En el Ventorrillo de los enamorados, frontera entre Vélez Málaga y Arenas, probé un ungüento preparado por Ricardo, que tras aplicarlo en ciertas zonas del cuerpo como son en el interior de las muñecas o en la parte posterior de las rodillas y en las axilas, sentí un entumecimiento paulatino a lo largo de mi, en primer lugar en los brazos y dedos, finalmente en todo mi organismo, quedándome rígido en la cama bajo el mosquitero que colgaba de lo alto del techo de mi habitación.
La primera fase del “viaje” que produjo el ungüento, estuvo marcada por la perdida de la visión, y a pesar de que a lo largo de todo ese tiempo, visualmente estaba ciego, nunca perdí la conciencia. Esta “fase oscura” se veía acompañada por una sensación de movimiento físico, aunque en realidad estuviera estirado sobre la cama. Sentía como me desplazaba hacía arriba y hacía abajo. En ocasiones daba la sensación de estar volando. No veía en que dirección iba, pero tenía la sensación del movimiento. Podía sentir los objetos que me rodeaban. Sabía que estaban allí aunque no los veía. Luego entré en una segunda fase denominada “fase túnel”. Es la misma vista por mucha gente que sufre experiencias de casi-muerte, experimentando primero como penetrando en un túnel para luego desplazarse hasta una luz que ven en su extremo.
En tercer lugar otra fase sería la “fase paradoja” en la que se acuerda uno de sí mismo y empieza a tener uno un cierto control sobre el “viaje”, produciendo visiones a voluntad. Las veía de modo semejante a como vemos las cosas que nos rodean. En esta fase había algo equivocado; algo que faltaba. Pronto penetré en la cuarta fase; ésta se presentó como un mundo distinto y se la puede llamar “transensorial”, y es la más difícil de describir debido a que trasciende tanto el espacio como el tiempo. Por ejemplo, era capaz de ver en distintas direcciones, arriba, abajo, izquierda, derecha, a la vez. Pero no era un estado visionario. Podía sentir los colores, o incluso oler una visión, tal vez oír un color o ver un olor.
Luego vino una quinta fase, la de “universos paralelos” en donde el espacio-tiempo y la casualidad fueron las estructuras que dieron orden a esta realidad. El mundo que sentí fue en ocasiones temporal y en otra espacial. Era simplemente diferente, pero de un modo peculiar que es difícil de describir.