El ser humano siempre, de un modo u otro, se ha comunicado con sus seres queridos o antepasados y hoy en día son muchos los individuos que aseguran tener contacto con ellos a través de soportes técnicos como pueden ser radios, grabadoras, fotografías, videos o la muy conocida guija.
Desde que el hombre tomó conciencia de sí mismo, concibió “el más allá”, un espacio donde residen los muertos y adonde todos nosotros tarde o temprano vamos irremediablemente a parar. A través de la muerte nació el culto a los muertos y con ello la religión. Se seleccionaron los sitios más idóneos para el enterramiento de los miembros del clan o de la colectividad.
Las primeras sociedades tenían un contacto directo con la naturaleza, con la tierra y sus puntos energéticos, telúricos. No depositaron a sus muertos en cualquier lugar o paso de caminos, se eligieron los emplazamientos más significativos para el enterramiento de los miembros de su grupo.
En el universo griego, la entrada al espacio de los muertos era el punto de encuentro de los ríos Ageron (afligido), Piriflegeton (ardiente), Kokkínos (sollozante) y Lete (olvido). Para cruzar el Ageron, los muertos debían pagarle a Jaron, y por esto los fallecidos eran enterrados con una moneda en la boca. Apenas cruzaban el río se les juzgaba y se les asignaba su lugar apropiado.
La entrada o portal de la casa de Hades (Hades era el señor de la tierra de los muertos y juez supremo. Era un dios terrible, pero no vil), estaba custodiada por Cancerbero, el perro guardián del mundo inferior.
Al principio Hades era una figura oscura temida por el pueblo que ni siquiera se atrevía a pronunciar su nombre. Durante los siglos venideros, Hades, que atemorizaba a la gente, comenzó a ser comprendido. Era el rey de los muertos, no de la Muerte, a la que los griegos llamaban Thanatos.
A la Necrópolis de los Algarbes se llega en peregrinación individual por muchos motivos y dentro de estos está cada día en creciendo el acercarse ahí para comunicarse con los muertos. Varias personas cercanas a los Espiritas, aprovechando la complicidad y discreción de la noche más una relativa cercanía a la carretera nacional, se introducen en el recinto vallado a través de un orificio pequeño hecho a propósito en la cerca. Una vez en su interior realizan invocaciones a los muertos con curiosos resultados positivos que nos llevan a tomar muy en cuenta la existencia de “un algo” después de la vida.
El sitio resulta muy atractivo por su espectacularidad de energías propias de un sitio de muertos, algo así como un parque de atracciones para los sensitivos, los cazafantasmas y psicofonías, a la par que te sobrecoge cuando entras en profunda relajación-sincronización.