LA BURGUESÍA DE CÁDIZ Y JEREZ EN EL “TRIÁNGULO NEGRERO DE LA ESCLAVITUD”

“Se le priva de su nombre, de su identidad, de todos los derechos que merece un ser humano. El barco de armadores gaditanos y jerezanos al que se le obliga a subir se dirige a través del Atlántico hacia el Caribe y las plantaciones sudamericanas, un viaje a través del terrible «pasaje del medio». Una multitud de todo tipo encadenadas juntas, que apenas cuenta con lugar para darse vuelta, viajando durante meses, mareada, rodeada de la inmundicia de grandes vasijas llenas de vómito, en las cuales los niños caen a menudo, algunos de ellos sofocándose. Los gritos de las mujeres y los lamentos de los moribundos tornan toda esa escena de horror en algo inconcebible. La muerte y la enfermedad están en todos lados y una persona de cada seis no ha de sobrevivir este viaje y el trabajo brutal y agotador que lo sigue”.

(Apresamiento de un barco negrero, tiene redes para evitar que salte su mercancía al mar)

El pistoletazo de salida lo da la denominada liberalización del tráfico que se inicia con la Real Orden del 25 de enero de 1780 otorgada por Carlos III en la que se permitía a cualquier español a participar en el tráfico de esclavos sea desde España o cualquier país neutral ampliándose con la Real Cédula de 28 de febrero de 1789 en la que levantaban las limitaciones que hubiese sobre el tráfico. Su finalidad no era otra que la de promover las importaciones de esclavos a las colonias a precios bajos.
Es de dominio público que la compraventa de esclavos generó grandes fortunas entre las grandes familias de la burguesía gaditana y jerezana, desde finales del XVIII y ya bien entrado el siglo XIX. Sin embargo, pese al importante papel de los negreros gaditanos en el lucrativo negocio del tráfico de esclavos, este es un tema incómodo de abordar, por lo que la divulgación de lo sucedido a duras penas trasciende al conocimiento general.

Muchos gaditanos y jerezanos vieron una oportunidad de negocio tras la progresiva ilegalización de la trata de personas en el Imperio británico y en Estados Unidos. El vino que salía de las bodegas jerezanas, era una forma práctica de moneda. Los traficantes de esclavos pronto descubrieron que el brandy de Jerez era mejor. Permitía concentrar más alcohol en un espacio menor dentro de la atiborrada bodega de un barco, y su mayor contenido alcohólico actuaba de conservante, con lo que era menos probable que el vino se echara a perder durante el trayecto. Los africanos que abastecen de esclavos apreciaban los vinos de Jerez porque eran mucho más concentrados, o «calientes», que sus propias cervezas de grano y sus vinos de palma. Beber alcohol importado se convirtió en una señal de distinción entre los negreros africanos. No hay duda que el auge de la burguesía gaditana y jerezana proviene, en parte, de dinero amasado entre grilletes.

Durante mucho tiempo, el tráfico de esclavos fue ilegal (en España se abolió el 7 de octubre de 1886) y por ello existen pocos documentos que certifiquen su práctica, y porque no hay familias en Cádiz y Jerez, de las que se beneficiaron de tan lucrativo negocio, aireen su hoy vergonzosa existencia. En estas dos localidades, a mediados del siglo XIX, nadie se atrevía a defender el esclavismo en público, sin embargo, se toleraba con el pretexto, muchas veces, del crecimiento económico.