Escuchando el monótono sonido de mis pasos en el anochecer otoñal, bajo un agradable olor de castañas azadas que se expande por toda la Alameda del Marqués de Casa-Domecq, compro un cucurucho y me caliento las manos, mientras me dejo engullir por las alcantarillas de esta lúgubre noche jerezana, Noche de brujas (Halloween).
Hace mucho tiempo, diría una eternidad, me encontraba en la calle Escudellers, muy cerca de la plaza Real, de Barcelona, en franca compañía de un loro parlanchín, regalo del padre marinero de la Transmediterránea, a mi amiga Begoña, un sueño de mujer de esas que no te tocan ni comprando todos los números de la lotería.
No sé si fueron las copas, el garrafón o la encantadora compañía (bruja de Bilbao), lo cierto es que me hallé hablando con el loro “Bonito”, ese era su nombre. En ese momento me pareció que el jodido loro estaba más borracho que yo: «verde y doble». Me contó: “Dicen por ahí que el diablo se enteró que en la Tierra había un hombre con el alma negra y decidió que era tiempo de conocerlo, así que se puso el traje de un humano y lo fue a encontrar. Para comprobar los rumores que giraban alrededor del hombre, el diablo se hizo pasar por su amigo hasta que le confesó su verdadera identidad y le dijo que se lo llevaría a pagar por sus pecados. Ante la sorpresa, Jack le pidió que como último deseo le concediera más tragos; él aceptó. Llegó la hora de irse y había que pagar, pero ninguno de los dos tenía efectivo, así que Jack retó al diablo para convertirse en moneda y pagar lo que habían consumido. Lo hizo, pero Jack no pagó con él, lo puso en su bolsillo al lado de un crucifijo que cargaba y le advirtió que no lo sacaría a menos que lo dejara de molestar por un año más.
El tiempo pasó y Satanás regresó, pero Jack de nuevo le pidió su última voluntad: conseguir una manzana situada en lo alto de un árbol como última cena; él aceptó y cuando subió al árbol, Jack talló en él una cruz y para dejarlo bajar le pidió que no lo molestara por 10 años más. Lucifer cumplió, pero ese hombre murió esperándolo, y cuando llegó al cielo no lo dejaron entrar y su segunda opción era el infierno, pero ahí tampoco lo dejaban pasar por el trato que tenía con el dueño de esos lugares. Fue entonces cuando Satanás decidió sentenciarlo a deambular por el mundo con un nabo hueco de carbón ardiendo, como única luz para guiarlo (dicen que de ahí nace la tradición de las calabazas como lámparas)».
Con loro o sin loro, es la mejor historia contada de Halloween, se trata de Jack O´Lantern, que en una Noche de brujas, como la de hoy, anda por las calles pidiendo “Truco o Trato”; todos sugieren que aceptes el trato, sin importar lo que sea, porque el truco sería aceptar una maldición… (Dicen también, que las calabazas con caras horrorosas se utilizaban para espantar a Jack y cualquier ente peligroso).
En fin, tú mismo.