EL SAPO EN LA BRUJERÍA TRADICIONAL DE SANLÚCAR

El sapo representa el útero de la mujer. El sapo es un animal estrechamente relacionado con el folclor de la bruja en Andalucía traído por los gallegos. Por esto lo encontramos entre las imágenes arquetípicas de la bruja o el brujo, que aparecen cerca de un caldero humeante. Al igual que el gato negro y el cuervo.

La superstición popular asocia en Sanlúcar, al sapo con la figura del diablo. Se piensa que el sapo es capaz de envenenar a la gente y que está habitado por el espíritu familiar de una bruja. En el folclor sanluqueño de las personas mayores, se insta a sacar a los sapos de las casas con sumo cuidado por miedo a la ira del espíritu de la bruja que habita en él.

«Una vez que se tenga bien agarrado y sujeto para evitar cualquier tipo de molestias que pueda ocasionar, deberá pasárselo cinco veces por el bajo vientre, utilizando la mano derecha, a la vez que se dicen estas palabras:
Sapo, sapito, así como yo te paso por el bajo vientre, así (nombre de la persona a quien se quiera hechizar) no tenga sosiego ni descanso, mientras no venga a mí de todo corazón y con todo su cuerpo, alma y vida. Hacerse con un hilo fino verde y enhebrarlo a una aguja lo más delgada posible, cosiendo la piel que rodea a los ojos de abajo arriba, evitando dañar la niña, pues el amado podría quedar ciego».

Terminada esta operación, se dirá lo siguiente: «Sapo, yo, por el poder de Lucifer, el príncipe Belcebú te cosí los ojos, que es lo que debería de hacer a (nombre de la persona) para que no tenga sosiego ni descanso en parte alguna del mundo sin mi compañía, y ande ciego para todas las mujeres/hombres. Véame únicamente a mí y en mí solo tenga su pensamiento. (Nombre de la persona) aquí estás preso y amarrado sin que veas el sol ni la luna hasta que no me ames. De aquí no te soltaré; aquí estás cautivo, preso; así como lo está este sapo”.

FUENTE: Marta R., otros.

CABALLOS DE FUEGO Y GLORIA EN SANLÚCAR DE BARRAMEDA

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Me entremezclo, dejándome engullir por el ambiente, en medio de la gente que anualmente acude a las playas de Sanlúcar de Barrameda a presenciar un evento de enorme belleza plástica que invade e inunda nuestras pupilas de los ojos con una paleta de infinitud de vivos colores, armonizados bajo la batuta de una briza suave de poniente.
Mientras los cascos de los caballos retumban en nuestros corazones, pasando veloces en pos de la efímera gloria, no puedo evitar pensar en el dios Febo.
La mitología cuenta que para descansar, el Dios Febo desenganchaba los caballos de fuego de su carroza al llegar a las costas de Sanlúcar.
Febo, dios del sol, estaba encargado de dar luz y calor a la Tierra. Sobre su carro esplendente- tirado por caballos indómitos que sólo obedecían a su auriga- recorría diariamente la amplia ruta del espacio. Los rayos ardientes del carro pasaban a una justa distancia de la superficie de la tierra. El curso era regular, de oriente a occidente, y la luz y el calor, nunca excesivos, maduraban las mieses y hacían felices a los hombres. Entre éstos vivía entonces Faetón, gallardo hijo de Febo y su esposa Climena, cuyo corazón rebosaba de orgullo cuando veía pasar en lo alto el espléndido carro de su padre. Éste no podía detenerse nunca para hacer una caricia a su hijo; ni siquiera una mirada podía dirigirle, ocupado siempre en conducir sus indómitos corceles.
Faetón no se consolaba de esta falta de consideración de su padre. En más de una ocasión fue ridiculizado por los hombres, quienes sospechaban que la paternidad de Febo era pura fábula y mentira. Para demostrar al mundo que él era, efectivamente, hijo del dios del sol, el joven se presentó a éste, en su morada celestial.
Febo recibió a su hijo en su sala esplendente, sentado en su trono de luz, acompañado de las cuatro Estaciones y circundado por las veinticuatro doncellas de las Horas.
-¿Qué ocurre, hijo?- preguntó el dios a Faetón- ¿Qué pena te apesadumbra? ¿Qué te falta allá, sobre la Tierra?
-Padre mío: tu indiferencia hacia mí cuando pasas, guiando tus corceles por la ruta del cielo, hace pensar a los hombres que no es cierto que soy hijo tuyo. Necesito demostrarles que están en un error. A decir verdad, yo mismo dudo a veces de que seas realmente mi padre.
-¡No lo dudes, Faetón! Tú eres hijo mío, te lo aseguro. Para darte una prueba de ello, prometo concederte el don que me pidas.
-¿Cualquiera que sea mi deseo?
– Cualquier deseo tuyo será satisfecho, hijo mío; habla.
– Pues bien, quiero ver lo que ningún ojo humano ha visto hasta ahora: la esfera de cristal del Universo desde la ruta que recorres diariamente en la bóveda del cielo. Quiero subir sobre tu carro de luz y guiar un día entero tus veloces caballos.

Al oír tales palabras, Febo se arrepintió de haber prometido que iba a acceder a cualquier petición de su hijo. No podía permitir que éste corriera el riesgo de una catástrofe, provocando un desastre irreparable.
-Hijo mío-exclamó el dios en tono persuasivo-: no tienes idea de lo que significa regir esos corceles para que no se aparten de la ruta fijada. Son caballos indómitos, que sólo la mano de un dios puede sujetar.
Faetón meneó la cabeza. Quería significar que ninguna razón podía apartarlo de su propósito. Debía concedérsele lo prometido.
-¿No comprendes, hijo, que un solo momento de descuido, un instante de debilidad, hará que el carro se desvíe de la ruta? Un pequeño alejamiento de la Tierra provocaría la muerte de todos los seres vivos por falta de calor; una pequeña aproximación secaría los arroyos, los ríos, los mares y todas las fuentes quedan vida a las plantas, a los animales y a los hombres.
Ni los argumentos ni el tono doliente y persuasivo de Febo conmovieron al terco joven.
-Quiero demostrar a los hombres que soy digno hijo del dios del sol. Estoy seguro de que guiaré con firmeza tus caballos.

Agotados todos los argumentos, Febo recurrió a los ruegos y súplicas; pero Faetón mantuvo firmemente su decisión. La promesa debía ser cumplida.
A la hora señalada por Zeus desde los tiempos más remotos, el carro del sol estaba listo para emprender la diaria carrera por el firmamento. En el momento en que el joven empuñó las riendas, Febo, temeroso de lo que pudiera hacer su hijo, le hizo las últimas recomendaciones.
-Espero que Zeus te dé fuerzas para mantener sujetos a los caballos durante la jornada entera. No descuides ni un instante las riendas. No te distraigas y, sobre todo, no trates de mirar hacia abajo.
Faetón ardía de impaciencia. Con las riendas en su puño firme, esperaba el minuto preciso del comienzo de la carrera. Estaba seguro de que el éxito coronaría felizmente su audaz empresa, logrando así la consideración y el respeto que le negaban los hombres.
Al comienzo, la carrera se desarrolló normalmente. Parecía que los caballos no habían advertido el cambio de auriga. El carro refulgente hora daba las sombras, y los caballos seguían la ruta acostumbrada.
«Ahora se despiertan los pájaros en sus nidos. A mi paso me saludan las aves con sus cantos. Todos los elementos de la tierra elevan hacia mí himnos de gracia. Ellos no saben, ni pueden imaginarse, que no es Febo el que guía hoy el carro del sol».

