LA PIEDRA ROSETA DE TARTESSOS – TORRE DE DOÑA BLANCA, PUERTO DE SANTA MARIA (CÁDIZ)
El enigma del último dorado, el postrero que queda por encontrar o uno de los últimos. Le llamaban así “El Dorado de la Antigüedad”. Debemos pensar en una cultura que nació casi ya 8000 a C.
Sobre los tartesios poco se sabe y mucho se lucubra. En la historia de Tartessos todo cabe. Tartessos, el enigma de Tartessos, aquel que jamás se mostrará a los que le busquen. Tartessos es simplemente el primer gran reino que hubo en la península ibérica. La historia de Tartessos es una historia difusa y difícil de contar. Hay pocos datos, están aflorando ahora, en nuestros días.
Los griegos ambicionaban conocer Tartessos , los griegos creían conocer Tartessos , los griegos hablaron y escribieron sobre Tartessos.
Fijemos la fundación de Tartessos en el 1200 a C. Demasiados años, todos ellos cubiertos por el polvo de la historia. En el 1200 a.C., España era muy rica, floreciente, había en aquel entonces muy pocas minas en el mundo conocido, no se habían descubierto grandes minas, en cambio en la península ibérica si, había estaño, cobre, plata, oro. Cuando los habitantes de la baja Andalucía empezaron a conocer el manejo de los metales, su fama inundo todo el mediterráneo. En estas fechas tenemos el comercio insipiente de griegos y fenicios.
En el 1100 a C. los fenicios fundan Cádiz con el único pretexto de establecer comercio con los fenicios, a partir de entonces la cultura tartesia se empezó a orientalizar.
La cultura tartesia se relaciona muy a menudo con lo que se sabe – o no se sabe– de las colonias fenicias. En estas circunstancias, la imagen de Tartessos en su apogeo se ha tipificado de manera muy sencilla: mediante un aspecto oriental de origen fenicio.
El yacimiento del Castillo o Torre de Doña Blanca, situado en la orilla Oeste de la Bahía de Cádiz (en el término municipal de El Puerto de Santa María), corresponde a los restos de un gran asentamiento, ocupado aproximadamente desde los inicios del s. VIII hasta los finales del s. III a. C. El yacimiento ha proporcionado un buen número de hallazgos epigráficos, en su mayor parte grafitos sobre cerámica característicamente fenicios. Son especialmente relevantes los procedentes de los primeros niveles de ocupación, pues se encuentran entre los más antiguos testimonios escritos peninsulares hasta hoy conocidos.
El cambio radical entre los periodos prefenicio y posfenicio de Tartessos se produce en el campo de la cerámica. Aparte de uso generalizado del torno de alfarero para producir cuencos de superficie muy bruñida, las vasijas que reflejan el ajuste a una fase diferente son los recipientes de gran capacidad con decoración pintada. Se piensa que estas jarras contenían vino, o quizás aceite de oliva. Los fenicios trocarían estos productos por el grano o las menas de metal de los aborígenes. Una mena es un mineral del que se puede extraer un elemento, un metal generalmente, por contenerlo en cantidad suficiente para ser aprovechado. Así, se dice que un mineral es mena de un metal cuando mediante minería es posible extraer ese mineral de un yacimiento y luego mediante metalurgia obtener el metal de ese mineral.
Las comunidades del Bronce Final en la región de Tartessos eran consumidoras productoras de cerámica bruñida de gran calidad. Esta cerámica unifica a las primeras comunidades tartesias y da a entender que existían niveles de vida parecidos. Los logros de estas primeras cerámicas “tartesias” revelan la existencia de comunidades que poseían una gran habilidad pero seguían viéndose limitadas a una economía de subsistencia. Ni siquiera se indica que hubiera individuos ricos en primitiva sociedad de Tartessos. Vivían en chozas redondas construidas con zarzo y adobe y dependían del cultivo de las cosechas y de la ganadería. El concepto de una Tartessos rica parece más aplicable al periodo posfenicio, en el que la sociedad mostraba verdaderas señales de riqueza.
Seguimos ignorando el aspecto detallado que tendría una población tartesia, pero la respuesta urbana al comercio con los fenicios se percibe generalmente en la sustitución de las chozas por casa rectangulares bien proyectadas y de obra de albañilería, y en la mejora de las viviendas del Bronce Final. También parece iniciarse a partir de contacto con los fenicios el amurallado de los núcleos de población.
Los grafitos de Doña Blanca (se han encontrado hasta 80 grafitos con valiosa información), aportan el dato más antiguo de uso de la escritura tartesia, pero no es posible deducir de ello desde cuándo existía esta. La clara diferenciación respecto a la escritura fenicia no implica necesariamente un trecho temporal previo largo, porque la escritura paleohispánica primera, la tartesia, no es un uso específico de la escritura fenicia sino una escritura nueva, aunque basada en esta, por lo que desde el primer momento ha debido ser claramente distinta. Pero lógicamente tampoco excluye una datación alta para el momento de la creación, que, en todo caso, habría de ser probada con otros argumentos. Por otra parte, este hallazgo convierte, al menos teóricamente, al Castillo de Doña Blanca en un lugar probable de nacimiento de la escritura indígena, como ya lo era, y sigue siéndolo, Onuba (Huelva).
Gracias por sus amables palabras
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Hi nicce reading your blog
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