EL GATO TOMÁS Y EL TESORO DE ARCOS DE LA FRONTERA

Es un gato jerezano, estirado, relamido y pinturero. Nació en medio de una rancia familia gatuna bodeguera, muy pronto aprendió las buenas artes de vivir la Vida y beber vino. Esto último se lo enseñaron dos amigos ratones apellidados Pérez, primos de un mariquita con pluma y marisabidilla que se hizo famoso en Madrid Villa y Corte. Al gato Tomás, lo conocí en la plaza Cananeo de Arcos de Frontera, en donde suele estar plácidamente, esto si no aparece un perro gamberro, follonero y chuleta, al que llaman Benito.
Cuando el tabernero malaje se descuida, el gato Tomás, en la plaza Cananeo, se entretiene lengüeteando las copas de vino y despachando los restos de las mesas, mas dejar pasar el tiempo a la sombrita o al sol según le plazca.
Con el gato Tomás suelo echar buenas charlas, contándome cosas que conoce de buena tinta o ha escuchado, por ejemplo: “Sabes Eduardo, que Arcos, entre la Peña Vieja, hay una cueva, en la que un morisco expulsado por los reyes católicos, dejó sus tesoros allí escondidos. El moro muy desconfiado, hizo un conjuro mágico para que nadie lo hallara. Dicen que fueron muchos los que internándose en la cueva llegaron hasta sus profundidades, pero sin encontrar nada, ya que a cierta distancia la cueva se divide por un río subterráneo muy profundo al que todo el que llega hasta ese punto, cuando se sumerge en sus aguas desaparece la visión de sus pies, y ante el temor de algún mal, si continúan más al fondo, huyen asustados. Así amigo Eduardo, allí sigue el tesoro esperando a un valiente que se atreva”.