LA CARNE, LA MASCULINIDAD Y EL PODER EN LOS PUEBLOS DE LA SIERRA GADITANA

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Hamburguesa de buey (Masculino)

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La carne es un componente esencial en la dieta en los pueblos blancos de la Sierra gaditana, y es especialmente importante en relación con el poder y la masculinidad. Sin su carne, el hombre de la Sierra se siente incapaz e impotente.
“El pescao pa los gatos y la canne pa los lobos auuuuuuuuuuuuuuuuuu”
El filete grueso y sangrante para el serrano medio representa la potencia y el poder, considerando a las alas de pollo, hamburguesas industriales y, en particular, brochetas de pollo, no representativas del poder y la masculinidad, sino más bien lo contrario: debilidad y vulnerabilidad, o posiblemente un sentido ambivalente del poder y combinado de debilidad.
La sangre que da a la carne roja su color es expresiva del poder, la agresión, la pasión y la sexualidad atributos que son deseables para los hombres serranos, pero esta misma se considera ofensiva cuando se trata de mujeres.

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Pescado (Femenino)

Cuando se dice en estos pueblos que una cosa no es “ni carne ni pescado” se da a entender que es algo indeciso, indefinido o insípido. Su uso común lo ha llevado al plano sexual o social diciendo que a alguien le va tanto la carne como el pescado, pero no que le gusta una cosa u otra particularmente. Algo así como “le gusta la carne y el pescado” para referirse a la gente bisexual, que “hacen a todo”.
El consumo de carne es en los pueblos de la Sierra, sobre todo es simbólico. Se entiende el sacrificar, cocinar y comer carne de animales como la última autenticación humana de superioridad sobre el resto de la naturaleza.
Lo fisiológico-nutritivo y lo simbólico son complementarios y no contradictorios, ya que el consumo de carne combina lo físico y lo simbólico: comer carne roja es visto… como la ingestión de la inherente naturaleza del propio animal, su fuerza.
Existen fuertes vínculos entre el consumo de carne, el poder físico y el dominio social.

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Carrillada (Masculino)

Recordemos que las feministas han  centrado la discusión de la relación entre la carne, la masculinidad y el poder, proponiendo que los símbolos relacionados específicamente con la carne se sitúan en una jerarquía concéntrica: la cultura encima de la naturaleza, los seres humanos por encima de los animales y los hombres por encima de las mujeres.
Ellas sugieren que la asociación de alimentos vegetarianos y los productos lácteos con la feminidad indica debilidad y pasividad.
En la Sierra gaditana, la carne es la más apreciada y el más importante cultural de entre todos los alimentos, la carne es indicativo de la riqueza económica y el alto estatus social en la zona, y el consumo de ciertos tipos de carne es una acción simbólica económica y cultural capital, diseñado para reproducir y marcar las diferencias de clases sociales.
En consecuencia, lejos de ser exclusivamente un acto de generosidad y cooperación, la carne y su consumo, es también un símbolo de la competencia social, de estatus y prestigio.
El poder físico está asociado históricamente con masculinidad y virilidad… carne se ha percibido como un sujeto masculino.
Lo que es un ejemplo de la carne, es una actitud: la cosmovisión masculina que percibe por doquier, los valores y legitima la dominación jerárquica de la naturaleza, de las mujeres y de otros hombres.
La centralidad de la carne en la comida serrana deriva del poder y el control representado por su  consumo y la agresión. Por lo tanto, el consumo de carne tiene el potencial de hacer al comensal tan fuerte como un toro y, con la materia y el espíritu reforzándose mutuamente.
El consumo de carne también representa el poder socioeconómico y político.

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Brocheta de lomo (Masculino)

En los pueblos blancos de la Sierra se le concede al cerdo la importancia que tiene porque es sabroso y alimenticio, y no cabe la posibilidad de que se confunda con “moro” a quien lo consume.
La designación del cerdo como marrano, viene de los tiempos en que judíos y moros se convertían al cristianismo o eran expulsados de España. A los conversos, se les llamó: “marranos”. Los conversos, para demostrar a los cristianos viejos que habían hecho suyo el consumo de cerdo prohibido en sus religiones, sacrificaban el cerdo en la calle y en presencia del vecindario. De ahí se empezó a llamar al cerdo: marrano.
La raíz de este comportamiento exaltado en torno al jamón y al chorizo viene de aquellos tiempos de la Inquisición en que ser judío en España ocasionaba a menudo la muerte.

