La bruja es un estereotipo del folclore que se ha creado desde la antigüedad y en donde como Jezabel, representa a la mujer ajena al hogar que invade al orden social establecido.
Este estereotipo fue utilizado por los poderes emergentes de los siglos XV y XVI, como un pretexto para disciplinar a las sociedades tradicionales y someterlas a un nuevo dogma de carácter religioso, encarnado por el poder del rey.
Los escritos de los inquisidores son básicamente misóginos, una clara preocupación de rechazo hacia la mujer. Las mujeres fueron utilizadas como chivos expiatorios para hacer operaciones ejemplarizantes que van enfocadas en realidad a toda la población. Es inquina contra la mujer, hay un algo dentro de lo femenino a erradicar y a toda costa. La caza de brujas va dirigido a la mujer en general, y en especial hacia aquella mujer que ostenta ciertos poderes y sobresale de la media existente. No está bien que una mujer detente conocimientos profundos de los secretos de la naturaleza.
La bruja en sí, se crea, se inventa. Interesó en un momento determinado cargar los males de un pueblo en personas que eran tan solo victimas apropiadas representando la maldad, el pecado en una comunidad concreta y se fragua el personaje de la bruja. Había que generar el miedo porque este engendra elementos de control por parte del poder eclesiástico o el poder civil. Alemania fue el epicentro, aunque existe la Leyenda Negra española debido a que España es el último lugar en que se deroga la Santa Inquisición en 1834, terminando su largo periodo de existencia iniciado en el 1478 y establecida por los llamados Reyes Católicos. La inquisición tuvo su origen en Francia en el 1242, y llega a España no para la caza de brujas sino para ocuparse de los “marranos” o los judíos convertidos al cristianismo, y en el año 1502 se centra en los conversos del Islam. La escabechina es aterradora, arden por doquier, los alaridos son insoportables, el olor a carne y grasa humana quemada en las plazas de ejecución impregna los corazones.
En España la brujería fue menos perseguida que lo que podemos pensar en relación con otras herejías. Los judaizantes y los moriscos, o sea las personas potencialmente peligrosas para la sociedad pagaban los platos rotos.
La tradición popular y literaria recreo una especie de crímenes rituales especialmente crueles sobre niños cristianos por judíos, que excitaban los ánimos en contra de los que profesaban esta religión. En Cádiz aconteció un asesinato en 1708 que aparentemente combinaba estos aspectos y que impactó en la vida ciudadana, siendo atribuido desde el comienzo a algún grupo de criptojudíos que habitaban en la ciudad. Se produjeron detenciones, entre ellas la de un menor. Nunca se demostraría que los implicados fuesen los asesinos, aun cuando desde el principio se partió de la supuesta certidumbre de que los homicidas eran secretos seguidores de la ley mosaica, por lo que dicho argumento será instrumentalizado desde entonces por el Tribunal de Sevilla al objeto de emplear su maquinaria contra grupos de judíos existentes en el área gaditana.
En el siglo XVIII, el Cádiz abierto al mar, el Cádiz que es frontera con la Inglaterra anglicana, nos topamos con el horrible crimen de un niño que, sin que sepamos muy bien cómo, rápidamente es atribuido a judíos. La voz popular y la inicial instrucción judicial deciden que las heridas que presenta el cuerpo de la víctima son indicios de un ritual criptojudaico. La incapacidad inicial de encontrar culpables lleva al remedio multisecular de acusar a los sempiternos. Así brota con furia el sentimiento antijudío y de nuevo, con renovado empuje, los odios de siempre se manifiestan con especial virulencia.
La noticia verdadera de las atrocidades que hicieron con un Niño de más de cuatro años, en la Ciudad de Cádiz, el mes de Agosto del año 1708, constituye el encabezamiento de un impreso que se difundió reproduciendo el acta levantada por un escribano de Cádiz a instancias de Alcalde Mayor de la ciudad, donde se da cuenta no sólo de los detalles de la inspección ocular del cuerpo de la víctima sino también del multitudinario sepelio que siguió después. Sorprende que tal instrumento documental se decidiese dar a imprenta y, además, según parece, ser objeto de extraordinaria difusión entre el público interesado de la época. Sorprende igualmente la detallada y novelada descripción de las lesiones ocasionadas a la pobre víctima y las conclusiones que a cada paso se van ofreciendo al objeto claro de proporcionar la certidumbre de estar frente a un ritual «executado por infieles, o Apostatas de la Sagrada Religión».
Del documento impreso en cuestión sólo hay un dato que, sin ser seguro, pretende decantarse porque la autoría del crimen ha sido responsabilidad de judíos. Así, se afirma que la víctima presenta «el miembro viril como de haber sido circuncidado, junto a ello, se apunta también que las extremidades tienen una curiosa rigidez que las conduce a adoptar la forma de crucificado.
