EL ÚLTIMO SONIDO IBERO – LA GAITA GASTOREÑA

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Por una razón o por otra, respecto a la cultura íbera se pasa casi siempre de puntillas. Los íberos eran grupos de pueblos que habitaron el sur y el este de la piel de toro entre los siglos VI a.C. y II a.C.  Alcanzaron su máximo apogeo en los siglos V y IV a.C.
A pesar de la gran cantidad de yacimientos ibéricos que existen dispersos por toda la Península, lo cierto es que todavía nos encontramos en la prehistoria del conocimiento sobre las costumbres, tradiciones y rasgos esenciales de estos pueblos.
El pueblo íbero ha sido considerado tradicionalmente como un pueblo guerrero al que ha rodeado siempre un halo de misterio que se ha ido reforzando con el tiempo de manera sorprendente.
Esta visión apologética del íbero está dando paso a una nueva concepción que resalta su alto grado de refinamiento y el gran interés mostrado por éstos en favor del arte y todas sus manifestaciones.

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Los íberos se desplazaron hacia el sudeste hispano desde fases avanzadas del periodo Bronce Final. No podemos olvidar, que este momento de auge coincide cronológicamente con un periodo de importante penetración de otros pueblos de procedencia fenicio-púnica por un lado y de establecimientos de tribus célticas por otro. Fueron un pueblo peninsular con una importante influencia de las culturas mediterráneas orientales. Se dice que los turdetanos constituían la avanzadilla cultural del pueblo íbero. Conocían le escritura y tenían dos tipos de alfabetos:
-el alfabeto meridional, turdetano o tartésico
-el alfabeto levantino u oriental
Los numerosos restos documentales pueden ser descifrados aunque lamentablemente, al desconocerse la semántica, no comprendidos.

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No hay que irse tan lejos, como África, para imaginarse cómo cantaban los iberos, pues su cultura era indígena influenciada por las demás culturas del mediterráneo, incluidas los norteafricanos seguramente pero menos, o más, dependiendo de las zonas con las que colindaban los íberos de cada lugar, cerca de una colonia fenicia (que tenían contactos con norteafricanos) o griega, tribus con roces célticos, etc.
Los íberos no bailaban en solitario,  todas las pinturas o escenas revelan danzas en grupo lideradas por un flautista. Usaban la batuta o palo de ritmo (percusión), Matracas o maracas (ritmo de corte), oboe (melódico), flauta (melódico), lira (melódico) y tuba (sonido fuerte y sórdido para rituales o batallas).

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El día del Corpus Christi en toda la Sierra gaditana, se puede uno emborrachar de color, tradiciones y sonidos. Tiene especial relevancia el pueblo de Zahara de la Sierra en donde sus calles se visten de naturaleza recordándonos su trasfondo ancestral de la fiesta, mientras sus mujeres cuelgan de los balcones sus mejores trabajos manuales y los hombres compiten con sus Cachiporras Zahareñas, a la par, y  en procesión, son presentados a la comunidad sus nuevos miembros cumpliendo una ceremonia de iniciación. Este día la joyita en la Sierra Gaditana es la Gaita Gastoreña.

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En la artesanía de El Gastor, lo más popular es su «Gaita Gastoreña«, que es un instrumento musical de viento. Consiste en un cuerno que hace de caja de resonancia, en cuyo extremo va ubicado un tronco de madera horadado a todo lo largo y con cuatro orificios, tres en la parte superior y uno en la parte inferior a modo de flauta, en donde se coloca una caña fina y pequeña, a la que se le conoce con el nombre de «pita», que es por donde se sopla para que se produzca el sonido. El cuerno o caja de resonancia, puede ser de toro, vaca o cabra, dependiendo de su tamaño obtendremos sonidos más graves o agudos de mayor o menor intensidad, en el graban los artesanos el nombre de «Gaita Gastoreña«. La madera de donde se confecciona el cuerpo de la gaita puede ser de higuera, adelfa o nogal, siendo está ultima la preferida por los gaiteros, en esta se dibujan figuras geométricas y arabescos quemados que realza su belleza artesanal. La pita es el alma de la gaita y consiste en un trozo pequeño de caña fina con un corte central, que al soplar produce una vibración transformándose en sonido.

