TEMPLO A BAAL EN SAN FERNANDO – CÁDIZ

Digámoslo así, los navegantes lejanos provenientes de Tiro, en el sur español, siguieron su viejo patrón de asentamientos, buscando lugares que reunieran unas condiciones de defensa fácil: islas cercanas a la costa, promontorios rodeados de agua, penínsulas, lugares elevados en el interior, pero cerca de la costa, o pequeños conjuntos de islas muy próximas entre sí y estratégicamente situadas en relación con la tierra firme, con acceso inmediato a ríos navegables por pequeñas embarcaciones. Se asentaron en las islas de León, Erytheia y Kotinoussa (actual isla de San Pedro o Sancti Petri), en plena bahía de Cádiz.

De alguna manera, Cádiz fue un archipiélago hasta al menos época romana muy avanzada y sus pobladores excelentes remeros que con sus botes rústicos hacían distancias largas por el litoral y ríos. La comunicación entre las islas y tierra firme tan solo era posible vía marítima. Uno de los puntos de atraque fue el de Gallineras en la isla de San Fernando por su estratégica situación.

Los fenicios se instalaron en Gallineras que pertenece al municipio de San Fernando. Como era su costumbre levantaron altares para agradecer el haber tenido una buena navegación. El primero de los templos fenicios en Gallineras que conformaban la tríada era el de Krónion, Kronos o Baal Hammon (divinidad principal del panteón cartaginés).

Por decirlo así, el templo olvidado al dios Baal Hammon, posiblemente estaba en el espacio llamado, hoy en día, cerro de los Mártires, un área militar de San Fernando sin explorar arqueológicamente, alejada en la actualidad unos trescientos metros de la línea de costa y que en época púnica era la isla más elevada de la bahía de Cádiz: la que todas las naves podían ver desde la lejanía. Este se encontraba situado justo frente al fortín fenicio de Chiclana.

El templo fenicio de Gallineras tenía un acimut de 55 grados (medido sobre el horizonte), y podría coincidir, hacia el oeste, con la puesta de Venus en su posición más al sur, en coincidencia con los puntos extremos que alcanza este planeta en su ciclo de ocho años.

Sencillamente, como cualquier asentamiento la Gallineras fenicia, tenía un panteón formado por una tríada de dioses: una divinidad masculina protectora de la ciudad; su esposa, garante de la fertilidad en un sentido amplio, tanto familiar como económico; y el hijo de ambos, símbolo de la naturaleza que moría y resucitaba cada año. Su templo, no demasiado monumental, se dividía en tres partes: un pórtico, un vestíbulo que solía contener alguna fuente y un santuario de limitado acceso en el que se hallaba ubicada la imagen de la divinidad Baal Hammon.

Los hechos nos dejan claro que, Durante Amílcar Barca, líder de la familia Bárcida (c. 275 a 228 a. C.), tuvo el templo de Baal Hammon, en Gallineras, su mayor esplendor y, que la posterior romanización de la isla, seguida por la presencia islámica más el puntillazo dado por la conquista castellana, entierran para siempre en la nebulosa del olvido al muy singular templo al dios Baal Hammon de San Fernando (Cádiz).