Así iba pensando Faetón mientras los corceles, regidos por las riendas tensas, seguían por la ruta del cielo. El joven se imaginaba el espectáculo que a su paso se desarrollaba sobre la Tierra, cintas de ríos y arroyos centelleantes, brillo de olas marinas, verde de praderas inmensas, juego de nubes y trabajo fecundo de hombres laboriosos. ¡Qué hermoso debía ser ese espectáculo visto desde las alturas! Y en un momento de debilidad, en un instante de olvido de las recomendaciones paternas, el inexperto auriga dirigió la mirada hacia abajo. Fue un momento, más breve que el zigzaguear de un relámpago. Una de las riendas quedó floja; uno de los corceles lo advirtió y se separó lateralmente; los otros fueron atraídos por el primero, y el carro se desvió de la ruta.
Faetón quiso enderezar el curso para tomar el rumbo cierto, pero sus brazos no tuvieron fuerza suficiente para ello. Los corceles siguieron apartándose, indóciles al puño que los regía.

Cuando el carro del sol se acercó a la Tierra, vastas regiones ardieron de súbito. Campos y ciudades fueron presa de las llamas, y en poco tiempo, cultivos, arboledas, aldeas y urbes se transformaron en ceniza. Grandes humaredas se elevaron al cielo, y Faetón se desesperaba al comprobar la inutilidad de sus esfuerzos. Aferrado a las riendas, veía con espanto que los caballos se alejaban ahora de la tierra. Un frío intenso sembró la muerte sobre vastas regiones. Ni plantas ni animales sobrevivieron en ellas. Los hombres corrían despavoridos en busca de los rayos del sol, pero éstos eran tan débiles por su lejanía, que el calor era insuficiente para mantener la vida.
Cuando Zeus, advertido del curso irregular del carro del sol, vio desde su trono que era una mano inexperta la que empuñaba las riendas, tomó uno de sus rayos y lo lanzó al espacio.
El rayo golpeó en pleno pecho al audaz auriga, y éste soltó las riendas y se precipitó en el vacío. El carro del sol se detuvo un momento, y Febo volvió a ocupar supuesto. Todo volvió a su quicio, la vida de la Tierra retomó su curso normal, y el desastre ocurrido asumió el carácter de un incidente pasajero. Pero en el país de Faetón persistió el recuerdo de su audaz empresa.

En la desembocadura del rio Guadalquivir, entre el horizonte del Parque de Doñana y el Paseo Marítimo, es el magnífico escenario en que discurren las Carreras de Caballos de Sanlúcar de Barrameda.
Tradicionalmente se ha admitido que el origen de las «Carreras de Caballos en la playa de Sanlúcar de Barrameda» estuvo en las competiciones informales que realizaban los dueños de ganado equino que era utilizado para el transporte de pescado desde el antiguo puerto de Bajo de Guía hasta los mercados locales y de poblaciones cercanas.
El espectáculo suele empezar sobre las seis y media de la tarde y concluye en torno a las nueve y media de la noche con más de 35.000 personas disfrutando del momento: la puesta de sol, con los pura sangre galopando por la orilla y Doñana al fondo.
Las casas de apuestas infantiles también compiten por ser las más originales. El objetivo del concurso, decidir qué niño posee la caseta más original de todo el ancho de La Pileta, La Calzada y Bajo Guía.
Casi todos los niños obsequian a los apostantes con unas gominolas. Todas las pujanzas se sitúan entre los cinco céntimos y el euro, un precio simbólico, motivo de alegría. No es extraño ver a adultos celebrando el éxito de su predicción, siempre junto a las casetas infantiles que les han dotado de ese momento de ilusión.

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MISTERIOS EN LA DESEMBOCADURA DEL GUADALQUIVIR

Fantasmas y apariciones del Palacio de Orleáns-Borbón y en el Castillo de  Santiago

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Si vamos a alborotar el avispero o meternos donde no se nos llama, lo mejor es ir preparados. El ritual de protección de la orden de los caballeros de Jerusalén te puede ayudar mucho, eso si, no implica que te libres, al cien por cien, de empotrarte en algún berenjenal morrocotudo. Esto del “mundo desconocido” o del “mas allá”, se las trae con poca gracia y salero.


(Ritual )

Cada día se implanta el interés por visitar de primera mano,  lugares con sucesos paranormales. El nuevo turismo de fantasmas se incrementa silenciosamente, soterrado bajo la adrenalina que mueve. Las joyitas del turismo de fantasmas en la provincia de Cádiz, las encontramos en Sanlúcar de Barrameda.
Al ya tratado aquí:  “LA DAMA BLANCA Y EL HOTEL CON ENCANTO EN SANLÚCAR DE BARRAMEDA” https://eltrotedelaculebra.wordpress.com/category/la-dama-blanca-y-el-hotel-con-encanto-en-sanlucar-de-barrameda/      es de obligado abordaje, inmiscuirnos en  el Palacio de Orleans-Borbón y en el Castillo de Santiago.


A nadie del lugar escapa que el fantasma de Don Alfonso d’Orleans-Borbón Principe d’Orléans (1912-1936), campea a sus anchas por las dependencias del palacio, se le suele ver por alguna de las estancias del que fuera palacio familiar y hoy Casa Consistorial. Te puedes cruzar con él en las escaleras  que van a la planta alta o en los jardines, especialmente junto a los dragos.
Era de todos conocido que la Infanta Beatriz veía con frecuencia a su hijo muerto en la guerra, con el que, según contaba, mantenía conversaciones de lo más banales. Algunos miembros del servicio de palacio, sobre todo los más ancianos, también afirmaban haberse encontrado con él cerca de los aposentos que había ocupado en vida, aunque nunca le oyeron pronunciar una palabra.
José Luis de Vilallonga se casó en Sanlúcar de Barrameda y se quedó en el Palacio de Orleans. El caso es que, vestido ya para la ceremonia, empezó a bajar por las escaleras para reunirse con doña Beatriz, del brazo de la cual tenía que entrar en la iglesia. Estaba ya en los últimos peldaños cuando salió a su encuentro Don Alfonso, con su guerrera inmaculada y sus alas de aviador.


(Palacio de Orleáns-Borbón)

  • Métete en cualquier sitio – dijo -, porque ahora va a bajar Pip y trae mala suerte ver a la novia antes de la boda. Sin esperar respuesta dio media vuelta y desapareció. Aquel aviador se parecía a don Álvaro, pero no era don Álvaro. Era el otro hijo abatido durante la contienda. Cuando minutos después se encontró con doña Beatriz, no pudo contenerse y le dijo en voz baja:
  • Yo también lo he visto.

La Infanta no se inmutó. Ni siquiera preguntó a quién había visto. Lo daba por entendido.

