Sobre las historias de fantasmas que últimamente rondan las leyendas urbanas en Jerez, y que pasan a sumar parte del “Turismo de Misterio” en la ciudad, dos centran la atención, una dada en el Club Nazaret y otra en la antigua Posada Molino del Judío, muy cerca de lo que fueron los llanos de Santo Domingo, ubicada en la calle Zaragoza, esquina calle Santa Rosa.
En la hornacina de la esquina de la calle Zaragoza con Santa Rosa, debió estar o ponerse a principios del siglo XIX la imagen de la santa que dio nombre a la calle y que, por acuerdo municipal de 22 de mayo de 1822, mandara trasladar a las iglesias todas las imágenes de santos existentes en las calles, quitándose de sus hornacinas. En los últimos años en este lugar figuraba una artística cruz de cerrajería, recuerdo de aquellas otras que proliferaban por el barrio, en especial por la que tan devotamente veneraban los vecinos en la plaza de San Andrés. De la antigua y hermosa cruz no se sabe nada, desapareció sin dejar rastro y hoy día se ha colocado otra nueva.
La leyenda de la Posada Molino del Judío, gira alrededor de su propietario, el cual terminó su vida ajusticiado por la ley, acusado del asesinato del amante de su hija que apareció descuartizado en el fondo de un pozo.
Son varios los testigos del barrio que aseguran ver, de vez en cuando, una figura de hombre ataviada con “ropas de otros tiempos”, resultando bastante extraña su presencia y llamando la atención de las personas, sobre todo cuando al doblar la esquina desaparece, esfumándose por completo. En las tertulias y corrillos informales, se asegura que es el espanto mismo del infortunado novio de la hija del posadero.
Decía Virginia Woolf: “El ser humano no puede ser dejado solo. Necesitamos otras presencias. Necesitamos los ruidos suaves de la noche. Necesitamos los pequeños clics y los suspiros de una alteridad duradera”. Precisamos a los muertos.
FUENTE: Agustín Muñoz y Gómez, Eduardo Velo García, José Manuel Moreno, vecinos del barrio, otros