Las brujas se han mantenido y fueron un rescate del movimiento romántico, hubo recreación literaria y del ámbito de las creencias que ha llegado hasta nuestros días. Las brujas como tal no han vivido nunca, solo las creencias, no han existido aquelarres sino fiestas campesinas. Las brujas es una construcción intelectual de los poderes de la época, de poder inquisitorial de la iglesia y de las castas ilustradas que gobernaban los estados absolutistas.
Lo del termino aquelarre lo acuñaron los demonológicos de la época, y se empleó como arma en aquellos lugares en que se reproducía algún conflicto de tipo social o económico.
Las confesiones que hacían las brujas eran obtenidas sistemáticamente bajo tortura. La tortura era un instrumento de oficio del procedimiento inquisitorio. Están preocupados porque la mujer influye en la capacidad reproductora del hombre, y según ellos le envejecen. El procedimiento de la tortura provocaba delaciones. Estas mujeres realmente fueron víctimas.
Tal vez porque las mujeres con poder asustan mucho, sobre todo las que viven solas, independientes, esas ancianas que por viejas son sabias, unas veces buenas y otras malas, son mujeres a las que se llama «brujas», a veces «hechiceras», a veces «hadas», según usen su poder.
Es un error confundir la brujería con la hechicería. La hechicera es aquella persona a quien se atribuye todo tipo de males. La bruja es la persona que hace un pacto con el diablo.
El término bruja hace referencia a las mujeres que pactaban y accedían carnalmente con el demonio, a quien rendían culto renegando de la fe. En cambio, por hechiceras se entiende a quienes al invocar al demonio hacían uso de ensalmos, adivinaciones, hierbas, polvo, pelo, ropa y tierra de cementerio, y realizaban conjuros para conseguir salud, amor o cosas temporales.
A principios del siglo IX a.C (entre el 900-875 a.C.) nació una princesa fenicia llamada Jezabel.
Jezabel se había criado en Tiro y Sidón, inculcándosele una educación propia de los reyes de fenicia, rodeada de riqueza, y posiblemente llegando a ser una sacerdotisa importante del dios Baal, una deidad de la naturaleza que gobernaba la tormenta y la fertilidad. Tuvo una infancia de convicciones religiosas profundamente arraigadas en el politeísmo fenicio, un aprendizaje de sus obligaciones como princesa avocada a una vida educada en palacio. Una mujer que debió dominar varios idiomas y también conocer las costumbres de sus pueblos vecinos.
El empeño de Jezabel en adorar al dios Baal, e introducir sus ritos de culto, entre los que se encontraba la prostitución sagrada, fue para los devotos israelitas una abominación. En pocos años los israelitas se habían convertido al paganismo y Jezabel transformado en una amenaza para los profetas de Israel.
Los profetas de Israel clamaron públicamente contra ella. Cuando Jezabel entra en escena, les proporciona a los redactores de la Biblia una oportunidad perfecta para enseñar una lección religiosa y moral sobre los malos resultados de la idolatría. La figura de Jezabel incorpora todo lo que debe ser eliminado de Israel, para evitar que la pureza del culto a Yahvé sea contaminada.
En este momento la Biblia nos introduce un personaje salvador, un siervo de Yahvé que libertará a Israel de la idolatría: el profeta “Elías”. Si Elías es valiente, Jezabel es descarada. Si Elías va en contra de todo mal, Jezabel va en contra de todo lo bueno. Si Elías habla con las palabras de Dios, Jezabel habla con basamento en el mundo de brujería y engaño.
Se había transformado en la enemiga de Israel. Aquello convirtió a Jezabel, en la mujer más demonizada por la Biblia, una prostituta, una bruja.
Su muerte, cruelmente descrita en la Biblia, es un drama histórico, pero que tuvo consecuencias nefastas para el reino. La Biblia dice que cuando Jezabel oyó que Jehú había entrado en Jezrael, se pintó los ojos con alcohol, y se adornó la cabeza, y salió a la ventana. Se había maquillado para morir dignamente y enfrentase a la muerte con valentía.
Jehú, mandó a unos eunucos que la tiraran desde su ventana y (2 Reyes 9, 33-37) «quedó salpicada la pared con la sangre y pisáronla los pies de los caballos»
La mirada androcéntrica que se asusta por la combinacion de MUJER, PODER Y SEXUALIDAD y que origina la Caza de Brujas, alimentada especialmente por hombres.
la brujería, la maldad humana por excelencia, se asoció al sexo femenino en la misma medida que la santidad, la bondad por excelencia, se asoció al sexo masculino.
Cristina Larner, Witchcraft an Religion
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