Digámoslo así, cada uno de nosotros, como seres humanos, tenemos dos mentes. Una es totalmente nuestra. La otra mente es una «instalación foránea», y nos trae conflicto, dudas, desesperanza, autoafirmación. La primera, producto de las experiencias de nuestra vida, rara vez nos habla, porque ha sido vencida y sometida a la oscuridad. La otra es la que en realidad usamos a diario para todo lo que hacemos.
De alguna manera y por distintos medios o canales, se ha estado diciendo que el planeta Tierra está asistido por seres no físicos, conectados a la civilización del espacio vibratorio del sistema estelar Sirio. Una de las tantas razas alienígenas que circulan entre nosotros son los seres provenientes del planeta Plutón, que son criaturas incomprensibles para nuestros conocimientos. Nos referimos a seres del mundo de los inorgánicos, entidades que carecen de organismo. Los seres inorgánicos, como los provenientes de Plutón, habitan un mundo gemelo al nuestro, que aunque se entrelazan, no interactúan entre sí.
El universo entero está lleno de fuerzas gemelas, que a la vez se oponen y se complementan. Y el mundo complementario y opuesto al nuestro es uno que está poblado por entes que tienen conciencia, pero no un organismo. Son los llamados «seres inorgánicos de Plutón».
Existió un momento en donde vino una civilización desde las profundidades del cosmos y tomó control sobre los habitantes del planeta Tierra, de nuestras vidas. Una raza de seres inorgánicos que están siempre con nosotros y que son nuestros amos y señores. Nos han vuelto dóciles, indefensos. Su centro de operación en nuestra galaxia está en Plutón.
Sencillamente, los predadores de Plutón que nos dominan tomaron posesión de nuestro mundo, y nos exprimen sin compasión porque somos su sustento energético. De la misma forma que nosotros criamos pollos, así ellos nos crían (no son los únicos). Son ellos los que nos han dado los sistemas de creencias, nuestras ideas acerca del bien y del mal, y las costumbres sociales. A través de la mente, ellos inyectan en nuestras vidas todo lo que es conveniente a sus intereses.
Confiar en los seres inorgánicos es absurdo. Y en los del planeta Plutón, menos. Ellos tienen su propio ritmo, y ese ritmo no es humano. Los seres inorgánicos tienen extraordinarios medios a su disposición.