LA BARRA DE LABIOS UN INVENTO ANDALUSÍ

El conocido médico, cirujano y especialista en cosméticos andaluz Abu al-Qasim al-Zahrawi (Abulcasis), desarrolló las primeras barras de labios sólidas, que se perfumaban y prensaban en moldes especiales. Mucho antes en la Antigua Grecia solo las prostitutas se pintaban los labios de rojo, mientras que las mujeres respetables se dejaban la cara limpia. Esta diferenciación de género social era tan estricta, que se estableció una ley para evitar que los hombres confundiesen las damas con prostitutas. Era obligatorio que las cortesanas se pintaran los labios, maquillaran y merodearan exclusivamente a ciertas horas del día. Con el tiempo esta costumbre desapareció y las mujeres de la élite comenzaron a pintarse los labios, mientras que las de clase baja continuaron evitándose.
Los hombres de la romana Hasta Regia (Jerez), se pintaban los labios de acuerdo con su condición social, mientras que las mujeres adineradas de la población poseían su propio séquito de esclavos para asegurarse que su rostro era perfectamente maquillado. La clase baja se acicalaba los labios con el sedimento que producía el vino.
El tocador de una mujer elegante estaba lleno de hileras de pequeños frascos contenedores de toda clase de remedios de belleza que a veces no resistían el calor o la lluvia. Las cejas más apreciadas eran oscuras y muy juntas, casi unidas. Las maquillaban para conseguir ese efecto, pero en el siglo I a. C. comenzaron a depilarlas.
El sudor de los gladiadores se consideraba un poderoso afrodisíaco además de un tratamiento de belleza para mejorar la piel, y se vendía como recuerdo en puestos situados en el exterior del circo. Era carísimo.

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