Podríamos definir el término «FANTASMA» como la representación visual, acústica o táctil del cuerpo no físico de una persona fallecida que, por diferentes motivos o circunstancias de su transitar como ser humano por el mundo de la vida, se ve aferrado a la misma bajo otra forma de existencia no física, manifestándose de diferentes formas ante seres humanos (familiares o amigos dependiendo del grado de vinculación entre ellos u otras personas y desconocidas para éste ente) y en determinados lugares dependiendo de la carga psíquica existente para ellos y en ellos.
Los fantasmas o espectros son polémicos fenómenos que admiten numerosas definiciones. Pueden ser calificados como:
1) El alma o espíritu de una persona muerta, que frecuenta algún lugar que tenía gran significación emocional durante su vida pasada.
2) La personalidad que adquiere un ser humano después de fallecido, aún atado a la vida.
3) Una clase de memoria psíquica de cierto ser o cosa muerta o destruida pero que sigue existiendo, en una forma semi-corpórea.

(Palacio de Orleáns-Borbón)

De acuerdo con los diversos testimonios divulgados, los fantasmas suelen tomar la forma de seres humanos, de animales e incluso de vehículos. Existen registros acerca de fantasmas -generalmente, de seres humanos difuntos- en la mayoría de las culturas de todo el mundo. Pero no hay consenso acerca de si los fantasmas son proyecciones de la imaginación o tienen existencia objetiva.
El Castillo de Santiago fue construido entre 1468 y 1492, es decir, a finales de la Edad Media, por el II Duque de Medina Sidonia: Don Enrique Pérez de Guzmán y Fonseca el Magnífico.


(Castillo de  Santiago)

Los fenómenos que a menudo suceden en su interior son verdaderamente anómalos. En el bar -restaurante llamado “La Cantina de la Guardia”, del interior del castillo, revientan en él las bombillas, sin ton ni son, y las velas que adornan sus mesas se encienden espontáneamente. Durante la jornada laboral, el primero en llegar al restaurante es el cocinero, encontrando en algunas ocasiones música en el interior y a todo volumen. Una señora cliente que se hallaba disfrutando de la buena comida, tuvo necesidad de ir a los servicios para aliviar el vientre pero al poco rato se la vio salir en polvareda, con cara desencajada, pidiendo la cuenta y diciendo que había escuchado gritos de dolor y padecido mucho miedo. A lo anterior hay que sumar las quejas reiteradas, formuladas por algunas personas asistentes a las salas de exposiciones, al ver figuras extrañas en las ventanas poco amigables.


Para los amantes del misterio este castillo es cita obligada, no les dejará impasibles, se lo aseguro.


 (Dragos, jardines del Palacio de Orleáns-Borbón)


 (Palacio de Orleáns-Borbón)


  (Palacio de Orleáns-Borbón)


(Castillo de  Santiago)


(Castillo de  Santiago)


(Castillo de  Santiago)

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PASO DEL GUADALQUIVIR


Se despereza la barcaza, levantan la rampa de acceso, los motores rugen, emergen turbulencias en las aguas y todo se estremece aparatosamente. La barcaza de la armada española que transporta peregrinos del Rocío, de una a orilla a otra del rio, es atendida por marinos vestidos de azul, descendientes de aquellos bajitos mal encarados y con muy mala leche que tanto pánico sembraron con sus abordajes temerarios entre los barcos enemigos. Los mismos que hicieron “cantar la gallina” a los ingleses en Cartagena de Indias capitaneados por el “medio hombre”, D. Blas de Lezo.


De este lugar donde me encuentro, partió Magallanes  en 1519 con una tripulación de 265 hombres de distintas razas y nacionalidades, regresando tres años después  Juan Sebastián Elcano con la nave Concepción y tan solo 18 hombres. Habían confirmado la esfericidad de la Tierra y completado la primera vuelta al mundo.
La peregrinación es una de las formas de viajar más antiguas y tiene unas dimensiones espirituales entroncadas con las raíces comunes de la conciencia colectiva de la mayor parte de las sociedades. La romería es un sitio único para ahondar en las características esenciales de la cultura Andaluza. El cruce en barcazas del río Guadalquivir con sus carretas, caballos es uno de los momentos más especiales para las hermandades gaditanas, que atraviesan el río, en dos jornadas por las que circulan por este paraje casi 10.000 personas.


El fenómeno rociero se caracteriza por su autenticidad frente a otros aspectos más economicistas de otros modelos de Turismo religioso, como por ejemplo el que tiene lugar en Lourdes, Fátima, Roma o Santiago de Compostela, por poner algunos ejemplos, en los que predominan aspectos más económicos de otros modelos de Turismo religioso.
Aquí se produce una cohesión social y cultural que permite que el grupo realice el ritual de la peregrinación rociera año tras año y transmita ciertos valores (hermandad, altruismo, comunicación, etc.) que son los que convierten la misma en un paradigma dentro del mundo de las peregrinaciones católicas. El Rocío es pues un fenómeno social y turístico privilegiado, porque en él confluyen los tres sentidos del concepto de patrimonio: el artístico, el cultural etnológico y el natural.


Me hacen gracia entre los rocieros los llamados “Planchaos” que son aquel  grupo de hermanos que nunca aparecen en los actos y cultos de la hermandad y que cuando surgen lo hacen para hacerse notar y presumir. Normalmente vienen muy limpitos y maqueados. Su fin lucimiento, se la dan de muy rocieros con sus plantas y sus cantes; pero a la hora de la misa, del rosario, del ángelus… desaparecen. Ahora si, en el momento de las presentaciones y actos públicos están los primeros luciendo palmito.
El Guadalquivir, este mítico rio del rey Argantonio, representa nuestro paso por la vida, y en ocasiones el paso hacia otro plano astral. Guarda  la magia de un lugar sagrado, y en su punto más concurrido como en el que nos encontramos, comparte su vivencia que no deja a nadie indiferente. Estamos inmersos en un viaje al corazón sagrado de la peregrinación tartésica, donde se practican sorprendentes ceremonias y rituales milenarios soterrados.


Pasar el Guadalquivir en la romería del Rocío, lleva a cabo un proceso de transformación donde va uno muriendo a determinados estadios para nacer a otros.
A igual que hay que sacar aire a las ruedas de las carretas para que estas se agarren y afiancen  en la arena, nosotros debemos dejar en la orilla los “egos” plañideros de nuestro “yo” y cruzar el rio sabedores que al final del camino renaceremos como persona “nueva”. Naturalmente el precio a pagar es alto y durante el trayecto las penalidades son muchas. Hay que estar bien preparados, las mortificaciones son abundantes.
Desde el punto de vista espiritual, pasar el rio e introducirnos en  el camino no es nunca la mera traslación en el espacio, sino la tensión de búsqueda y de cambio que determina el movimiento y la experiencia que se deriva del mismo, en donde hacer el camino no es nunca una huida, ni un sometimiento, es evolución…  es buscar. El rociero sufre un proceso iniciático, es decir de transformación.


Este “viaje” es fiesta, romería, camino, amor, anécdota, chanza y vino. Y también es lágrima, desazón, sudor, cansancio, súplica, sentimientos y privaciones. Y, aún más, es bullicio, soledad, ilusión, desesperanza, hambre, hartazgo, tristeza… catarsis, estrépito, fracaso mezquindad, largueza…. fuerza, olores, calor, día, noche y sombras. Lo demás son imperfecciones.
En el entorno privilegiado de Doñana, la peregrinación se transforma en Romería y estalla en color, hermandad, nostalgia por las ausencias, alegrías, tristezas etc., conformando un universo, mezcla entre lo religioso y lo pagano, difícil de controlar por parte de la jerarquía católica.  El camino al Rocio se puede considerar como una expresión genuina de la religiosidad de muchos andaluces.

