En el muro de la parroquia de Santa María en Arcos de la Frontera, y bajo la edificación de la torre vieja (En el Callejón de las Monjas), aparece la señal de una puerta tapiada con sillería.
En el siglo XVIII, se contempla que había aquí una tienda en la parte inferior de la torre de sus campanas que a pesar de ser muy pequeña se alquilaba a los plateros que tenían tres tiendas en la casa número uno de la calle Marques de Torre Soto, o sea a tan solo unos metros.
No tiene ningún sentido que los poderosos señores (plateros) alquilaran un habitáculo minúsculo, sin aparente utilidad práctica y menos económica, a no ser que ahí existiese una falsa entrada que comunicase con alguna de las edificaciones colindantes a las que se quería tener acceso sin ser visto y al amparo de miradas indiscretas
Casualidad de casualidades, justo enfrente existía, por aquel entonces, un convento de monjas que recogían en su seno tanto a jóvenes con vocación religiosa o algunas “deshonradas”, como también a viudas que querían mantener a buen resguardo el buen nombre del que fue su marido en vida, aunque sin renunciar del todo a los placeres catados. No todas naturalmente.