo, a la par que me arrepentía de haber respondido a la llamada, escuché una voz de varón  extraña, presentándose como Pedro Ramírez Olmo. Un total desconocido para mí del que en principio su nombre no me decía nada de nada.
.-Tengo especial interés de hablar con usted sobre su experiencia en el Tajo de las Figuras  y lo que ahí ha vivido–me dijo.
Boquiabierto me quedé sin saber que responderle. Estaba totalmente sorprendido, nadie conocía de ello, solo mi mochila, las botas y yo, menos aun un extraño.
.- ¿Y usted cómo los sabe?—le interpelé.
.- Con mucho gusto le aclararé su pregunta, podríamos vernos hoy en el Ventorrillo el Chato, a las dos y media para comer—agregó.
Muy bien, acerté a contestar, para inmediatamente demandar cómo nos reconoceremos.
.- En el servicio de caballeros estaré lavándome las manos, hasta entonces por favor sea usted puntual—y colgó.


Realicé ese día mis gestiones que me llevaron todo el resto de la mañana, sacando buen provecho al tiempo aunque no podía quitarme de la cabeza la inquietud que había sembrado en mí el tal Pedro Ramírez Olmo.
Qué bobería la mía, me decía a mi mismo,  no solamente aceptar una cita con alguien con el que a duras penas había intercambiado dos palabras telefónicas. Pero en fin ahí me encaminé dando por hecho que lo máximo que me podría pasar es que comiera solo.
Una vez llegado al restaurante, me preguntó el metre: cuántos éramos, le contesté dos, a la par quise saber dónde estaba el servicio de caballeros. Debo anotar aquí que con antelación a esta cita, no había estado en el Ventorrillo el Chato.
Efectivamente encontré en los servicios a una persona con aspecto de comercial o visitador médico, con traje oscuro y corbata, de unos cuarenta y pico de años, complexión gruesa, no era muy gordo pero tampoco delgado.
Lo primero que me dijo, dejándome totalmente descuadrado, es que lo que yo estaba viendo, escuchando y percibiendo de él, los demás no lo harían y, pasaría a explicarlo después una vez estuviéramos sentados a la mesa.


Evidentemente los camareros y el metre no le veían. Aclaró él con una agradable sonrisa, añadiendo que esa era la única manera de darme cuenta de que lo que me estaba sucediendo es real. Era una proyección en mi mente, un simple y muy útil sistema de comunicación del que en mi actualidad, carecemos.
A ojos de los demás debería parecer un desquiciado que hablaba solo, algo que resultaba incómodo, no soy persona a quien le agrada llamar la atención.
Dijo que lo que estaba recibiendo era una proyección (empleó otra terminología) dentro de mi cabeza. Me dio mucha información referente a mi trabajo e insinuó unas líneas del mismo para llevar a término y que podían ser de utilidad. Expuso o propuso trasvasar información directamente en mi cerebro, cosa que claramente me negué en rotundo. Prefería tener  la conversación en línea, nada de descargarme algo desconocido en mi. Cualquiera se fiaba de vaya a saber usted quién.
Como soy un tauro muy pegado a lo terreno, me cuestioné si estaba soñando u otra cosa. Para ser consciente de ello hice un par de fotos que me sirvieran mas adelante de puntos de referencia, fotografiando aquello que estaba comiendo, también el entorno y a la persona que me atendía. Curiosamente, mi extraño interlocutor no salió en ninguna de las fotos.

