Todos sabemos que lo que escasea en nuestra sociedad no son los idiotas cultivados. Vivimos un día sí y otro también, el timo de los pícaros y los oportunistas que saben navegar el espíritu de la época. El ser humano en su capacidad asombrosa de no reconocer su propia ignorancia, es capaz de concebir los embustes más asombrosos para inmediatamente después saltar de uno a otro con la mayor desfachatez. En realidad no tenemos ni pajarera idea de saber con certeza quiénes somos, de dónde venimos, e inventamos lo del hombre evolutivo proveniente de un simio africano que de pronto y porrazo le dio por hacer turismo por el mundo entero. Lo de un meteorito extinguiendo a los dinosaurios es más de lo mismo. ¡No sabemos nada de nada!
El Museo arqueológico de Jerez, posee una pieza diminuta (vaso de paredes finas), magníficamente restaurada, procedente de Mesas de Asta, fechada en la segunda mitad del siglo primero de nuestra era (I d. C.). Su utilidad puede dar pie a mil fantasías interpretativas aunque conociendo el percal y dada la querencia de los del lugar a adorar al dios Baco en forma de vino, deducimos que el vaso pequeñito (Santo Grial en miniatura) estaba dedicado al noble arte de empinar el codo. Es el tatarabuelo del catavinos, cáliz sagrado de los tabancos jerezanos.