Como tendemos a pensar que el código visual es universal, solemos caer en la trampa de querer descifrar el significado de todas las fotografías con los códigos que nos son habituales.
La Fotografía no es ni una pintura ni… una fotografía; es un Texto, es decir, una meditación compleja, extremadamente engorrosa. La fotografía tiene como función ayudar a sobrellevar la angustia suscitada por el paso del tiempo, ya sea proporcionando un sustituto mágico de lo que éste se ha llevado, ya sea supliendo las fallas de la memoria y sirviendo de punto de apoyo a la evocación de recuerdos asociados.
El fotógrafo Antonio Lobo, visualiza lo que luego nos ha de mostrar, tras haber captado las esencias del mundo. Y para ello nada mejor que el impacto, el absurdo, el humor, la ambivalencia, hasta la complacencia y el énfasis que da el color, o la debilidad y el drama, si es por su carencia. La búsqueda de un color propio como expresión de identidad, forma parte de su discurso personal. En la composición de ciertas escenas y con el uso de los primeros planos, logra transmitir sensualidad, sentimiento y masculinidad.
Se destaca en Lobo, el énfasis puesto sobre la estética de sus imágenes a través de su cuidadoso trabajo de fotografía. Resulta difícil, en este fotógrafo sevillano, afincado en Jerez de la Frontera, sustraerse a la fascinación de su brillo y colorido, no sucumbir a su seducción. Esa inclinación natural que tiene al saber capturar y recrear segmentos reveladores de la realidad, más comprometidos. La ironía se completa, si nos percatarnos que los personajes comunes que los portan, en Antonio Lobo, no cumplen con el estereotipo.
El trabajo de este fotógrafo sin fronteras, no es entregado llave en mano, con sus instrucciones de uso y sus prohibiciones: es una labor abierta, necesariamente abierta, trabajo vivo que adquiere una dimensión fresca y un destino reciente en el individuo que lo observa. La historia de la obra en Antonio Lobo, tiene vida propia, porque cada imagen puede ser una nueva recreación. En cierto sentido el mirón curioso, le roba la imagen al fotógrafo. Se apropia de su fotografía.