La realidad no es como no la cuentan. Me encuentro asomado a la balaustrada de la muralla gaditana, muy cerca del malecón, recordando la primera vez que viví en Cádiz siendo un esclavo de origen griego llamado Teóforos
Gracias a las diversas regresiones dentro de la denominada “arqueología psíquica personal” puedo disfrutar de mis múltiples existencias sabedor con certeza de ser inmortal.
Es esta Gades, la más orientalizada ciudad de todas las que logré conocer de la Bética. En este lugar conseguí volver a enseñar a Homero. En aquel entonces, como en el actual, sobre manera me llamó la atención, entre los muchos conocimientos que me ofreció esta ciudad, el saber como aquí nadie es extranjero. Mi lengua, en aquella existencia, el griego, se mezclaba en las tabernas y negocios, junto con el latín y otras hablas que me eran totalmente desconocidas.
Siempre agradecí a Melkart o Hércules que me hubiera hecho posible conocer el dominio del mar por el hombre, la caza de los atunes en las inmediaciones de Gadeira en la ensenada de Baelo.
Fui aquí capaz de comprender que si la agricultura es el dominio de la tierra, el arte de la pesca significa la superioridad del hombre sobre el desconocido mar. La transformación de sus repugnantes vísceras marinas en garum que los dioses se lo han susurrado desde el Olimpo a algún mortal gaditano.
El destino eligió por mi, y no pude escoger mejor sitio para acabar en aquel entonces mis días, deseando fervientemente que mi cuerpo fuese consagrado a los Manes, mientras que la tierra me fuese leve, a mas tarde posible. Así terminé mis días en es esta Eritía, Cotinusa, Tartesos, Gadron, Gadiro, Gadeira o Islas Gaditanas, Isla de Juno o Gades. Donde todo es lo mismo y la última frontera.
El Cádiz actual, es como el de siempre, moderno, tradicional, abierto, innovador. Pero también tiene múltiples secretos, es misterioso, sinuoso y profundo, a veces se esconde detrás de un velo de intrigas que corren entre sus callejones. Por sus aires reverberan historias que están entre la realidad y el mito que han forjado la idiosincrasia del pueblo gaditano
Este Cádiz es una de las poblaciones más importantes de occidente poblada desde tiempos remotos por todos los pueblos que han dejado su huella en la península ibérica. Ciudad diáfana, jardín de culturas y punto de encuentro entre mundos separados durante siglos por el gran océano. Es en especial portal con otras dimensiones.
Partiendo de la premisa que somos parte integral de un ente multidimensional cuya existencia es eterna y múltiple, entonces esto quiere decir que cada uno de nosotros, potencialmente, tenemos la capacidad de «recordar» o «reconocer» distintos aspectos de esa existencia de nuestro propio ser. O sea, que somos mucho más que nuestros cuerpos físicos y que existimos en muchas otras dimensiones y realidades.
El alma es eterna por naturaleza. Nuestro cuerpo actual es tan sólo uno, de una serie de cuerpos que hemos habitado. Cada experiencia queda registrada y no puede ser borrada.
Estamos en un viaje hacia el conocimiento y cada vida pasada es una estación en nuestro aprendizaje.
Todo se está acelerando. Somos seres multidimensionales, no solo vivimos en la tercera dimensión, sino que estamos viviendo otras como pueden ser la cuarta y quinta. Hay que tener ojos para ver el cambio, no aparece en los medios de comunicación tradicionales u oficiales del sistema establecido.
Se están estableciendo experiencias, vivencias, sintiendo cosas, teniendo intuiciones, inspiraciones que son absolutamente rompedoras en su género que empiezan abrir los esquemas, nuevas perspectivas de los elementos, nuevos paradigmas, a veces son difíciles de comunicar con los demás, necesitamos formatos muy concretos. Se visualizan presencias de entidades. Se empieza a ver la vida propia de un modo distinto y eso está sucediendo. Todo lo que acontece lo tenemos en nuestro interior, viene de nosotros mismos.