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Cordero (Masculino)

Curioso destino el del cerdo, de ser prueba de “vieja cristianía”, frente a los vecinos sospechosos de tener origen moro o judío. Allí nació la costumbre serrana por estos pueblos, de enviar una bandeja de menudencias del animal recién sacrificado a uno u otro vecino, que se convertía en doble certificado, tanto del que donaba como del que recibía. Nadie ha encontrado explicación racional a la «porcofobia» de las religiones musulmana y judía. Creen algunos que se debe al rigor del desierto, que impide criar un bicho tan ocioso y omnívoro, pues devora todo lo que come el hombre y entonces le hace competencia. Lo cierto es que, por su carne sensual y ociosa, está asociado a la mesa del rico Epulón, no así a la del pobre Lázaro.
Uno de los medios de identificar a los judíos mezclados entre los “cristianos viejos” era darles a catar jamón, tocino, morcilla… cualquier derivado del cerdo. Si lo rechazaban, o ponían mala cara, no cabía duda: “perros judíos eran”.

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Croquetas (Femenino)

Los cristianos viejos, muy al contrario, tomaban el jamón y se lo comían con tal deleite, tantos aplausos y tamaño gusto que ese “teatrillo” ha llegado casi íntegro hasta nuestros días. No se considera absurdo pensar que eso de colgar el jamón en el centro de la cocina, y chorizos y lomos por todos lados de la casa, y celebrar con grandes fiestas la matanza del cerdo es un método de “exhibir” su sangre sin contaminar.
El cerdo ha sido hasta hace pocos siglos un arma arrojadiza. No sólo el mocho del jamón cual quijada cainita,  sino el puerco entero, a modo de suero de la verdad xenófobo, utilizado para separar los cristianos viejos de los advenedizos de credo judío o musulmán. Quizá por eso en los pueblos blancos, pueblos de Frontera, el consumo percápita de los derivados del cerdo es tan alto.

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Tortilla de papa (Femenino) 

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Jibia (Femenino)

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Guiso (Masculino)

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Atún (Femenino)

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Escalopes (Masculino)

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Tortillitas de camarones (Femenino)

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Alitas de pollo (Femenino)

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Langostinos & beicon (Masculino)

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(Femenino)

Referencias y Fuentes: Nir Avieli, Nick Fiddes, Alan Beardsworth, Carol Adams, Julia Twigg,  Sahlins, Willard, Feldman, y otros.

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3 comentarios en “LA CARNE, LA MASCULINIDAD Y EL PODER EN LOS PUEBLOS DE LA SIERRA GADITANA

  1. Estimada Esther, con mucho gusto te respondo a tu pregunta: De la antropóloga feminista
    Julia Twigg (1983: 21)
    .-Twigg, J. 1983. Vegetarianism and the Meanings of Meat. In A. Murcott (ed.), The Sociology of Food and Eating. Aldershot: Gower Publishing Company, pp. 18–30.
    .-Adams, C. 1997. “Mad Cow” Disease and the Animal Industrial Complex: An Ecofeminist
    Analysis. Organization Environment 10(1): 26–51.
    Adams, C. 2003. The Sexual Politics of Meat: A Feminist–Vegetarian Critical Theory. New York:
    Continuum.
    .-Fiddes (1991: 210)
    Fiddes, N. 1991. Meat: A Natural Symbol. London: Routledge.
    .-Nir Avieli : Grilled Nationalism 318

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  2. Podrías decirme de dónde has sacado este dato y a quiénes «ellas» te refieres? Porque yo soy feminista de toda la vida y jamás he dicho, ni escuchado, una tontá de semejante calibre. Gracias.

    «Recordemos que las feministas han centrado la discusión de la relación entre la carne, la masculinidad y el poder, proponiendo que los símbolos relacionados específicamente con la carne se sitúan en una jerarquía concéntrica: la cultura encima de la naturaleza, los seres humanos por encima de los animales y los hombres por encima de las mujeres.

    Ellas sugieren que la asociación de alimentos vegetarianos y los productos lácteos con la feminidad indica debilidad y pasividad.»

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