ENCUENTRO CON EL “ESPIRITU” DESENCARNADO DE LA DUQUESITA


En España se vive bien pero en Andalucía mucho mejor y lo que es en Cádiz ya es una jartá. A la vuelta de un recoveco callejero me topo de narices con una placa que dice: “El Excmo. Arzobispo de Sevilla, don Luis de Salcedo y Azcona concedió cuarenta días de indulgencias a todas las personas que con devoción rezare un credo  delante de este santísimo cristo de las aguas. En 28 de 1727”.


Obedientemente rezo el credo más un padre nuestro y tres aves marías de propina por si no es suficiente, contando con aquello de la inflación. Me pregunto si esos cuarenta días cotizan para el paro o la jubilación.


Es tarde para desayunar y temprano para mojar mi cuerpo serrano con manzanilla “pasada”, me decanto por un cafelito con leche.
De un momento a otro y, en un instante no calculado, se acentúa un fuerte olor a  azahar y melocotón, mientras los gorriones saltan a mi vera y las golondrinas efectúan mil piruetas de vuelo rasante sobre mi cabeza

–Hola Eduardo
Así me saluda una mujer menuda y arrugada.
–¿Sabes quién soy?
Después de mirarla con fija atención, contesto que si.
La señora se sienta a la mesa en donde me encuentro. Sacando y encendiendo ella un pitillo (no sabía que en la otra vida se permitía fumar), entabla conversación. Tiene las piernas entrecruzadas, una mano descansa sobre su regazo mientras su cuerpo está inclinado hacia adelante. Su voz es clara, agradable, con rico vocabulario, se nota acento del sur más aires de marisma. Viste pantalón, una blusa y a pesar del calor tiene sobre si una rebeca. El calzado es plano y de piel, sin ninguna floritura. Su cabello lo lleva muy cuidado resaltando un especial brillo. Las manos son huesudas y acompaña las palabras con ellas. Sus dedos tan solo transportan una sola y discreta sortija, son largos y diáfanos.
Hablamos, entonces, de lo mundano y de lo divino, sin faltar el buen humor entre nosotros.
Se prodiga en juicios de opinión, muy contundentes y claros, siempre acompañándose de una placentera y pícara sonrisa.

“Si quieres dominar y controlar a la gente, mantenla en la ignorancia e inyéctales el miedo. Desde muchas atalayas se dispara constantemente y a quema ropa con estas dos premisas, de tal modo que la gente termina creyendo irremediablemente que esto es una realidad. No conviene que se sepa sobre la muerte y los diferentes planos de existencia, la clase minoritaria dominante perdería una gran basa, especialmente la religiosa establecida y oficial. Mejor invertir en tonterías como películas de zombis que tanto pululan y que la juventud traga enteras sin llegar a pensar en el daño que así mismo se causan”.
Nosotros estamos rodeados incesantemente, sin darnos cuenta de ello, por espíritus desencarnados, ocupándose de aquello que les interesa según su estado de progreso. La influencia que podamos recibir de los espíritus estará en consonancia con el estado moral y evolutivo de nuestro Espíritu.
El espíritu no es en modo alguno un ser abstracto e indefinido, que sólo la mente puede concebir. Es un Ser real y circunscrito, que en ciertos casos se vuelve perceptible para los sentidos de la vista, el oído y el tacto. Con un poco de suerte y no fijando la perspectiva, usted podrá muy ver y percibir estos seres que están en otros planos de existencia. Si logra desaprender la realidad que nos han inculcado, es mas que seguro que establecerá comunicación con ellos.


Los espíritus desencarnados que están en un plano cercano al físico-material, no necesariamente se encuentran por sus apegos a la materia o cumpliendo un castigo, como machaconamente se repite desde todos los púlpitos habidos y por haber.  Ellos tienen la facilidad de ver nuestro mundo de forma más clara, nuestro pasado y nuestro futuro.
Cuanto más sensible es el individuo, mayores posibilidades tiene de captar las vibraciones. El espacio está repleto de esas vibraciones, que son diferentes unas de las otras; cada vibración percibida puede producir una revelación o fenómeno correspondiente. La retina del ojo humano aprehende vibración de luz solar, pero no las de la luz astral, a no ser cuando interviene a través del fenómeno muy conocido de la “clarividencia”.
El que me diga a mí que el mundo de los  espíritus no es real, soy capaz de corretear a escobazos por imprudente.

LA PUERTA DEL CIELO, ANGELES Y ALMAS DEL PURGATORIO


(Puerta del Cielo,Sanlúcar de Barrameda, Iglesia de los Franciscanos)

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Cuando niño tenía cierta gran preocupación que me perseguía por todos los rincones de mi infancia y consistía, una vez descartado el cielo, no llegar a ser lo suficientemente malo para no poder ir al infierno.
Había en casa de mis padres, un cuadro del cual solo recuerdo, borrosamente, varias imágenes de almas del purgatorio achicharrándose mientras rezaban o cantaban bobaliconamente. Eso de estar en la barbacoa, vuelta y vuelta, a fuego eterno cantando, como que no era lo mío. A la par y, por aquel entonces,  no me alcanzaban los dedos para contar los ángeles y arcángeles que Dios tenía a su disposición, aunque no sabía a ciencia cierta en qué les eran útiles, si el mandamás en la Tierra era “el patas” o el demonio.
A estas dos preocupaciones infantiles se le sumaban: el cómo serían las puertas del cielo, las mismas que nunca traspasará por estar irremediablemente en pecado, sin salvación o redención posible, debido a una descontrolada y reiterativa obsesión por las “manuelas” monumentales de la madre de uno de mis compañeritos de juegos. Vicio del que no he podido despegarme ni aun llegando a viejo. Todo lo contrario, me temo que se intensifica arribada la primavera con sus olores de azahar y los calores, preámbulos del verano.
Lo anterior viene a cuento porque andando y desandando entre cirios, inciensos e iglesias he descubierto dos obras de arte muy especiales no obstante que su estado de conservación dista mucho de ser el más adecuado. Más toparme con la mismísima puerta del cielo, si bien me temo cerrada a cal y canto para este que les habla.


