Han pasado muchos siglos y el problema de la pederastia y el satanismo sigue siendo una realidad, que muchos no quieren ver, que muchos no quieren asumir.
La pederastia es una conducta criminal, mientras que la pedofilia es el trastorno de la sexualidad que subyace detrás. De este modo, todo pederasta basa su conducta en la pedofilia, pero no todo pedófilo acaba en la pederastia.
Las élites llevan siglos, milenios, realizando ceremonias satanistas en las que violan, torturan y finalmente asesinan lentamente y de manera muy sangrienta a niños raptados que también son violados reiteradamente.
El satanismo existe hace mucho tiempo, pero es el gran tabú, la gran ocultación de las élites y su exclusivo privilegio, que se quieren reservar celosamente solo para ellos y del que no quieren ser privados. Las elites creen que el satanismo es su derecho, por linaje, por cuna, porque por algo son el poder: ellos se lo pueden permitir, los demás no (Ejemplo: El cruel asesinato, violación y tortura de tres niñas valencianas de Alcàsser, unos pocos meses después de los JJ.OO. de Barcelona 92 es el gran enigma de la era “democrática”  en España y todos los indicios apuntan a un ritual satanista por parte de los elementos más altos del poder político).
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«No van por ahí con crucifijos al revés en sus manos. Desean permanecer por debajo del barrido de la detección del radar durante toda su vida, sin que se les  descubra».
Los perfiles ideales de niños para ser sustraídos con fines de extraer sus órganos son de entre siete y  diez años de edad. Mientras los más pequeños, hasta cinco años, son robados para venderlos a  cónyuges o directamente dedicados a rituales satánicos.
Las élites que gobiernan el mundo no solo se enriquecen con la guerra sino que se alimentan del sufrimiento, gozan con nuestro dolor y miedo. Somos su granja, su alimento. No esperes que ellas te digan la verdad.