Según cuenta Yolanda Vallejo Marquez, en Cádiz se dice que “hay un santo para cada asunto y un asuntón para cada patrón”.
Por ejemplo: a Santa Águeda se encomiendan las afecciones de mama, por aquello de que la santa sufrió en sus carnes la mutilación de un pecho, a San Blas, la garganta por haberle quitado a un niño una espina de pescado que le ahogaba, a Santa Clara los ojos, a Santa Ana la fertilidad, a San Antonio “paa un novio bueno” y, así podríamos seguir por los siglos de los siglos hasta que San Juan agache el dedo o por secula seculorum.
Hay una ruta en Cádiz que no aparece en ninguna guía Michelin o de menos pelambre, pero existe, y esta congrega a muchísimos gaditanos movidos en parte por la desesperanza, la fe, por la fuerza o quizá por la costumbre o vaya usted a saber. La cuestión es que la hay, es la “Ruta no Señalada”
Para Yolanda, la “Ruta no señalada del fervor y los sueños” en Cádiz se inicia los lunes en la capilla del Caminito donde se venera a San Nicolás de Bari, el del barreñito y las tres doncellas cautivas a las que cada lunes les dejaba un saco de oro. A San Nicolás se va a pedirle dinero, y van muchísimos gaditanos en estos tiempos que corren, se lo aseguro. Los martes, la cita es en la parroquia del Rosario, con Santa Marta, la patrona de las amas de casa, de las lavanderas, de las asistentas del hogar, de los hosteleros y de los subsidios. A Santa Marta se recurre para las cosas difíciles por no decir imposibles.
Los miércoles son para Santa Rita, esa santa interesada, abogada de las causas complicadas y engorrosas pero con fama de traicionera que se venera en San Agustín. De Santa Rita nos queda la jaculatoria con la que le riñen sus fieles «Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita». Los jueves, la cita obligada lleva hasta San Antonio, donde San Judas Tadeo recibe la visita de miles de devotos desesperados con la ilusión de que el apóstol interceda.
Y los viernes son del Cristo. Jamás nos toparemos en Cádiz con alguien que nunca haya ido a visitar al Cristo. Porque el Cristo -sea el Nazareno en Santa María, sea el Medinaceli en Santa Cruz- sigue siendo el paño de lágrimas de esta ciudad, donde se quedan los deseos y se recargan las pilas de los sueños.
(Fuente: LA VOZ de Cádiz)