UN DÍA DESDICHADO Y TRISTE EN JEREZ DE LA FRONTERA

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Hay que tener mucho cuidado con la ceguera del presente, porque la realidad está en el pasado, no la encontramos en el futuro, que no lo conocemos. Si queremos cambiar las cosas, tenemos que aprender del pasado, porque si miramos solo el presente nos quedamos sin perspectiva. Y, si no hay perspectiva, vemos el mundo deformado.
En el transcurso del siglo XVIII, es cuando encontramos más numerosa la instalación de familias gitanas en Jerez (La necesidad de una mano de obra que encaja a la perfección con los perfiles laborales del pueblo gitano: trabajadores para las faenas del campo, la fragua y las ferias). Los barrios de San Miguel, Santiago y San Pedro –conocido popularmente como la Albarizuela– fueron las principales zonas de la ciudad en las que se ubican.

Considerados descendientes de Caín, una leyenda balcánica los señalaba como quienes forjaron los clavos de Cristo, motivo por el cual habían sido condenados a errar por el mundo.
Durante años la Corona negociaría con la Iglesia para suprimir el derecho de asilo de los gitanos hasta que en 1748 el Papa Benedicto XIV autoriza que pudieran ser detenidos incluso en el interior de los templos.
La alternativa desalmada que mejor se encontró fue enviar a los varones gitanos a los presidios y arsenales españoles del norte de Africa mientras mujeres y niños menores de siete años quedaban confinados en prisiones y fábricas. Una vez alcanzada la mayoría de edad los niños serían remitidos con sus padres donde aprenderían un oficio. Esto permitiría en palabras del Marqués de la Ensenada “darles destino con que se impidan tantos daños y extinga si es posible esta generación” mediante la separación física entre sexos. Al frente de éste proyecto se hallaba Vázquez Tablada, obispo de Oviedo y presidente del Consejo de Castilla, quien también se encargó de otorgar una justificación ante los posibles reparos morales que la empresa pudiera generar, escudándose para ello en los numerosos crímenes atribuidos a quienes consideraba “delincuentes de raza”.

El Marqués de Ensenada, fue el realizador de esta idea creada en secreto en el despacho de la Guerra. Resultó tal el hermetismo que ni los oficiales que iban a poner en práctica tal orden sabían lo que tenían que hacer. Durante el mes de Julio de 1749 salieron de Madrid una cantidad de correos reales con la orden de dar un sobre donde iban las instrucciones y una copia para la diócesis de esa ciudad, la cual deberían de abrir en la fecha indicada para que la redada fuera simultánea y efectiva. En la ejecución de la redada, les fueron confiscados a los gitanos todos sus bienes y subastados para pagar los gastos de logística y manutención de los presos hasta su destino.
La trágica noche del 30 de julio de 1749 con la ejecución de la Gran Redada, también conocida como “Recogimiento general de gitanos”, y que se resume en el intento de las autoridades de reunir, arrestar y finalmente eliminar a todos los gitanos del reino, es un día lúgubre y triste en la historia de Jerez de la Frontera. ¡Una infamia!

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