EL FANTASMA PROTECTOR DE LAS BIBLIOTECAS

A igual del ñu, yo también migro atravesando las llanuras del Kalahari jerezano, desde la Plaza del Caballo hasta llegar a la placidez de la Biblioteca Central, esquivando las fauces y dentelladas del tabanco que sale a mi paso. A veces lo consigo, otras no. Ahí, en la Central, la noto, la percibo, siento su eterna presencia.
Dice Javier García Blanco, que para librarse de la molesta Hipatia, el obispo Cirilo se vio obligado a difundir rumores que señalaban a la respetada filósofa como practicante de magia negra y las artes oscuras. La acusación, tal y como la plantearon el obispo y los enemigos de la sabia, era falsa, pero sin embargo poseía ciertos posos de realidad. En la época en la que vivió Hipatia, a finales de la Antigüedad tardía, el límite entre nuestra astronomía actual y la astrología era muy difuso, y los sabios que dominaban tales disciplinas solían ser al mismo tiempo avezados matemáticos. De hecho, los estudiosos de esta época de la historia aceptan sin reparos el hecho de que la inmensa mayoría de los matemáticos alejandrinos no solo cultivaban el amor por los números y los astros, sino también por ciertos tipos de magia y adivinación, que no dudaban en mezclar con el estudio de textos herméticos de moda en la época, como los libros atribuidos a Hermes Trismegisto.
Hipatia, no figura en ningún santoral, no obstante a ella se puede encomendar la protección de cualquier biblioteca pública o privada, independientemente de su importancia o tamaño en cuanto volúmenes guarde. Cuentan algunos bomberos que durante la extinción de determinados y lamentables incendios, han visto una figura de mujer (Hipatia), entre las llamas recogiendo libros y legajos.