Manifiestamente esta persona no se llamaba como me lo había dicho por teléfono, ni su figura de apariencia era como la que yo estaba observando, ni nada parecido y que era tan solo una proyección de comunicación que a lo largo del desarrollo tecnológico de nuestra humanidad, la podríamos tener o no tener.
A pesar de lo aparentemente irreal e incómodo para mi, el encuentro fue fructífero, me transmitió la inquietud de no haber interlocutores viables y válidos en la clases dirigentes, se quejó de nuestra tendencia a ver dioses por todos los lados, de creernos los únicos en el infinito universo, y pensar ser la exclusiva humanidad de seres que ha existido en el Planeta. A las anteriores palabras sumó que la gran mayoría del legado de lo que  llamamos pasado, son de segunda mano o reutilizado (dólmenes, megalíticos, pirámides, cuevas rupestres, etc.) y, recalcó la existencia entre nosotros de robots biológicos difíciles de detectar por nuestros medios aunque no imposible. También agregó que en el Planeta interactúan múltiples seres ajenos al mismo.
Terminó su exposición con que deberíamos de ser cuidadosos con lo que creemos y a la par intentar mirar más allá. Todo tiene que ser reconsiderado y mantener una mente abierta. Hizo especial hincapié con “ojo al loro” con los miedos (Tenía humor en su manera de expresarse).
Esto es una de las distintas “demostraciones” que he tenido con un ser ajeno a nuestra humanidad. Fue la interacción de mi plano de realidades con un plano paralelo. Debo decir, por último,  que no me atrae el fenómeno “extraterrestre” en si, aunque le encuentro allá donde vaya.  Lo sucedido no fue más que una extraña cita que dejaremos aparcada… A todos los efectos, posiblemente no se dio o existió, aunque no me resista a contarlo.

TORTILLA DE PAPA GADITANA

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La papa es originaria del Perú y ha sido cultivada desde hace 8000 años en América del Sur y era alimento importante de los Incas quienes desarrollaron técnicas avanzadas para almacenarlas. En el siglo XIV los conquistadores españoles la trajeron a Europa y en 1573 ya se vendía papa en Sevilla. En el 1900 se convirtió en uno de los principales alimentos del mundo. Sin embargo, pasó por temores y dudas en algunos lugares ya que se la atribuía ser la causante de muchos males, desde la lepra hasta la lujuria.
Cuenta una vieja leyenda andina que los hombres cultivadores de la quinua (cereal), dominaron durante muchos años a los pueblos de las tierras altas y, a fin de dejarlos morir lentamente, les fueron disminuyendo la ración de alimentos para ellos y sus hijos.
Ya al borde de la muerte los pobres clamaron al cielo y Dios les entregó unas semillas carnosas y redondeadas, las cuales, después de sembradas, se convirtieron en hermosas plantas que tiñeron de morado las gélidas punas con sus flores. Los dominadores no se opusieron al cultivo, con la mañosa esperanza de cosechar todo para ellos, llegada la oportunidad. En efecto, cuando las plantas se amarillearon y los frutos parecieron, maduros, los opresores segaron los campos y se llevaron todo lo que juzgaron era una óptima cosecha. Desconsolados y moribundos de hambre, los vencidos pidieron otra vez clemencia al cielo y una vez les dijo desde las alturas: “Remuevan la tierra y saquen los frutos, que ahí he escondido para burlar a los hombres malos y enaltecer a los buenos».
Y así fue, debajo del suelo estaban las hermosas papas, que fueron recogidas y guardadas en estricto secreto. Cada mañana, los hombres de las punas añadieron a su dieta empobrecida una porción de papas y pronto se restablecieron, cobraron fuerzas y atacaron a los invasores que, viéndose vencidos, huyeron para no regresar jamás a perturbar la paz de las montañas.
La papa entró en Europa, primero saltando a las islas Canarias, después a Cádiz para continuar su camino dirección Sevilla en donde las autoridades eclesiásticas no estuvieron de acuerdo con el nombre del tubérculo dado en Canarias y en Cádiz, argumentando que no se podía llamar como la cabeza de la Iglesia católica: su Santidad el Papa, y optaron por algo mas cercano como “patata” de “batata”.
Los gaditanos que son muy gaditanos y pocos dados a los amaneramientos de estirados y lechuguinos, le han llamado y llaman por secula seculorum: “papa”, como Dios manda.  Igualmente canarios e hispanoamericanos, que puestos a sumar son mucha gente.
Que mal suena decir por estas tierras gaditanas “patatasss aliñadasss” (papas aliñaa). O ir de fino (hortera de ciudad) pidiendo una “tortilla de patatasss”, cuando lo suyo es “tortilla de papa” o “tortilla de papas”.
Da la impresión de que la tortilla de papas fue un plato humilde, una receta de subsistencia, antes de convertirse en un plato aceptado por las cocinas burguesas o, lo que es lo mismo, pudo existir durante siglos antes de entrar en los recetarios impresos. Que no conozcamos una receta de tortilla anterior a una fecha no quiere decir que no existiese sino que es posible que simplemente los escritores culinarios no le prestasen atención
A los gaditanos les repampinfla, si las tortillas de papa la llaman “española”, si la inventaron los navarros o los extremeños y menos aun admitir que las mejores se hacen en Bilbao.
La tortilla de papas es uno de los símbolos mayores de la cocina que opta por lo directo y lo sencillo. El hacer una buena tortilla de papa es una asignatura definitiva en el arte del buen cocinar. Con los mismos ingredientes, no hay cocinero o cocinera gaditana que haga una tortilla igual a otra.
En la tortilla de papas es importante el aceite, los huevos y sobre todo la calidad de la papa. El tema de la tortilla es rico y jugoso. Precisamente la última palabra define bien a la tortilla, “jugosidad”. Me repatea una tortilla secarrona, la malaje congelada y mas  aún los “culi limpios estiraos” que me corrigen papa por patata.

