SANLÚCAR DE BARRAMEDA ESOTÉRICA: LAS COVACHAS

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Covacha quiere decir: cueva pequeña. Las Covachas de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), son una galería porticada o logia formada por diez arcos ojivales que recaen sobre pilares, sobre cada uno de los cuales hay dragones.
Según Borges, en el dragón hay nueve semblanzas: sus cuernos se parecen a los del ciervo, su cabeza a la del camello, sus ojos a los de un demonio, su cuello al de la serpiente, su vientre al de un molusco, sus escamas a las de un pez, sus garras a las del águila, las plantas de sus pies a las del tigre, y sus orejas a las del buey. Algunos hay que en lugar de orejas tienen cuernos, pero oyen bien, posiblemente a través de éstos. Sus huesos, dientes y saliva tienen virtudes medicinales. Puede ser visible o invisible a voluntad. En la Primavera sube a los cielos, en Otoño se sumerge en el mar. Hay Dragones Celestiales, que llevan en sus lomos los palacios de los dioses; Dragones Divinos, que rigen los vientos y las lluvias; Dragones Terrestres, protectores de arroyos y ríos y Dragones Subterráneos, guardianes de tesoros…

La cueva es una de las moradas más típicas de los dragones. Se cuenta que los dragones que no tienen alas, o no son aficionados a volar, prefieren las cuevas por encima de cualquier otro hábitat. Muchos dragones construyen ellos mismos sus cuevas utilizando sus zarpas o su aliento de fuego (que es tan potente que deshace la roca y la tierra). Los dragones que gustan de los tesoros también suelen elegir este tipo de morada para ocultarlos por ser de más fácil defensa ante eventuales saqueadores y de más seguro resguardo.
Algunos dragones hacen tratos con arquitectos o enanos para que les construyan sus cuevas, y luego viven allí, rodeados de riquísimos ornamentos. Otros, como los de Las Covachas en Sanlúcar, simplemente fueron criados o sentenciados a vivir en una cueva a los únicos efectos de custodiar alguna cosa muy preciada (tesoro, portal, elemento mágico), luego son olvidados por sus dueños; o bien, en otros casos, ignoran que sus amos ya han fallecido y, por lo tanto, ellos permanecen “prisioneros” de ninguno, custodiando con su vida el tesoro de nadie.

El dragón, a diferencia de la mayoría de las criaturas, posee una clase de magia que persiste más allá de la vida y de la muerte, por lo que ciertas partes de su cuerpo continúan teniendo propiedades mágicas a través del tiempo. Poseer un ojo de dragón significa tener el don de la videncia, el poder de contemplar las cosas que suceden a gran distancia y los hechos que ocurrieron en el pasado o que ocurrirán en el futuro. El ojo de dragón logra ver más allá de lo evidente y puede atravesar las tinieblas que cubren las cosas que el ojo humano no puede ver.
Mucho del folclore del dragón nos dice que los dragones eran bestias repugnantes y malévolos enemigos de la humanidad. Pero los dragones nacieron en un tiempo distinto al del hombre; un tiempo de caos; un tiempo de creación fuera de la destrucción. El dragón es una figura simbólica fabulosa y universal encontrada en la mayoría de las culturas a través del mundo.
Se le representa más bien como una serpiente enroscada en el centro de la Tierra, origen de la creación del mundo. El cielo y las constelaciones se mostraban casi siempre también con una gran serpiente que recubría la Tierra, tanto en Occidente como en Oriente. Ahora bien, simbólicamente, ha sido ligado e identificado con este fabuloso potencial de energías primordiales -a la vez destructoras y creadoras, celestes y terrestres—, que el hombre lleva en él y que también están en la Tierra. Como si una fuerza increíble, superando todo lo que podamos imaginar, fuera retenida prisionera en el seno de la Tierra igual que dentro del ser humano.

Entre sus primeras formas, los dragones fueron relacionados con la Gran Madre, el dios del agua y el dios guerrero del sol. Estas capacidades tenían el poder de ser tanto benevolentes como destructivos y eran criaturas todo-poderosas en el universo. A causa de estas cualidades, los dragones asumieron los papeles tomados por Osiris y Set en la mitología egipcia. En el inicio del período egipcio se desarrolló un considerable culto de adoración al dragón – y a la serpiente. Este culto gradualmente se esparció a Babilonia, India, el Oriente, las Islas Pacíficas y finalmente al continente norte americano, ya que más y más culturas comenzaron a reconocer y a apreciar los poderes especiales y la inteligencia de los dragones. El culto alcanzó su cúspide durante los días del Imperio Romano y desapareció con la llegada del cristianismo.

