Las tortugas son muy queridas por ser consideradas animales de buena suerte, que simbolizan la longevidad y la protección. Por ello, las tortugas aparecen en multitud de templos y ciudades.
Muy acertadamente se ha hablado de la tortuga referente a que no tienen amigos ni enemigos en la naturaleza. Resalta en ella su falta de necesidades. Las tortugas pueden vivir de casi nada. Llama la atención su edad, no solamente a que pueda vivir mucho tiempo, sino a la existencia de la especie sobre la faz de nuestro planeta. No podemos pasar por alto su muy enigmática y filosófica sonrisa, indicándonos que sabe algo que no imaginamos.
Nada es casual en la Plaza de Las Tortugas. Cuatro tortugas hay en este mas que curioso lugar gaditano. Cuatro es el segundo número par y el regreso a la unidad fundamental en un nivel superior, como lo evidencia su reducción mística en la que 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1, simbolizando la potencia por excelencia, pues en él, la unidad completa al ternario al unirse al mismo dando origen a la cruz y al cuadrado y, lo que es más importante, a las cuatro dimensiones del espacio, es decir, la determinación material y corpórea. Son los cuatro principios elementales, Fuego, Tierra, Aire y Agua, que conforman el Universo; los cuatro puntos cardinales, los cuatro pilares del Universo, las cuatro fases de la Luna y toda la infinidad de cuaternarios que sirven para definir una unidad superior.
Platón decía que el ternario es el número de la idea y el cuaternario es la realización de la idea. Por esta causa, en la séptuple organización de las direcciones del espacio, el ternario en la Plaza de las Tortugas, se halla situado en la vertical (tres mundos o tres niveles) mientras que el cuaternario se encuentra dispuesto en la horizontal, en el mundo de lo manifestado.
En la Masonería operativa el trabajo consiste en actuar sobre la individualidad psíquica. Lo que se define como “devastar la piedra bruta”, es decir: actuar volitiva e intencionalmente sobre los aspectos más oscuros de la individualidad humana con el propósito de transformarlas en fuerzas de bien. En la Plaza de Las Tortugas, la propia tortuga se mueve lentamente recordándonos: si la divinidad prima en el hombre se adquiere las cualidades del CONOCIMIENTO, SABIDURÍA, FÉ y VERDAD.
La tortuga se relacionó con la magia debido a las tradiciones orientales de leer presagios sobre su caparazón; todavía más, la tortuga era en sí un animal mágico que podía vivir eternamente sin necesidad de respirar ni comer. La magia del reptil consistía también en que su coraza era por un lado la representación de la tierra y por el otro, la del universo. La importancia de este animal crecía en la medida en que se observaba la cura de enfermedades cardíacas y renales gracias a los poderes medicinales de la concha.
La tortuga aparece en la mitología, en la magia y en la religión de muchos pueblos desde la más remota antigüedad, con una marcada coincidencia en la utilización de sus símbolos: asociada al agua y a la tierra; representación del silencio, del cosmos y del sueño; emblema del tiempo y de la inmovilidad. Resulta asombroso ver cómo la tortuga ha sido creada recurriendo, consciente o inconscientemente, a los atributos que la mitología de los pueblos primitivos le otorgó. En las fábulas, por ejemplo, la tortuga se burla sabiamente de otros animales bajo el pretexto de su torpeza o por su aspecto pétreo que la asocia, casi invariablemente, ya al tiempo, ya al movimiento.