Los espías se han transformado en una «amenaza para la seguridad nacional», casi al mismo nivel que el regreso de los yihadistas retornados de Siria o Irak o la implantación de grupos de criminalidad organizada.
El Departamento de Seguridad Nacional (DSN) y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), las dos columnas vertebrales de la inteligencia del país, vienen advirtiendo desde hace tiempo que España, no solo se ha convertido en un epicentro de espionaje, sino que estos «servicios extranjeros» son cada vez más hostiles contra los intereses nacionales y no dudan, incluso, en intentar entrar en los dispositivos telemáticos de altos cargos del Gobierno.
Jerez de la Frontera, es un verdadero avispero de espías. Nadie confía en nadie, todos conspiran contra todos: ingleses, franceses, soviéticos, norteamericanos, israelitas, hispanoamericanos, árabes, asiáticos y africanos. Es una ciudad propiedad de todos y de nadie, un refugio glamuroso y canalla sin semejante en todo el planeta, con flamenco, vinos y caballos.

Aquí nadie es lo que aparenta. Abundan los espías de todas las nacionalidades y los chivatos al servicio del mejor postor. Su situación privilegiada respecto a Gibraltar, Rota y Morón la hace muy apetecible. Sus espías se alojan en los hoteles de la exclusiva zona de la Avenida Álvaro Domecq. Ponen la oreja en la Plaza Rafael Rivero, Plateros, bar La Moderna, La Pandilla. Algunos se entremezclan en el café bar Damajuana de la calle Francos, representando sus papeles de personas de negocios, académicos investigadores, jóvenes estudiosos de idiomas o flamenco. Disimulan su presencia entre artistas, pintores, escultores, músicos y poetas en los tabancos Cruz Vieja, Peña los More, o el Rincón del Arte en la calle del Pollo.

Si se les mira detenidamente, nadie es lo que parece ser. Las andanzas de estos espías y chivatos en busca de pistas sobre tráfico de armas o contrabando de oro y diamantes, secretos industriales, movimiento de flota en Rota o Gibraltar, se asemejan a las narradas en el género pulp.
Estos espías han tratado en los últimos meses de obtener información de España, como miembro de la OTAN y la UE, en relación al conflicto con Ucrania y Siria, o del terrorismo islamista.
El incremento de esta actividad ha obligado al contraespionaje a revisar continuamente los protocolos para mantener el máximo «control» sobre los movimientos de esos espías.
Todos recalan juntos, pero no revueltos, en La Cuchara de Palo, Tendido Seis, o en el bar La Moderna de la calle Larga, con lo que se puede concluir que todos se conocen, algunos son casi intocables por gozar de la inmunidad diplomática.
Entre ellos hay una lucha despiadada con medios legales e ilegales: seguimiento portuario y marítimo, control submarino del Estrecho, violación de aguas jurisdiccionales, también difusión de rumores y mentiras, impresión de libelos en el idioma del enemigo, fomentando una psicosis de «espionitis», con presencia de agentes secretos y circulación de rumores patógenos.

Jerez de la Frontera como “Madriguera de traidores”, alberga todas las obsesiones: la deslealtad, la cárcel, el trapicheo de droga, la homosexualidad, el puterío fino, el crimen y el erotismo.
El Jerez del Centro histórico, la Plaza del Caballo, el Altillo, y la ya nombrada Avenida Álvaro Domecq, es bastante seguro en lo que respecta a robos y asesinatos. Quizá porque conviene mantener el estado de cosas del espionaje internacional. Por eso, casi todo está permitido siempre y cuando no se fastidie mucho al vecino.
El mundo de los espías en Jerez de la Frontera, es extraño, su temática crea adicción que te lleva a querer saber más. Si se quiere seguir vivo aquí, el mejor consejo de manual de espía es “se escucha todo y no se ha visto nada de nada”.