La obra “Ejercicios Espirituales” de Ignacio de Loyola, es un libro iniciático que propone al Arte como una religión mística y al artista como un iniciado dentro del culto a la Belleza, a través de la utilización de un marco simbólico y referencial propio de ciertas doctrinas esotéricas como la teosofía, el neoplatonismo, el gnosticismo, la alquimia, etc. En ella, uno de estos símbolos es justamente el Andrógino.
En algunas leyendas judías Adán era primeramente un ser andrógino y la subsiguiente creación de Eva a partir de su cuerpo lo despojó de esta característica. La androginia como singularidad del primer humano deja a la separación posterior en dos sexos diferentes un vacío, una deformidad o degradación que los aleja de la perfección, particularidad del Andrógino.
El hombre en un principio, como Dios, como los dioses, era también andrógino. Era perfecto, con una unidad doble y sin fisuras. Su transgresión orgullosa le divide en dos mitades que tendrán que convivir siempre con el deseo y la esperanza de encontrarse algún día en esa unidad perdida; el hombre separado de su otra parte, sufriendo por la ausencia, por la carencia.
El primer documento importante de la Antigüedad en presentar el mito del Andrógino, es el que desarrolla el personaje de Aristófanes en el Banquete de Platón, escrito hacia 385 a. C. Desde los pueblos arcaicos la androginia representa la idea de perfección y de totalidad. El concepto del Andrógino como padre de los hombres, al igual que la androginia de Cristo (la llaga se identifica como la vagina), ha producido una enorme iconografía en Occidente, sobre todo a partir del siglo XIX, y tuvo también un gran auge en las ilustraciones ligadas a prácticas alquimistas.
La aparición del ideal andrógino, a pesar de la recepción adversa que suele generar espontáneamente en la sociedad, es un fenómeno cíclico aunque reconocible a lo largo de las más variadas épocas. La figura del Andrógino ha estado presente desde las fuentes hasta nuestros días. Si bien, durante la Edad Media, con el auge del Cristianismo pierde popularidad, recupera el espacio perdido durante el Renacimiento, gracias a los neoplatónicos, hermetistas y cabalistas. El símbolo del Andrógino opera en el marco de los movimientos feministas como paradigma de igualdad entre los sexos, en términos legales, civiles, políticos y sociales.
En el «Salvator Mundi», obra del siglo XVI que se le atribuye al artista italiano Leonardo da Vinci, las facciones delicadas del rostro dejan en el territorio de la ambigüedad el sexo del personaje; sin dejar lugar a dudas que se trata de un hombre, pero que alberga en sí características propias de la mujer.