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EL CARNAVAL QUE VENCIÓ A LA IGLESIA Y A UNA FÉRREA DICTADURA


Lo más factible es que el origen del vocablo “Carnaval” proceda del término del latín medieval “Canelevarium”, que quiere decir “eliminar la carne”, aludiendo a la prohibición de comer este alimento durante los 40 días de La Cuaresma. Sin embargo, los lingüistas sugieren otras tres opciones posibles: “Carne tollendus”: que quiere decir también “se ha prohibido la carne”. “Carne vale”: Es el equivalente a la expresión “adiós a la carne”.
Y “Carrus navalis”: es la versión más erudita que hace alusión a la forma en que el antiguo dios supremo de Egipto, Ra, el sol, aparecía en el firmamento.
El germen de su celebración parece probable venir de las fiestas paganas, como las que se realizaban en honor a Baco, el dios del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del toro Apis en Egipto. Según algunos historiadores, los orígenes de esta festividad se remontan a las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de 5.000 años, con celebraciones muy parecidas en la época del Imperio Romano, desde donde se expandió la costumbre por Europa, siendo llevado a América por los navegantes españoles y portugueses a partir del siglo XV.


El comienzo más antiguo del Carnaval data de la antigua Babilonia hace 4.000 años, pero poco se sabe de cómo era esa celebración. Más seguro es el antecedente que vincula esta fiesta con “Las Purulliyas” o celebración de la primavera de los hititas, pueblo guerrero y sabio que habitó en Turquía.
Los egipcios tenían una fiesta en honor del Buey Apis, intermediario entre Ptaht, el dios creador, y sus fieles. El toro Apis era una divinidad masculina, símbolo de la virilidad, que contenía el espíritu del señor de la creación Ptaht. En la ciudad de Menphis se celebraba, con la incipiente primavera, un ritual de adoración al toro sagrado de oro puro, Apis, ídolo que era adornado con guirnaldas de flores y se le hacían ofrendas de trigo y frutos, ya que simbolizaba la fertilidad de la tierra y era un dios fálico relacionado con la procreación.
Pero, presumiblemente, la fuente más clara de la fiesta de Don Carnal estuvo en Roma, concretamente en los rituales en honor de dos dioses: Baco (Dionisos en versión latina) y Saturno, el dios de los infiernos.
En realidad, y siendo mucho más precisos, debemos decir que las fiestas carnavalescas esconden bajo su manto, o bajo sus mascaradas, un sinfín de antiguos cultos y que son algo así como un arca de mitos y leyendas ancestrales que han subsistido en ese espacio del calendario destinado a acoger ciertas fiestas libres de normas.


