Belmonte, hablaba tartamudeando y con un pícaro sentido del humor: «Hasta que se de-de-demuestre lo con-con-contrario, asumo que to-to-todos los ingleses, están en el servicio de inteligencia».
Cuánta razón tiene este magnífico y mítico torero. Esta sentencia del maestro fue valida en su tiempo, tanto como lo es aún más en los actuales que corren. (El MI6 se gastó más de 200 millones de euros para evitar que Franco participara en la Segunda Guerra Mundial),
Lo anterior lo leo en una de mis notas recabadas o las que me han contado, mientras tomo una cerveza en el Parador de Arcos de la Frontera, un lugar que frecuento para disfrutar sus magníficas vistas que desde su terraza se pueden abarcar. Espacio hotelero que es cita de espías y contra espías preocupados por el despliegue de unidades del ejército americano en sus bases del sur de España, sin descartar el siempre eterno e hipotético ataque de España a Gibraltar.
La profesión más antigua del mundo no es la que usted suele pensar, sino la del espionaje.
Los buenos espías, contrariamente a lo que se cree, raras veces son mercenarios. Suelen ser combatientes leales de primera línea en una trinchera difusa donde el bien y el mal, la doblez y la fidelidad se entremezclan. Lo que define el espionaje es siempre el engaño, la traición a gente confiada. Algo que, a la postre, conduce siempre a la soledad, y hace de los espías los seres más solitarios que existen.
La vida de Anita Richmond, podría tratarse perfectamente del guion de una película de espías, desarrollada en el incomparable marco de la II Guerra Mundial y de la Guerra Fría, entre tensiones, mensajes codificados y dobles personalidades, aunque en esta ocasión, la realidad supera a la ficción. La profesión de espía es muy arriesgada durante la Guerra Fría: ninguno de los dos bandos perdonan a los agentes dobles, y Richmond lo fue, teniendo su vida y carrera un trágico final hasta el día de hoy no aclarado del todo.
Su tarea fue muy peligrosa y discreta. La apariencia de normalidad era su mejor defensa: cualquier paso en falso podía delatarla, así que actuaba con suma prudencia e intentaba comportarse siempre con la máxima naturalidad.
Anita Richmond nunca tuvo el renombre de otros espías célebres del siglo XX, precisamente a causa de mantener el estricto secreto sobre su misión y su identidad. Cuando, tras su muerte, en un aparente y nunca aclarado suicidio, el importantísimo papel que había desempeñado pasando información militar sobre los acuartelamientos, movimientos y dotaciones navales españolas fue de gran importancia sobre todo para la guerra posterior de Ifni, y el papel jugado por Inglaterra & USA en Marruecos.
Richmond dio sus primeros pasos implicada en varias operaciones clandestinas culminadas con éxito, entre las que cabe mencionar “El hombre que nunca existió”, por la que los aliados hicieron pasar el cadáver de un vagabundo por el de un oficial del Ejército británico y llenaron sus bolsillos de documentos militares falsos con la idea de permitir que los alemanes lo descubrieran, aparentemente ahogado en una playa cerca de Huelva.
Anita Richmond es la espía perfecta. Alguien cuyo rostro olvidarías inmediatamente si te la cruzaras por la calle. Nunca expresa nada, nunca deja ver en qué está pensando. Hace preguntas y obtiene sus respuestas. Se podría creer que no es un personaje muy cinematográfico, pero sí lo es.
De muy joven, Anita viaja a Andalucía (Sevilla, Osuna, Arcos de la Frontera), en donde trabaja como periodista del National Geographic de tapadera, con la misión de informar sobre los arreglos y disposiciones de seguridad de los cuarteles españoles tanto de tierra como navales.
Se supone que comenzó a trabajar para la Sección V, la ibérica, en las operaciones del SIS en España, Portugal, la propia colonia británica de Gibraltar y el Norte de África. Ganó un relativamente fácil acceso a los archivos sobre España y Portugal, pudiendo pasar a su agente soviético controlador información sobre las operaciones del SIS contra la URSS. Es posible que tuviera conocimiento de las identidades de los oficiales y agentes británicos, así como también a cientos de documentos clasificados del Foreign Office (Ministerio de Asuntos Exteriores británico), la Oficina de Guerra y el Real Almirantazgo.
La función del servicio de espionaje es enterarse, saber, conocer las intenciones del enemigo sus planes y recursos. Los espías cumplen las tareas de recabar datos sobre situaciones estratégicas. Durante la Guerra Fría la principal característica fue robar, obtener, aún con métodos seductores, información de la carrera armamentista, algo que Anita Richmond cumplió con creces, hasta que fue despeñada conjuntamente con su caballo y su perro en un barranco de la Sierra gaditana, haciéndolo aparecer como un suicidio. Es de anotar que una inglesa nunca mata su perro y mucho menos a su caballo, además que en Arcos de la Frontera dejó entre sus pertenencias, mucho material fotográfico que señalaban su especial interés desproporcionado por lo militar.
Anita Richmond permaneció una larga temporada (años) alojada en el hotel La Fonda, que es el establecimiento hostelero más antiguo en Andalucía desde 1834, situado en el corazón de Arcos de la Frontera, un edificio de mediados del S.XIX catalogado de Patrimonio Andaluz. Mandado a construir por el Duque de Osuna en 1834, quien fue su primer propietario.
Anita Richmond fue discreta con lo suyo, hablaba lo justo y ninguna de las personas que la conocieron supo nunca por ella nada de su actividad en el MI-6. Fue una aparente doble agente que, en definitiva, de no haber sido neutralizada, habría seguido siendo “fiel” a los servicios de inteligencia británicos (¿Y si Franco hubiera estado preparado una invasión de Gibraltar?).
Aunque aparentemente fracasó al ser descubierta y posteriormente asesinada (algo de muy difícil demostración), la envidio en su trágico final: no quisiera acabar mis días tirado en la cama de un hospital o en una silla de ruedas o con alzhéimer. Si supiera que me espera una muerte así, me saltaría la tapa de los sesos.
El aumento de las actividades del contraespionaje desde la caída del Muro de Berlín indica que tanto Moscú como Washington y sus aliados siguen vigilándose. Los gastos en espías y artilugios no disminuyen. Muchos analistas opinan que, pese a que el monto real se mantiene en secreto, el presupuesto de la CIA es ahora mayor que durante los últimos tiempos del enfrentamiento con la URSS.
Un comentario en “ANITA RICHMOND “LA MUJER DE HIELO”, UNA ESPIA DOBLE EN ARCOS DE LA FRONTERA”