Dicen que para saberlo todo de alguien en Jerez de la Frontera, basta con mirar la forma de su sombra a la luz de la luna.
Los caminos después de las fiestas de fin de año que llevan a los jerezanos hasta los bancos de las iglesias a pedir de rodillas piedad al Dios que allí se aloja, son múltiples.
En Jerez el éxito amoroso nunca es una casualidad, no sabes cuán lejos puedes llegar hasta que lo intentas.
El hombre jerezano es el hombre eterno endeudado en cuestiones de amor, siempre en déficit.
En Nochevieja en Jerez de la Frontera, como en otros sitios, cunden los adulterios y es santo remedio para evitar que el matrimonio derive a matricidio y se rompa antes de que la muerte separe.
A los jerezanos golfos, hacer el amor con una mujer casada es algo que les “pone”, además de ser menos probable que les meta en líos. Eso sí, no lo reconocen aunque los muelan a palos, o les partan las piernas.
Del adulterio en Jerez, asombra la mala prensa que tiene. La corrección social lo condena como antes lo hacía la Inquisición del Convento de Santo Domingo.
Si las estadísticas no exageran, el quince por ciento de las personas no son hijas de su padre. ¿A qué viene entonces tanto remilgo?
Sánchez Dragó apunta que con el nunca reconocido adulterio, y menos bendecido, se evitan muchos divorcios y los hogares dejan de ser una olla a presión.
El que esté libre de pecado en Jerez, que tire el primer pedrusco, o que pegue la espantá.

FUENTE: Sánchez Dragó y otros.