¿GUARDA EL SARCÓFAGO DE LA DAMA DE CÁDIZ UN VARÓN HOMOSEXUAL?

El Gilgamesh narra la relación sexual entre dos varones, el héroe y Enkidu. El fin de esta narración, era resaltar la fertilidad como algo sagrado y fundamental para la supervivencia, porque de ello dependían las buenas cosechas, sus formas sexuales no estaban sujetas a las normas religiosas, aunque sí dieron origen a un servicio (ministerio) en el templo. Estos jóvenes eran llamados: Hieródulos (siervos sagrados) en Grecia o Kadeshim (consagrados) en Israel y gozaban de alta estima social.

Este tipo de homosexualidad institucionalizada floreció hasta el final de la antigüedad, no solo en Mesopotamia, sino también en Siria, Fenicia, Canaán, Israel, Asía Menor, Grecia y la India Meridional.

Probablemente las prácticas adicionales homosexuales se volvieron parte del culto politeísta como sucesoras de la masturbación. La evidencia sugiere que, para facilitar la masturbación, los sacerdotes estimulaban oralmente a los fieles en los cultos antiguos del Oriente Medio.

Cuando un hombre penetraba a otro hombre en el altar, al verter su semen agregaba más poder masculino a los dioses. Los catamitas -muchachos y hombres que eran usados exclusivamente para el sexo anal pasivo- empezaron a servir en los templos. Esta práctica no solo formaba parte del culto, sino que también era un medio de ganar dinero para el templo.

Para entender esta realidad histórica, poco discutible, hay que recurrir a los modelos antropológicos, ya que de otra forma no se entiende que grandes ejércitos, como los guerreros tebanos o las poderosas falanges macedónicas estuvieran formados por parejas homosexuales.

Los espartanos lo adoptaron como estrategia militar de dura formación de sus tropas, en cuyo modelo, el erastés recibía el nombre de inspirador y el arómenos de amado. Para estas personas las relaciones sexuales entre hombres no representaban deshonor ni implicaban comportamientos afeminados. “Todo el mundo pensaba que hacerlo era viril”. Por el contrario, no tener un erastés sí era considerado deshonor.

El homosexual en realidad no existe, sino que, es más bien un artificio, “una construcción social”. Las categorías “heterosexual” y “homosexual” son anacrónicas si se aplican al siglo IX a. C. Para la mentalidad de la época en el Cádiz antiguo, un individuo no tenía que ser una cosa u otra.

¿Por qué no aceptar que el inquilino del sarcófago gaditano era compañero pasivo o tratado socialmente como mujer, enterrado en un sarcófago femenino, más cuatro clavos de cobre como ritual simbólico mortuorio?