Pueden ser altos o bajos, guapos o feos, extravertidos o introvertidos. No tienen miedo a la crítica, ni al qué dirán, ni a que los demás no les acepten. No tienen nada que demostrar a nadie. Ser duro en Jerez de la Frontera, es mucho más que hablar con fuerza.
Durante todo el año mantienen la sana costumbre, y arte, de empinar el codo; son de vino fino, oloroso o amontillado. Cuando llega la cuaresma hacen penitencia. Cuarenta días dejan de beber, se pasan a la cerveza sin alcohol. Tienen muy clara esta frase: “Señor, dame fuerzas para no beber todo aquello que pueda beber. Serenidad para aceptar todo aquello que no pueda copear. Y sabiduría para distinguir una cosa de la otra”.