Por decirlo así, la historia del mundo es la historia de naciones e imperios que prosperaron y luego se redujeron a polvo. En la actualidad, los imperios más grandes del pasado están restringidos a poco más que artefactos en museos o monumentos en ruinas allí donde antes triunfaron.
Unos declinaron lentamente antes de sucumbir. Otros sufrieron destrucción o cautiverio. Estados Unidos comenzó su etapa de hegemonía a partir de la caída del muro y del colapso de la Unión Soviética.
Igual que el mundo gira frenéticamente rápido, es posible que el Imperio estadounidense acabe cayendo al mismo ritmo del Imperio romano o el bizantino, con sus fechas de terminación a manos de bárbaros y turcos respectivamente.
En el caso del Imperio romano, se travistió en forma de una Iglesia cristiana con ejércitos propios y dominio de territorios soberanos gracias a un documento falso conocido como el Legado de Constantino, que otorgaba supuestamente al Obispo de Roma el poder temporal sobre antiguos dominios romanos en la península itálica.
Juan José Benítez o J.J. Benítez, periodista, escritor y divulgador, durante cincuenta años de trabajo continuo, ha recibido palos por todos los costados, lo que le ha llevado a dejar gran parte de su saber encriptado en su extensa y prolifera obra, la misma que después de su propio tránsito (muerte), será motivo de investigación (revisión), juntamente con su material archivado en infinitas carpetas repletas de anotaciones y fotos (Hacemos votos para que vayan a parar a la población gaditana de Barbate o a Conil de la Frontera).
De alguna manera, hemos entrado en la era del post-Imperio estadounidense, y hay otras superpotencias que luchan por quedarse con los restos del imperio de EE. UU.
Digámoslo así, Benítez hace treinta y tres años lo pronosticó, entremezclado entre muchas líneas de su libro “Yo, Julio Verne” (1988), cuando dice “la caída de este nuevo Imperio romano (Estados Unidos), no se demorará más allá del año 2030”.