El Callejón del Duende, que comunicaba la salida del foso del circo romano con la calle Mesón en Cádiz, fue descubierto hace relativamente poco tiempo, concretamente cuando se inició la recuperación del monumento romano hará unos años. Hoy permanece cerrado con el fin de preservarlo de posibles actos vandálicos.
Se trata de la calle más estrecha de la ciudad. Antiguamente desembocaba en la plaza de Fray Félix pero la taparon dejando una calle sin salida. La forma de la calle es curva, como la mayoría de las calles gaditanas, con el fin de combatir el viento. En el pasado la calle era frecuentada por contrabandistas, y se dice que uno de los más conocidos se llamaba «El Duende» y de ahí el nombre de la calle.
Cuenta la leyenda que durante la invasión napoleónica a España un capitán francés se enamoró perdidamente de una bella gaditana y ésta, que en un principio le siguió el juego para liberar a su novio, terminó por claudicar ante la pasión del galo. La pareja solía ser vista haciéndose arrumacos en un callejón que da a la calle Mesón, en el barrio del Pópulo, hoy denominado Callejón del Duende. Una relación imposible que no tardó en ser descubierta por el pueblo de Cádiz, que no dudo en dar muerte a la traidora y a su amante. Desde entonces todos los días de los difuntos (1 de noviembre) los vecinos ponen unas velas rojas (las conocidas mariposas en Cádiz) en el mencionado callejón porque dicen que ven siluetas de los dos enamorados abrazados.
A través de una reja los visitantes pueden contemplar este rincón histórico para, transportándose en el tiempo, imaginar aquellas caricias entre estos dos amantes.
«Despierta,
otro día sin tregua tras la madrugada,
que hoy tampoco te dejó dormir…
puede que haga frío en el desafío,
de enfrentarte a tu devenir,
nadie hace nada por ti…
tu despierta…
Despierta,
Tras esa ventana crece la mañana,
Hoy la vida te invita a vivir…
borra los agravios de tu calendario,
que hay caminos por descubrir,
tienes que aprender a sentir…
tu despierta…
Y siento pasos en el callejón del duende,
sueño que sueñas que soñaste con tenerme,
y siento miedo en la orillita del deseo,
cuando te acercas y no vienes…
Que el amor es como una cometa que se lleva el viento,
no te rindas por una condena ni salgas corriendo…
que el amor tiene solo un lenguaje,
la voz de un te quiero,
no hay palabras que expliquen,
la fuerza de los sentimientos,
de los sentimientos, que queman por dentro…
Recuerda,
que en la plazoleta quedan aún las huellas,
donde reflejaste tu niñez…
los buenos amigos huyen del olvido,
y se sientan a recorrer,
aventuras de nuestro ayer…
tu recuerda…
Y siento anhelos de ese callejón del duende,
y siento celos de los labios que te besen,
y siento miedo de no haber llegado a tiempo,
a ver cumplido tus deseos…
Que el amor es como una cometa que se lleva el viento,
no te rindas por una condena ni salgas corriendo…
que el amor tiene solo un lenguaje,
la voz de un te quiero,
no hay palabras que expliquen,
la fuerza de los sentimientos,
de los sentimientos, que queman por dentro…»
(Del cancionero de David DeMaria)