Existen síndromes similares como el llamado de la Casa Blanca, en Washington; el de Stendhal, en Florencia o el conocido como síndrome de la muerte, en Venecia, que empuja a quienes lo padecen a quitarse la vida en la ciudad italiana. En el caso del de Jerez de la Frontera, es ansiedad, agitación y nerviosismo que preceden a la necesidad de hacer palmas, bailar, tocar la guitarra, el cajón o las castañuelas, igualmente zapatear. Los japoneses suelen ser los más proclives a padecer el «Síndrome de Jerez», a la vez que los más educados.
Dentro de todos los “Síndromes” existentes, el más famoso es el llamado “Síndrome de Jerusalén”, que es el trastorno mental dado entre los peregrinos que visitan por primera vez la Ciudad Santa o los lugares mencionados en la Biblia. Afecta principalmente a cristianos, pero también a judíos. “Quienes lo padecen sufren alucinaciones y trastornos de personalidad que les hacen incluso creer que son personajes bíblicos”.
Como amantes inalcanzables, Jerusalén y Jerez, tienen formas únicas de atraer y desesperar, de enamorar y de atormentar. El contraste entre la ciudad material y la “espiritual” es tan fuerte en esta ciudad de Andalucía, que son muchas las personas las que son víctimas del «Síndrome de Jerez», delirio de anticipación, de expectación y de ilusión.
El “Síndrome de Jerez” es la extraña forma en que reaccionan algunas personas en la ciudad del vino, el flamenco y las bulerías. El “Síndrome de Jerez” afecta a un pequeño porcentaje de los visitantes, en quienes se desencadenan ideas obsesivas, ilusiones u otras experiencias psicóticas. Los turistas examinados en Jerez, manifiestan pautas similares de enajenación mental momentánea. Los síntomas suelen aparecer al día siguiente de su llegada a la ciudad, y cuando toman contacto con el flamenco comienzan a sentir un nerviosismo o una ansiedad inexplicables. Milagrosamente tal y como aparece el síndrome, en unos días desaparece y todo vuelve a la normalidad. Sobre este tema hay un tupido velo para no preocupar al turista visitante, sea del país que sea.
Jerez a igual que Jerusalén, son ciudades únicas en el mundo que existen en dos sitios: en la tierra y en el cielo. Su excepcionalidad gracia terrestre del cante y el baile flamenco, no es nada comparada con su gloria en el celeste mundo del “compás” musical. El hecho mismo de que pueda existir Jerez de la Frontera, aquí y en el más allá de los sentidos musicales, significa que puede estar en todas partes.