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Su origen se remonta a los primeros pobladores de la sierra, los iberos; posteriormente se ve influenciada por la flauta o chirimía árabe, que le da su forma actual y original. Lo peculiar del toque de la «Gaita Gastoreña» y que la diferencia de las otras gaitas similares, es que este depende mucho de la capacidad torácica del gaitero, además el toque de la «Gaita Gastoreña» consiste en realizar la composición musical en un solo soplo sin interrupción, o sea el gaitero inspira profundamente para así conseguir un mayor tiempo de sonidos en un solo soplo.

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Su nombre viene dado no por su forma, sino por su sonido ya que no tiene ningún parecido con las gaitas que conocemos, como por ejemplo las gallegas, astures, aragonesas o mallorquinas, todas estas, de bolsa o fuelle. Aquí el termino gaita se aplica al timbre del instrumento que es precisamente donde se encuentra su similitud con sus homónimas
Hoy en día se utiliza en el pueblo del Gastor, en la Sierra gaditana, limitándose su uso a Navidad y el día del Corpus Cristi.
Según  Valentín Cazaña, la gaita se tocaba a partir del mes de los muertos (como dicen los serranos) o mes de noviembre. Cuando se adentraba la noche los muchachos alrededor de las fogatas ensartaban las maderas y hacían sus gaitas, así llenaban las noches de los últimos meses del año, con las musiquillas que salían de sus instrumentos. También en las madrugadas se oía el tañido de algún que otro vecino, a la luz de un farol apoyado en la pared.

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Si la tratamos  la Gaita Gastoreña por partes, vemos primero una cañilla realizada en caña común (arundo donex), mide unos seis centímetros de largo, idéntica a las que usan las cornamusas para sus bordones pero tan finas como el tallo de un cereal. La caña realiza las funciones de una lengüeta simple batiente, a través de la cual se insufla aire y es la que emite el sonido, que es más grave o más agudo en función de su grosor. El timbre también lo determina esta caña cuyo nombre es el de PITA.

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Antiguamente en vez de caña, se utilizaban los tallos secos de avena o de cebada, su sonido era entonces un poco más laíno, pero poco a poco se ha dejado de utilizar por su fragilidad, ya que las cañas son más duraderas.
La pita se encaja en lo que los serranos denominan la gaita, que normalmente es de sección rectangular y de interior cilíndrico, Se suele usar madera de nogal, adelfa o higuera, que permiten trabajar su interior con facilidad. Dicha gaita se compone de tres registros delanteros y uno en su cara posterior.
No se puede mantener un criterio general en cuanto al tono de la gaita ya que al construirse sin unas pautas fijadas, cada una tiene una tonalidad distinta, siendo muy difícil encontrar varias gaitas que suene del mismo modo.

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El exterior de la madera está decorado con motivos geométricos reticulados. Para llevar a cabo la decoración se utiliza un alambre duro y al rojo vivo que sirve para perforar el interior del cuerpo de la gaita en sentido longitudinal y conseguir de esa manera que su interior sea cilíndrico y que los registros sean iguales.
La gaita va encajada en un cuerno, bien de vaca o de cabra. Antiguamente el cuerno siempre era de cabra, muy fácil de conseguir gracias a la abundancia de dichos rebaños y porque es más ligera de peso para su transporte en los bolsillos y zurrones.
La función del cuerno es la de caja de resonancia amplificando más el sonido de la gaita. Los cuernos de cabra dan un timbre más agudo que los de vaca. Se puede encontrar similitud con el arghouil árabe, el pibcorn de Gales o la jaleïka rusa, a parte de la gaita serrana madrileña y la alboka vasca.

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Fuentes: Aurelio Chaves,  Valentín Cazaña, Luis Angel Payno y otros

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