LA VIEJA ROSITA DE ROMPECHAPINES

Cuentan que, en el siglo pasado, existió en Jerez de la Frontera, una mujer llamada Rosa, que trabajó en Rompechapines, como prostituta durante más de cuarenta años. La gente la conocía como «La Vieja Rosita» y fue testigo de la vida en la calle y los altibajos del barrio.

Rosa creció en una familia pobre y tuvo que dejar la escuela a los doce años para ayudar a su madre a mantener a la familia. No entró en su vida muchas opciones y a los diez y seis años comenzó a prostituirse. Al principio tenía un chulo (proxeneta), pero al poco tiempo despabiló y ejerció por cuenta propia.

Durante sus años como prostituta, vio muchas cosas, conoció a hombres de todas las edades y clases sociales. Rosa era una mujer astuta y trabajadora, y supo ahorrar algo de dinero para comprarse un piso pequeño en San Mateo.  

A medida que pasaban los años, comenzó a sentirse cansada de su vida como prostituta. Había visto a muchas de sus compañeras envejecer y tener dificultades para encontrar clientes. Decidió retirarse, y abrir una tienda en la que vendía al por menor vino, aceite, leche, pan y otras cosas de comer.

De hecho, en el barrio era conocida por ser una mujer amable, generosa, y siempre ayudaba a las mujeres jóvenes que trabajaban en la calle. Les aconsejaba que ahorraran y buscaran una vida mejor fuera de la prostitución.

Rosa vivió hasta los ochenta años, cuando murió en paz, rodeada de amigos y vecinos. Su vida fue un reflejo de la realidad de muchas mujeres en Jerez de la Frontera, que lucharon por sobrevivir y salir adelante en una época difícil.

Aunque su existencia no fue fácil, de alguna forma, Rosita nunca se rindió y luchó por tener una vida mejor. Su legado inspira a muchas mujeres jerezanas a luchar por sus sueños ya no tener miedo de enfrentar los desafíos de la vida.

FUENTELA CUERDA, libro de Eduardo Arboleda