“HERARCHA ANGELORUM” (XVII)  Iglesia de San Nicolás, Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. Una de las pinturas más curiosas de la parroquia de San Nicolás es la que representa las distintas familias jerárquicas de los ángeles.
Un conocimiento que hasta el siglo pasado estaba sólo restringido a los círculos esotéricos secretos, ha revelado que según la cábala hebrea, existen 72 atributos o cualidades que rodean a Dios y que están a disposición de los hombres para atender sus necesidades evolutivas. Son los 72 ángeles o genios, cada uno de los cuales tienen un nombre ritual, y según la cábala se relaciona con una energía zodiacal determinada y debe ser invocado en estrictos horarios planetarios. A cada ángel se le atribuye también una invocación precisa, que es un salmo del Antiguo Testamento, haciéndose presente en forma inmediata ante este llamado.
Los Ángeles son los intermediarios entre Dios y los hombres por lo tanto, para traer a la tierra el mensaje divino requieren de alas; de este modo pueden «moverse» entre el cielo y la tierra. Así es como el hombre se los ha imaginado, así es como se facilita su comprensión: a través de la figura antropomorfa alada.
Esta marabunta de información angelical está llevando a muchas personas a descreer en los Ángeles, a tomarlos menos en serio, como una faceta más de la tristemente New Age. Y precisamente, en cuanto a los Arcángeles, tenemos mucha más confusión, errores y despiste.
Las tres principales religiones del mundo occidental (judaísmo, cristianismo e islamismo), así como prácticamente todos los sistemas de creencias religiosas del mundo entero, incluyen a seres celestiales en sus cosmologías. Los ángeles, como los humanos, pertenecen a familias o grupos que se diferencian por sus niveles vibratorios. En las jerarquías angélicas lo superior se entiende no como «mejor» sino como más sutil. Los textos de ángeles más conocidos los disponen en tres «esferas» o «coros», ya que sus voces cantan alabanzas a la Creación componiendo la «música de las esferas«, explicada en los textos herméticos como la vibración básica del Universo. Comenzando por los más próximos a Dios y terminando con los más cercanos al mundo físico.
No hay una manera correcta de percibir a los ángeles. Se manifiestan de mil modos diferentes a diferentes personas, con apariencias que son sumamente personales según cada individuo. Se comunican con nosotros en nuestros sueños, normalmente los vemos como figuras sabias o protectoras que nos prestan consejo o ayuda o simplemente nos hacen felices con su sola presencia; pero a veces los vemos como ángeles en la imagen de seres perfectos, espléndidos y de una belleza absolutamente pura. Durante las horas de vigilia también podemos percibirlos bajo determinadas circunstancias. Algunas personas sienten su presencia físicamente, como un escalofrío o un cosquilleo en la nuca, como «piel de gallina» en los brazos o como una sensación de calor más o menos intensa; algunos pueden ver fugazmente alguna luz, una figura alada, simplemente algún desconocido que les resulta extrañamente familiar, otros pueden escuchar sonidos sutiles como campanitas o percibir un perfume o aroma agradable sin ningún motivo aparente. Las apariciones inesperadas de ciertos animales o las sincronicidades que nos llevan a leer mensajes que forman parte de otros contextos como anuncios o titulares de periódicos, son también subterfugios que utilizan nuestros ángeles para entrar en contacto con nosotros.


(Las Ánimas Benditas del Purgatorio, Sanlúcar de Barrameda)

Las Ánimas benditas según los mitos y leyendas gaditanas son espíritus que vagan en el plano terrenal. Son las almas de las personas que han muerto sin pecado mortal pero que han cometido pecados leves no perdonados o, graves ya perdonados en vida pero sin satisfacción penitencial de parte del creyente, tienen que purificarse de esas manchas a causa de la pena temporal contraída para poder acceder a la visión beatífica de Dios.
Debido a que todo aquél que entra en el Purgatorio terminará entrando al Cielo tarde o temprano, el purgatorio no es una forma del Infierno. Las plegarias a Dios por los muertos, la celebración de eucaristías y las indulgencias pueden acortar la estadía de una o varias almas que estén en dicho estado.
El tipo de penas que se padecen son equivalentes a las del infierno, en el sentido que se siente la lejanía de Dios, pero no son eternas y purifican porque la persona no está empedernida en una opción por el mal. Por eso el Purgatorio es la purificación final de los elegidos, la última etapa de la santificación.
En la provincia de Cádiz, se trata de toda «alma» con algún pecado, que no ha realizado en vida la suficiente penitencia como para entrar directamente en el cielo.
Existen varias formas de «redención» en los pueblos gaditanos: Primero, ya sea encargándose la Misa a un sacerdote, u ofreciéndole mentalmente por un difunto. Segundo,  cuando comulgan (reciben a Cristo), pueden ofrecerlo por reparación de las almas que les falta algo por purificar.
En Cádiz se pueden pedir favores a Las almas benditas del purgatorio, se trata, ni más ni menos, que de un peculiar chantaje a estas «almas errantes», favor con favor se paga…. El método es simple, se realiza una petición a las Ánimas, a cambio de rogar por su eterno descanso, llevarles flores, velas encendidas (que eleven su espíritu), quemar incienso.
«Oh, mis trece Ánimas Benditas, a ustedes pido por amor de Dios, que sea atendido mi ruego, Mis trece Animas Benditas, sabias y entendidas, a ustedes pido por la sangre que Jesús derramara, que mi ruego sea atendido. Mi Señor Jesucristo, que a ustedes protege, me cubra con vuestros brazos y proteja con vuestros ojos. Oh Dios de bondad, Tu que eres mi defensor en la vida y en la muerte, pido que me liberes de las dificultades que me afligen. Oh mis trece Animas Benditas, sabias y entendidas, alcanzadas las gracias que pido (peticion) quedare devota suyas y mandare publicar esta oración y rezar un Padrenuestros y un Avemarías durante trece días. Agradecida.»

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EL MUSEO MAS CUTRE DEL MUNDO

EL MUSEO MAS CUTRE DEL MUNDO: el entrañable museo del mar “Las Caracolas” en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz)

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La gente recoge las cosas más extrañas y algunos de ellos incluso acaban abriendo museos para mostrar al mundo sus logros increíbles. Claro que no se aprenden mucho sobre la historia o el arte, visitandolos, pero son definitivamente muy divertidos. En la mayoría de los casos, se trata de museos menores que no pueden compararse en nada con las grandes pinacotecas nacionales, pero que defienden su condición de colecciones únicas. Recuperan con nostalgia parte del pasado y la memoria colectiva.

Casi todos conocemos un buen número de grandes ciudades que a su vez acogen grandes museos que las distinguen y personalizan: Londres con su British Museum, Madrid y El Prado, Nueva York con el Metropolitan o San Petersburgo y su Hermitage. Todos ellos, enormes y sesudas instituciones que recogen, casi religiosamente, los tesoros artísticos y arqueológicos más importantes de la humanidad.


No sólo de grandes obras de arte vive la cultura. Cualquier cosa es digna de merecer un museo y por eso los hay para todos los gustos y en todos los sitios. Decenas de ciudades compiten por albergar los museos más estrambóticos y las colecciones más impactantes. El mundo del arte no sería lo mismo sin ellos.
Además, visitar estos lugares, que difícilmente figuran en las guías de turismo, implica muchas veces salirse de los itinerarios más convencionales, lo que permite la ventaja adicional de conocer poblaciones impensadas.


Estados Unidos está lleno de pequeños museos gestionados de forma familiar o por una única persona. Algunos de esos museos son casi ridículos, otros despiertan una sonrisa pero se mantienen, lamentablemente no es el caso del museo sanluqueño a quien los “cuerdos” quieren hacer desaparecer una vez fallecido su fundador.

Museo del Mar de Las Caracolas, en la calle del Truco, propiedad de José María Garrido — un antiguo marinero–, compuesto de recuerdos del mar, fotografías, monedas, fragmentos de ánforas, huesos de peces marinos.
Aquí se puede conocer el porqué de la idiosincrasia marinera. Desde lo alto del casco antiguo podemos contemplar el bosque de tejados de Sanlúcar y lo que este señor había convertido en la cubierta de un barco, con sus velas, su timón.
José María Garrido llegó a Sanlúcar angustiado porque un error suyo en una tormenta cercana provocó la muerte de su mejor amigo apodado el Candi. Los dos cayeron por la borda, José María (Pepe) no entendió por qué tuvo que ahogarse su amigo y él no, ya que el Candi era un experto nadador.
En esta población gaditana Pepe dejó sus huesos. Nadie, que no esté profundamente enamorado de la mar, puede ser capaz de dedicarse en cuerpo y alma al embellecimiento del único museo privado del mundo hecho por “amor”, del que se dice que no se buscaba tu dinero, sino tu oreja y tu asombro.

