EL ATAÚD
En el Jerez del siglo XIV- XV, existía un espanto que encontraban los trasnochadores jerezanos en su camino, consistía este en un féretro atravesado impidiendo continuar. Ante la aparecida del ataúd y la huida despavorida de las gentes, el féretro las seguía hasta que entraban buscando amparo en zona despejada o frecuentada.
También en los sombrajos, que había muchos en los sembrados del campo para resguardarse de las lluvias, solían ver una caja o urna con cirios y velas, o solo sentían el olor a cirio derretido y a flores propias de los velorios.
EL MIRÓN DE JEREZ
Se trataba de un fantasma o espanto que se les aparecía a los jerezanos del Medioevo, tan solo a esos que les gustaba fisgonear a otras personas por las rendijas de las puertas o por los huecos de las cerraduras. Más, al mirar los cotillas, se encontraban con el ojo fijo de alguien que a su vez las observaba desde el otro lado, haciéndoles caer en una especie de sopor y llevándolas a perder del todo el sentido.
A veces el Mirón se presentaba como un animal que miraba fijamente a una persona a sus ojos. Se iba acercando poco a poco y al mismo tiempo empequeñeciéndose hasta que se convertía en una miniatura absolutamente insólita, horrorosa y anormal.
LA GALLINA CIEGA
En el Jerez antiguo y medieval, se hablaba de la “gallina ciega”, refiriéndose a una gallina común que carecía de ojos. Solía vérsela de noche atravesárseles a los vecinos y arrieros. Era ella una gallina rápida, muy veloz y de color gris.
Poseía un cacareo muy extraño como si fueran carcajadas del diablo.
Su única misión era hacer caer o tropezar a las personas para inmediatamente después cacarear con sus estridencias diabólicas.
En los corrillos y patios vecinales, las gentes cuchicheaban entre sí, mencionando que la gallina ciega era hija directa del mismísimo Lucifer y que va dándose topes a su paso, buscando esos ojos que nunca tuvo o llegó a tener.