En este dulce y encantador festín
Donde reina la inocencia,
Cada masón, con la copa en la mano,
Bendice la inteligencia.
La masonería contemporánea no es una secta cerrada que se rodea del mayor misterio. Es una asociación legalmente registrada. Ninguna obediencia masónica desea ser una contra-Iglesia y la Orden no tiene voluntad ni posibilidad de convertirse en un contra gobierno.
La masonería no nació en 1717. En esa fecha, cierta concepción de la orden iniciática de los constructores murió y una asociación profundamente renovada, según unos, o transformada, según otros, adoptó el nombre de «francmasonería».
Entre la masonería antigua y la masonería moderna existe un punto común fundamental: el símbolo.
La masonería primitiva ofrecía a sus miembros, sobre todo, una concepción sagrada del trabajo y una experimentación permanente de la espiritualidad por medio de la inteligencia y de la mano.
Los maestros de obra de la Edad Media eran, primero, «especulativos» cuando creaban el plan abstracto de las catedrales futuras; eran luego «operativos» que modelaban la materia para extraer de ella la belleza oculta.
Los intelectuales sustituyeron a los artesanos; ya en el siglo XVII, los talleres dejan entrar en sus filas a masones llamados «aceptados», es decir, hombres que no practican un oficio artesanal. Por eso se designa la antigua comunidad con el nombre de «masonería operativa» y la nueva comunidad con el de «masonería especulativa».
La antigua masonería formaba, por consiguiente, iniciados «operativos» y «especulativos» a la vez, que unían la mano y el espíritu.
La francmasonería moderna cuya partida de nacimiento oficial está fechada en 1717 es una institución sensiblemente distinta de la masonería antigua cuyo arte de construir el templo y el hombre era el criterio esencial. En el siglo XVI, secreto, fraternidad y tolerancia son aún los rasgos sobresalientes de la cofradía que profundiza en la práctica tanto de las ciencias herméticas como de la astrología y la alquimia. Con la entrada masiva de aristócratas, humanistas y racionalistas, la Orden cambia de rostro.
Nadie puede negar el gran éxito masónico de los años 1788-1789, la creación de la Constitución americana. El masón Georges Washington, iniciado en 1752, se convierte en presidente de los Estados Unidos de América el 30 de abril de 1789 y nunca olvidará su deuda con los hermanos franceses.
Si quisiéramos trazar del modo más objetivo posible el perfil de un masón del Gran Oriente en Jerez de la Frontera, diríamos que se interesa ante todo por los problemas principales de nuestro tiempo, en sus formas sociales y políticas.
El gran secreto de la masonería, que no puede ser traicionado por nadie en Jerez, es el del significado profundo de sus símbolos.
Esta caja misteriosa, donde se ocultan los secretos de la masonería, es el propio hombre. No el hombre profano sino el iniciado que escapa de la inmovilidad de la muerte. La mitología masónica es pues, una enseñanza simbólica y no una rigurosa construcción histórica.
Quien desee entrar en la Orden masónica en Jerez de la Frontera debe escribir una carta a un responsable que forme parte de la asociación hacia la que se siente más atraído.
Registrada la petición, tres masones son designados por el Venerable de la logia que, eventualmente, acogerá al postulante; tras discusiones referentes a los más variados temas, los tres «investigadores» hacen un informe positivo o negativo a los demás masones de su logia. El candidato es entonces convocado ante la asamblea al completo que le hace nuevas preguntas. Se procede luego a una votación para admitir o no al candidato. Si la decisión es favorable, el profano es iniciado durante una ceremonia solemne.