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EL MÁS OCULTO SECRETO TEMPLARIO EN ANDALUCÍA

EL MÁS OCULTO SECRETO TEMPLARIO EN ANDALUCÍA, LA SEPULTURA DE D. ALONSO FERNÁNDEZ DE LUGO Y GUTIÉRREZ DE ESCALANTE

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Una iglesia modesta andaluza nos depara el encuentro con una sepultura y lápida muy especial. Concretamente es la Iglesia de la Santísima Trinidad de Sanlúcar de Barrameda, conocida popularmente como Iglesia de la Trinidad.
Se describe esta como una iglesia pequeñita y blanca, característica principal de las iglesias de los pueblos marineros, construida fuera del recinto amurallado de Sanlúcar, y que servía de faro a los hombres de la mar, donde se cobijaban y rezaban sus oraciones cuando llegaban tarde y no podían entrar en la Villa. La Trinidad es el segundo templo más antiguo de Sanlúcar, tras la parroquia de Ntra. Sra. de la O y el primero que se construyó en el Barrio Bajo. Se trata de uno de los edificios religiosos más emblemáticos de la ciudad. Esta iglesia mudéjar fue edificada en el siglo XV (1440) en pleno centro histórico, siendo reformada en el siglo XVII.

Estamos muy de acuerdo con Hurtado García y Fernando Arroyo, cuando suponen que las lápidas son un recuerdo, para todos los que a ellas se acercan, de la persona que hay enterrada en esa tumba, por tanto entendemos que allí reposan los restos de un hombre que en su momento, y según el discernir de aquél que diseñó la lápida, encarnó el principio de la dualidad, al Hombre Verdadero, al «Sigilum Templi» en su más profunda acepción, puesto que además en lo alto están las dos cruces “patés”.
La lápida de Sanlúcar de Barrameda, es el documento mas claro en piedra de la posterior presencia del Temple, una vez abolido y perseguido a muerte.
El gnosticismo siempre ha sido y será tachado de herético por la autoridad eclesiástica. En la singular Iglesia de la Trinidad, estamos ante un iniciado en el esoterismo cristiano. Aunque la Iglesia católica no reconozca la existencia de enseñanzas esotéricas en la doctrina cristiana, y la realidad de una gnosis cristiana, simplemente aparenta que no le interesa.

La simbología de la lápida de D. Alonso Fernández de Lugo y Gutiérrez de Escalante nos depara las claves de interpretación del mensaje en la misma, aunque es naturalmente un ejercicio de análisis arduo que toma tiempo.
A pesar de muchas y variadas opiniones contradictorias, parece  ser que la lápida y el sarcófago siempre han estado en el mismo lugar, manteniendo su curiosa orientación respecto a la entrada y el altar mayor. La lápida en si, no cuenta con ningún especial cuidado de conservación y sufre las inclemencias de un “relativo” mal trato más un aparente abandono y consideración respecto a su incalculable valor.

Nuestra primera actuación es cerciorarnos de quien está realmente enterrado bajo la lápida templaría, o a quién pertenece la misma. Aclaramos, entonces, una grave confusión malentendida hasta el sol de hoy, al creer erróneamente en Sanlúcar, que es la tumba y lápida de D. Alonso Fernández de Lugo y de las Casas, General, Justicia y Primer Adelantado de Canarias, conquistador de Gran Canaria, Palma y Tenerife; Capitán General de las Costas de África, persona fallecida en  1525, cuyos restos se encuentran tras el altar mayor de la catedral de La Laguna (Canarias). Parece ser que este señor hizo en vida mil perrerías a los guanches y por esto  para los canarios no es santo de mucha devoción. Los de La Laguna, cuando de pequeños iban a dicho templo o catedral de La Laguna, siempre recitaban aquellos famosos versos que decían: «Aquí yacen, según dice / Seño Juan el campanero, / los restos del bandolero / que conquistó Tenerife«.

El año 1441 D. Alonso Fernández de Lugo y Gutiérrez de Escalante y su mujer Catalina Martínez de Luna, fundan la iglesia y hospital de la Santa Caridad y Obras de Misericordia, fuera del recinto amurallado de la villa de Sanlúcar, a poca distancia de los jardines del palacio de los duques de Medina  Sidonia, dedicándolo especialmente a pobres transeúntes que pasaban a Canarias.
La documentación dice Muere en Sanlúcar en 1450 D. Alonso Fernández de Lugo y Gutiérrez de Escalante, fundador de la iglesia, hospital y cofradía de la Santísima Trinidad. Está enterrado al pie de las gradas del altar mayor de dicha iglesia, bajo una losa azulada con su busto en relieve”. El año de su muerte lo corrobora la propia lápida pudiéndose leer la inscripción «SENOR AVED MERCED DE ESTE TU SIERVO ALONSO DE LUGO QUE FIZO ESTE AL-BERGUE PARA LOS QUE DESECHAN EL MUNDO PASO ANO DE MCCCCL».

Los templarios otorgaban especial importancia a la cruz de ocho puntas, denominada heraldicamente “Cruz de las Ocho Beatitudes” o “Bienaventuranzas”, que según diversos autores contenía en sí el alfabeto secreto de la Orden. La cruz de ocho puntas, incluida en un polígono, producirá un octógono.  Así pues, dicha cruz serviría como símbolo base para el trazado octogonal en la planta de las capillas mistéricas templarios. En este plano arquitectónico, al signo mediador del “8”, los caballeros constructores añadían la significación central de la cruz, la Unidad, invisible en la construcción material pero sin la cual ésta no existiría.
Los templarios o los cátaros representaron su saber a través de un simbolismo iconográfico destinado a la transmisión iniciática, a la comprensión de los iniciados, no precisamente a los analfabetos. Es la estructura cruciforme de ocho puntas – dos por cada brazo de una cruz griega de aspas iguales – sobre la que, supuestamente, está basado un alfabeto secreto que emplearon los templarios para dar cuenta cabal y críptica de sus transacciones comerciales y de determinados mensajes confidenciales. Las letras en este alfabeto, estarían representadas por ángulos y puntos determinados por la estructura misma de la cruz y podrían ser leídos mediante un módulo en forma de medalla que algunos caballeros portaban pendiente del cuello. Sin necesidad de que hayamos de conceder credibilidad absoluta a esta suposición, no cabe duda de que un alfabeto de esta clase o muy parecido fue utilizado por las logias de constructores medievales.

En 1314 el papa Clemente V suprimió la rica y poderosa orden del Temple. En 1319 el rey Don Dinis asignó las propiedades portuguesas y privilegios de los templarios a la recién fundada Orden de Cristo, que se convirtió así en la continuación del Temple en Portugal. No obstante, la Orden de Cristo mantenía una fuerte vinculación con la corona portuguesa, que se arrogó desde el principio el derecho a nombrar el Gran Maestre. Eso, junto al abandono de la Regla del Temple, en cuanto a nombramiento de cargos, normas de ingreso e independencia frente al poder secular, permite considerar a la Orden de Cristo como una sucesión del Temple en un aspecto meramente formal, a fin de dar cabida al enorme potencial humano y recursos económicos de los caballeros templarios, fundamentales para mantener Portugal a salvo de invasiones o incursiones enemigas.

