EL VIAJERO DEL TIEMPO DE PEÑÍSCOLA

El mundo en el que vivimos es un sistema caótico, donde pequeñas variaciones pueden tener grandes consecuencias. No podemos predecir con certeza lo que va a pasar mañana, ni controlar todos los factores que influyen en nuestra realidad. La verdad está fuera de nuestro alcance, oculta tras una maraña de complejidad e incertidumbre. Solo podemos aproximarnos a ella mediante la observación, la experimentación y el razonamiento, pero siempre con la conciencia de que nuestras conclusiones son provisionales y limitadas. Vivir en un sistema caótico implica aceptar la ambigüedad, la diversidad y el cambio como parte de nuestra condición humana.

A mi edad, ya con el cuerpo físico muy cascado, no sé por qué la gente de algún modo se abre a mí y comparte sus cosas, sus vivencias. Estando yo, en un bar en Peñíscola, un hombre entabló conversación conmigo de esta manera: ¿Te imaginas cómo será el mundo dentro de 200 millones de años? ¿Qué continentes habrá, qué océanos, qué climas, qué especies? Me contó una historia casi inverosímil. Se trataba del viajero del tiempo de Peñíscola que se atrevió a explorar el futuro lejano, trayendo consigo el relato de una tierra transformada por la dinámica de las placas tectónicas.

El viajero del tiempo, partió desde el castillo de Peñíscola, una fortaleza medieval que se alza sobre un peñón en el mar Mediterráneo. Allí había encontrado, haciendo obras en su casa, una máquina que le permitió viajar al año 220.022.023. Al llegar, se sorprendió al ver que el Mediterráneo había desaparecido y que Europa y África se habían fusionado en un solo continente.

Pero eso no era todo. Al mirar hacia el norte, vio que América y Asia también se habían unido por la región de Siberia, formando un gigantesco supercontinente llamado Amasia. Según los científicos que han estudiado este escenario, Amasia se formará por el cierre del océano Pacífico, que se irá reduciendo hasta quedar como un pequeño mar interior.

El viajero del tiempo, decidió explorar Amasia y se dirigió hacia el Polo Norte, donde se encontraba el centro del supercontinente. Allí descubrió un paisaje helado y desolado, con montañas escarpadas y glaciares. El Polo Norte era el punto más frío de Amasia, ya que estaba rodeado por un enorme océano llamado Atlantindo, formado por la expansión del Atlántico y el Índico.

El viajero del tiempo, siguió su ruta hacia el sur, buscando zonas más cálidas y habitables. En su camino se encontró con diversas regiones geográficas y ecológicas, como bosques boreales, estepas, desiertos, selvas tropicales y sabanas. También vio una gran diversidad de animales y plantas, algunos conocidos y otros completamente nuevos.

El viajero del tiempo, quedó maravillado por la belleza y la complejidad de Amasia, pero también no pudo dejar de sentir nostalgia por su mundo. El viajero del tiempo decidió volver a su época y compartir su experiencia con nosotros, en este momento conmigo en un bar de Castellón (Valencia-España).

FUENTE: LA CUERDA, historias de un impostor