Desde el punto de vista de su simbolismo, el Carnaval representa un periodo que está fuera del orden, una fiesta (o una cualificación del tiempo), creada conscientemente para abolir el orden establecido, y de ese modo liberar lastre, o sea, que se trata de crear las condiciones propicias para poder dejar atrás aquellos condicionamientos que nos hemos fijado en nuestra psique y que nada tienen que ver con nuestra verdadera naturaleza. Ese caos al que se vuelve cíclicamente es, desde el punto de vista del viaje iniciático, un paso ineludible en el camino del Conocimiento. En la Cábala, es decir, en el esoterismo judeo cristiano, se le llama plano de Yetsirah, en el que se dice que uno debe perderse para encontrarse. Se trata de la necesidad de volver al caos primigenio, o lo que es lo mismo, de la posibilidad de renacer a un nuevo y superior estado de conciencia. Ese punto de vista sobre las cosas es el que hace que una fiesta folklórica y profana se convierta en un símbolo sagrado, y revelador para aquel que logra despertar su significado, aunque éste pueda seguir siendo totalmente desconocido incluso para quien participa de tales festejos.
El Carnaval personifica un tiempo destinado a los ritos de purificación, y por lo tanto un espacio donde lo grotesco y la fealdad son exaltados. Esa es la razón de que sea tan característico de los carnavales resaltar todo aquello que exprese inversión de roles, cambio de papeles, de sexo, de identidad. Desde el punto de vista simbólico, se trata de un espacio creado para que lo invertido y oscuro que llevamos dentro salga a la luz, se exprese y concluye así su ciclo. De ese modo, tras su muerte, se consigue que estas influencias dejen de constituir un impedimento a la posibilidad de alcanzar un nuevo renacer. Dicho de otro modo, un tiempo destinado a que las bajas pasiones y las tendencias inferiores se manifiesten y pueda así vivir su existencia y agotarse antes de que inicie el ciclo nuevo, siendo eso precisamente lo que da sentido a tales festejos.


En cuanto agrupaciones nos hemos de referir, las fiestas de Cádiz datan de 1821, nacen de una manera espontánea, aunque son los genoveses quienes a partir de del sXV traen sus costumbres a esta ciudad. No extraña entonces encontrar en el Carnaval gaditano componentes de  ese Carnaval italiano, como pueden ser las máscaras, los confetis. Mas que mascara se quedó el antifaz, esa máscara pequeñita de tela, el arlequín, el pierrot y la columbina que aún traídos por los genoveses, eran venecianos. Cádiz aportó por su lado una parte muy importante como es la música: el tango.


El Carnaval gaditano es la calle, no se puede entender este, sino es con la participación de todo el pueblo en él, siendo el concurso de agrupaciones el farolillo que alumbra y anuncia su llegada.
En Cádiz, el Carnaval era totalmente libre hasta 1862, en ese año el ayuntamiento municipaliza el Carnaval, se  da este paso por la eterna lucha entre el pueblo contra las autoridades civiles y religiosas, especialmente estas últimas que lo querían desterrar. Por estas fechas se reglamenta el Carnaval y se asigna un presupuesto de las arcas municipales.


En el año 1937 por decreto del estado (léase por cojones), el dictador General Franco en el poder, abolió el Carnaval en todo el territorio español, y en Cádiz concretamente lo secuestró. Pese a todo, los milenarios gaditanos,  cuando llegaban los tiempos de estas fiestas siguieron cantando las coplas de Carnaval en los bares y colmados, bajo el paraguas del miedo. Recordemos que el asesinato de la población gaditana por las huestes y seguidores del general Franco fueron terribles, oscureciendo el cielo maravilloso de  la Tacita de Plata.


Afortunadamente en Cádiz, no se perdieron todo lo que suponía las tradiciones típicas del Carnaval y se mantuvieron del 36 al 47, a trancas y barrancas, aguantado el celo religioso que pesaba por todos los rincones. En el anonimato las gentes y sus grupos, seguían cantando en los colmados, en las trastiendas de los bares, en fiestas familiares,  sacando por lo «bajini» las letras aducidas a su Carnaval.
En 18 de agosto de 1947 hay una explosión en Cádiz, llenándose la ciudad de tristeza, entonces se recupero la fiesta con la condición de no aparecer la palabra Carnaval por ningún lado, llamándole fiestas de coros que terminó denominándose como “Fiestas típicas gaditanas”. Bajo este nombre se mantuvo hasta el año 1976 que con la democracia volvió a retomar el nombre de Carnaval y su celebración en el mes de febrero para beneplácito de todos los amantes de la alegría y sana libertad.