Después de la soberana chamusquina que hicieron con el Temple, los caballeros que huyeron a otros países formaron nuevas órdenes como por ejemplo: en Portugal la de Cristo, en Finlandia la de San Andrés, en España la Montesa
No es de extrañar que D. Alonso Fernández de Lugo y Gutiérrez de Escalante fuera Comendador de la Orden de los Caballeros de Cristo. La Orden de Cristo es una orden militar portuguesa, heredera del Temple en esta nación.

Otro detalle que refuerza esta teoría, que no es otra que el expresar el caballero en la lápida, su condición de iniciado, es que el personaje elegido para representarle emprende la obra alquímica trabajando con tres principios y cuatro elementos, simbolizados en las tres patas, en el que sólo uno de los rabos de los dos canes se alza entre las piernas del Mago o Alquimista
Los dos ángeles y el Alfa y Omega, el Principio y el Fin, recordando al Mago, lo que él ya sabe: que hoy es el primero y el último día de la Creación, un proceso al que se suma el alquimista, cooperando con el Creador.

El mago, es en resumen, un símbolo de inicio y representa a un individuo capaz de transformar la realidad mediante energías sutiles, a través de los ciclos naturales. Mago el nombre Hebreo equivalente a “Soy” y se le atribuye como sephirat a Kether, la corona. Su sombrero, al igual que la corona, es un objeto circular, cóncavo, colocado sobre la parte más alta del cuerpo humano, y en particular sobre los órganos del conocimiento (ojos, orejas y nariz) y del poder (la boca, con la que se expresa la voluntad), y que se presta tan bien para exprimir un simbolismo de tipo cósmico. La opinión más extendida es que la punta del sombrero funciona como la punta de una pirámide, de forma que el descenso de la energía que se condensa en un punto (el pico) va amplificando, evolucionando, fortificando, multiplicándose hasta que toma contacto con el chacra coronario y por ende a todo el sistema energético de nuestro cuerpo. Como tal, el sombrero es signo de energías superiores, aquellas que se ubican simbólicamente sobre la cabeza, y en este sentido se relaciona con la corona. Como sirve para resguardar del sol, el aire y el agua, es símbolo de protección. Además, el sombrero funciona como protección del cuerpo etérico, si se consagra como tal. La punta hacia arriba, como por ejemplo los cipreses en los cementerios, tiene la finalidad de hacer que la energía acumulada en la tierra ascienda. Se supone, en todo caso, cada operante debe consagrar su sombrero para el fin que sienta y crea necesario, ya sea cónico, plano, un tocado con capucha u optar por un simple pañuelo puesto en la cabeza.

La Historia ha sido muy distorsionada. El encuentro de la lápida es la punta del iceberg, en ella hay muchos mensajes ocultos referidos a datos e informaciones concretas. Encontramos las claves de muchos de los misterios que son clasificados como secretos. Especialmente nos incita a descubrir la realidad o la fantasía de lo que sucedió con los templarios. No pretendemos demonizar ni beatificar. No hay que ensalzar a nadie.

LA DORMICIÓN DE LA VIRGEN GADITANA

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Menudo lío es todo esto, y yo con pocas ganas de entenderlo, mis neuronas se resisten, mientras echan chispas a destajo. En el convento de las Carmelitas Descalzas, una de las edificaciones mas sobresalientes de Sanlúcar de Barrameda, destaca la impresionante figura que representa la “Dormición de la Virgen”.
La representación del cuerpo de la mujer en el imaginario simbólico cristiano ha ocupado habitualmente dos posiciones extremas: máxima exaltación y máxima degradación, lugar de santidad o lugar de pecado, virgen o prostituta. El cuerpo de María, «la Virgen», como madre de Cristo, obtiene una consideración excepcional. La liturgia se dirige a ella como «Tú sola entre las mujeres», y la fe e imaginación populares no podían resignarse a que su destino terreno fuera el común al resto de los mortales. Por ello, ya desde los primeros siglos comenzaron a circular relatos y leyendas al respecto. Las más antiguas toman la forma de la dormición (el cuerpo de María, separado de su alma, habría sido transportado a un lugar oculto, preservado de la corrupción, en espera de la resurrección final).

La palabra ‘dormición’, que se usa principalmente en la Iglesia griega no debe llevarnos a confusión pues significa la muerte de la Virgen María. La muerte no es condición esencial para la Asunción. Y es sabido, también, que el Dogma de la Asunción no dejó definido si murió realmente la Santísima Virgen. Lo que verdaderamente era importante, es que María subió a los Cielos gloriosa en cuerpo y alma, soslayando el problema de si fue asunta al Cielo después de morir y resucitar, o si fue trasladada en cuerpo y alma al Cielo sin pasar por el trance de la muerte, como todos los demás mortales.

Hasta el Siglo IV no hay documento alguno escrito que hable de la creencia de la Iglesia, explícitamente, acerca de la Asunción de María. Sin embargo, cuando se comienza a escribir sobre ella, todos los autores siempre se refieren a una antigua tradición de los fieles sobre el asunto. Se hablaba ya en el Siglo II de la muerte de María, pero no se designaba con ese nombre de muerte, sino con el de “tránsito”, sueño o dormición, lo cual indica que la muerte de María no había sido como la de todos los demás hombres, sino que había tenido algo de particular. Porque aunque de todos los difuntos se decía que habían pasado a una vida mejor, no obstante para indicar ese paso se empleaba siempre la palabra murió, o por lo menos «se durmió en el Señor», pero nunca se le llamaba como a la de la Virgen así, especialmente, y como por antonomasia, el Tránsito, el Sueño.

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¿De qué género de muerte murió la Virgen Santísima? La Virgen no murió ni por martirio ni por muerte violenta; tampoco de enfermedad o vejez. Los teólogos afirman comúnmente que la Virgen murió a causa del ardoroso amor de Dios y del vehemente deseo y contemplación intensísima de las cosas celestiales.

No puedo evitar recordar la pintura Caravaggio, encargada por los carmelitas en 1605, siendo colocada en el retablo en 1606 para ser descolgada en 1607. Una obra revolucionaria para la iconografía, dando una versión completamente profana de la dormición de la Virgen. Aquí se nos presenta un velatorio, con el cadáver de la Virgen rodeado de las figuras auténticamente compungidas de los apóstoles. El cuerpo se halla mostrado de un modo completamente real, no en tránsito, sino muerto, con la carne ya macilenta e hinchada. Los apóstoles se encuentran dispuestos al modo de un relieve, situándose el cuerpo de la Virgen en sesgo. En este cuadro se aprecia una evolución dentro de la obra de Caravaggio, apareciendo numerosas figuras y mostrándonos un fondo bastante detallado. Esta obra fue un fracaso, considerándose como falta de decoro al correrse la voz de que se había inspirado para la figura de la Virgen en el cadáver de una prostituta ahogada en el Tíber.

Desde luego que en esto de la interpretación de los dogmas, no llueve a gusto de todos y menos tener la última palabra. Por el bien de mi alma, decido poner “punto final en boca”, y continuar el camino.