En cada civilización la figura del dragón juega un papel importante como dios, guardián, y en algunos casos como demonio, pero todos están de acuerdo en que era un ser muy poderoso y en algunas civilizaciones es reconocido también por su gran sabiduría. Pero no solo eso: los dragones a menudo pasan por tener un significado espiritual mayor en varias religiones y culturas del mundo. En la simbología cristiana se recurre con mayor frecuencia a la figura del dragón para expresar la noción del ego, su tremendo poder y la terrible amenaza que supone para la vida humana.
La forma del dragón surgió de su poder particular de controlar las aguas de la tierra y dio origen a muchos de los atributos distinguidos por diferentes personas cuando se desarrolló todo el mito. Para los cristianos europeos el dragón era una bestia maligna, un ser diabólico En muchas de las mitologías anteriores al cristianismo se le consideraba un ser del inframundo que llevaba la muerte y la destrucción. Para los cristianos de la Edad Media encarnaba el pecado y el hecho de representarse bajo la figura de santos y mártires simbolizaba la victoria de la fe sobre el diablo. En las leyendas de la época guardaban grandes tesoros o princesas cautivas y el héroe que lograse matarlos habría logrado vencer a la más astuta e imponente de las criaturas.

Los Dragones fueron tenidos, en toda la antigüedad, como símbolos de la eternidad y de la sabiduría. Durante la Edad Media, se le consideró símbolo de apostasía y de traición, aunque también de cólera y envidia. La palabra latina draco, que dio origen al vocablo “dragón”, significa “la serpiente”, por ello el Cristianismo lo ha asociado históricamente a este animal diabólico y pecaminoso. Algunas traducciones la palabra “dragón” se utiliza para describir a la Bestia (es decir: el Diablo), mientras que en la iconografía religiosa se representan algunos santos cristianos en el acto de matar a un dragón. Muchos dragones representaban la Sabiduría. Matar un dragón era considerado un pasaporte a la riqueza, y la demostración de que un héroe era realmente hábil y astuto.
Como Dragón en Las Covachas,  representa simbólicamente a nuestra naturaleza inferior que debe ser vencida y dominada. De hecho el dragón es una representación idealizada y fantástica de los saurios prehistóricos. De ellos, nos guste o no, proviene y desciende zoológicamente el ser humano. Y hay que vencer a este dragón-saurio en nosotros y sus tendencias agresivas, egoístas, separativas y materialistas sublimando por entero a nuestra naturaleza. Esto, por cierto, no es fácil. De ahí la imagen de «bañarse en la sangre del dragón».

El dragón sanluqueño encierra nuestra parte de sombra, eso que hay en nosotros y que, pese a la fuerza interna que tiene, no queremos aceptar pero que está allí. La sombra es una realidad del mundo dual que nos hace que si amamos a algo odiamos a lo contrario, que si deseamos esto, evitamos aquello. La pureza no puede existir en un mundo dual y de eso es de lo que se encarga el Dragón en Sanlúcar, en decirnos que hay parte de sombra en nosotros. La famosa idea del amor incondicional sólo es posible si no hay sombra, y porque no es siempre posible vivir así, tememos al dragón. En resumen: el Dragón defiende todo aquello que no queremos ver, por eso se le teme. ¿Qué es entonces vencer al dragón? Es alcanzar la pureza del sentimiento y pensamiento no dual, es afrontar la vida desde una posición de auténtico Iluminado, es trascender de nuestra condición humana para empezar a entrar en la dimensión Espiritual.

Los dragones son seres alados retratados en las mitologías antiguas de la mayoría de las culturas. Se relacionan con los dioses alados de los cielos que vinieron a la Tierra para crear la raza humana y son una simbología muy importante en el diseño creacional de nuestra realidad.
De ahí que para el hombre, vencer al dragón se convirtiera en una búsqueda, para hacerse con estas fuerzas primordiales, primitivas, que le encadenan en el ciclo infernal e interminable del nacimiento y la muerte, seguido de un nuevo nacimiento y una nueva muerte, etc. Una vez más, los mitos y los símbolos del dragón se integran en la simbología alquimista. Al igual que el ciervo, el gran principio femenino y mercurial, el dragón debía ser sacrificado para que pudiera serle extraído el azufre, el gran principio masculino. Esta mágica y poderosa criatura cumple siempre uno de estos dos roles fundamentales: o bien el de destructor, o bien el de guardián. Estos dos conceptos resultan, a simple vista, opuestos e irreconciliables y están siempre presentes en Las Covachas de Sanlúcar de Barrameda.

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