FUENTE DE LA VIDA: EL JARDÍN DE LAS PILETAS, SANLÚCAR DE BARRAMEDA

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Curioso este Sanlúcar al que poco a poco, día tras día,  voy escudriñando. En su momento por ser un sitio de gran tránsito de personas y mercancías,  Sanlúcar es nombrado por Cervantes en el capítulo II y III de la primera parte de El Quijote (1605), como un lugar de pícaros y ladrones: “Pensó el huésped que el haberle llamado castellano había sido por haberle parecido de los sanos de Castilla, aunque él era andaluz, y de los de la playa de Sanlúcar, no menos ladrón que Caco, ni menos maleante que estudiantado paje….”
En Sanlúcar se habla una variante del “andaluz” cuyas principales características son el seseo, el yeísmo, la sustitución de la [l] por la [r], la pérdida de la [d] y [r] finales, la pérdida o aspiración de la [s] final, extravío de la [d] intervocálica, la aspiración de la [j] y [g] y la frecuente aspiración de la [h]. Asimismo, la escasa tensión articulatoria, propia de los contextos de aspiración, propicia la relajación y la modificación de la mayoría de los grupos consonánticos.
También es predominante el uso del pronombre personal ustedes en lugar de vosotros, pero acompañado con la forma verbal correspondiente a la segunda persona del plural. De este modo se dice: ustedes vais a la playa o ustedes sois de Sanlúcar, en lugar de vosotros vais a la playa o vosotros sois de Sanlúcar. En este mismo sentido es corriente la sustitución del pronombre objeto os por se: venirse a mi casa en vez de veniros a mi casa. Además existe un rico léxico local.

El jardín de Las Piletas, espacio lúdico inseparable de la Sanlúcar romántica y regionalista, se mantuvo abierto al público hasta hace algunas décadas en que se cerró debido a su grave estado de deterioro. Tras varios años de abandono, fue «rehabilitado» por una Casa de Oficios, perdiendo gran parte de su virtualidad original y habiendo desaparecido de sus respectivos pedestales las estatuas de Hipócrates, Galeno y La Fama que culminaron el jardín.
La significación iconográfica de este conjunto escultórico suponía una exaltación de la ciencia y el mundo de la medicina, representado en las figuras de Hipócrates y Galeno, los médicos más famosos de la Antigüedad clásica. La personificación femenina de «La Fama», como figura principal, aludía a las propiedades medicinales de estos manantiales, cuyas aguas estaban destinadas a triunfar y vencer sobre el mal de la enfermedad. En la zona inferior del pedestal se hallaban dos desaparecidos caballos alados o pegasos, símbolos de la fama y el genio poético.

Situado en un lugar privilegiado, cercano a la playa y al abrigo de la barranca del Espíritu Santo, su entorno inmediato se caracteriza por la existencia de antiguos “navazos” (Navazo es el nombre que en Andalucía se le da a un tipo de huerto ubicado en un arenal próximo a la playa). Se accede a un paseo bordeado de árboles frondosos hasta la glorieta que llega a sus manantiales.  Entre la vegetación  destacan los plátanos orientales, culantrillos, higueras silvestres, calas, papiros, arrayán, árbol del cielo, hiedras, eucaliptos, álamos blancos, cintas, moreras, cipreses, árboles del amor, pitosporos, diferentes especies de arbustos aromáticos y muchas especies arbustivas de carácter medicinal.  Se trata de un espacio de gran calidad ambiental y paisajística y que constituye un rincón de enorme significación sentimental para sanluqueños y veraneantes, ya que su enclave próximo a la playa dio lugar a que tradicionalmente fuera visitado por los bañistas y veraneantes durante la época estival para tomar las aguas salutíferas de sus manantiales.

La importancia histórica del jardín radica en su carácter exclusivo de ser el único que se conserva según su primitivo estado, permaneciendo como fiel testigo de aquella función tradicional de Sanlúcar como centro curativo de descanso y reposo. Por sus propiedades medicinales, las aguas de Las Piletas estaban consideradas, desde antiguo, como uno de los cuatro manantiales más importantes de los veinticinco existentes en la ciudad durante el siglo XIX. Especial relieve estético ostenta Las Piletas tanto por su época de construcción, como por el cuidadoso diseño que presenta y los elementos artísticos que contenía.
Uno de los primeros visitantes de Las Piletas fue el célebre escritor Tomás de Iriarte, que llegó a Sanlúcar (1791) en muy mal estado de salud y, al parecer, se recuperó totalmente gracias a estas aguas.

Leopoldo Cabrera, el de Las Piletas, era un ser todo poderoso para los niños, se encargaba de cuidar los jardines y vender chucherías como pipas , chupa chups , chicles etc. Además de sus reconocidos y famosos altramuces que “apañaba” (cocía) el mismo.
Se cuenta que a Leopoldo, acostumbrado como estaba al trajín de los niños, no le sorprendió la llegada de aquel personaje vestido de escamas y plumas, tampoco que saludara ceremonioso a Esculapio como solían hacer los borrachos que se acercaban a su reino de sombra y agua, menos aún que iniciara el paseíllo por la balaustrada que rodeaba la fuente, si le sorprendió que flotando en el aire se sentara sobre el brocal del agua milagrosa.

De pronto notó que el plácido paseo se había ido llenando de seres y objetos de la más extraña ralea que acompañaban al extraño caminante, siguiendo el compás bailón de unos palillos de conchas, desde los arcos de Bajo Guía; miró el aguador de reojo hacia su castora de manzanilla, estaba llena, nadie podría acusarle de andar viendo visiones.
Pero un sonriente ratón con el rabillo enhiesto (levantado), seguía mirándole a los ojos, la fría máscara de la muerte continuaba preguntando por un Duque de extraño apellido, un anillo intentaba encontrar un dedo en el que engarzarse, mientras que a su lado un joven corazón latía a ritmo de mirabrás (El mirabrás es un palo flamenco, perteneciente al grupo de las Cantiñas).
Leopoldo tomó entre sus manos un generoso puñado de altramuces y se los ofreció a aquellos disfraces como regalo y como señal de despedida, pero ninguno de ellos se movió de su sitio, mientras que con sus gestos seguían señalando hacia la fuente. Esta vez la castora dejó caer su líquido de oro en el gaznate reseco del guarda.

Ante su vista, como si de una mágica procesión se tratara, apareció una paloma cubierta con un turbante, la sombra de una virgen, un nazareno coronado de claveles, una sirena de piedra con cara de enamorada, una gitana rubia que prometía cambiar el destino, miró hacia el fondo del pozo y en él nadaba, aun siendo de día, una luna transparente como velo de seda.
A punto estuvo de echar a correr cuando un caballo en llamas hizo su entrada entre los eucaliptos llevando a la grupa una dama de hielo, a Leopoldo le fallaban las piernas, pero quizá podía más la curiosidad que el terror. Sin embargo, cuando vio llegar hasta su imaginaria barrera de macetas a un toro negro con los ojos más verdes que los juncos del diablo, brincaron sus piernas camino del “barco del arroz” que emergió como un fantasma entre los hundidos arrecifes, al tiempo que un sin fin de ratoncitos ebrios daban buena cuenta de la manzanilla que había derramado en su alocada carrera.

Fue entonces cuando el caminante alzando su cabeza canosa sobre las humedades del brocal llamó a cada uno de los personajes por su nombre y, con más cuidado del que sus manos de sarmiento parecían a simple vista prometer, guardó a aquellas menudas marionetas en una dorada caja de sorpresas.
En ella duermen desde entonces un sueño mágico del que sólo la mirada de un niño podrá un día hacerlas despertar.

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