Los animales distinguen entre el bien y el mal. Generalmente negamos que tengan ellos alma. Podemos comprobar que sienten amor y odio, son solidarios, e inteligentes, e incluso manifiestan cierta trascendencia.
Parece totalmente increíble que puedan aparecer fantasmas de animales fallecidos, en cambio aceptamos las manifestaciones de personas muertas. En el fondo es una cuestión meramente cultural y religiosa.
Su característica y fenomenología es igual a la de personas que han podido contemplar familiares difuntos, la misma forma de presentarse e idéntica manera de desaparecer.
Se exhiben los animales de compañía en el momento de presentarse con su mejor aspecto que tenían en vida, aunque al final hayan estado muy deteriorados. Se les ve en plena plenitud.
Hay quien afirma que son capaces de comunicarse con sus dueños. Su mensaje telepático básicamente es “te estoy cuidando, te espero, estoy bien”.
A igual que con los seres humanos, los que se dejan ver son animales con los que se ha tenido una gran afinidad, una relación muy especial.
Son fenómenos extraños que indican que siguen presentes.
En Jerez de la Frontera hay un callejón llamado San José, en la parte antigua de la ciudad, con una más que curiosa historia poco conocida y menos aún tratada entre los vecinos, que da pie a hablar de las apariciones de animales de compañía como son los perros. Ahí, en algunos trayectos de la calle, se escuchan ladridos, sin verse ningún perro aparentemente, aunque hay personas que aseguran haberse topado con él. Son individuos que no se conocen entre sí, que no tienen ningún vínculo con este tipo de temática y relatan las mismas características del encuentro con el perro muy claras: “a medida que se van acercando se va desvaneciendo”. “Se esfuma como si se apagara un televisor de los antiguos”.
Primero habría que debatir la primera afirmación que hace nada más empezar. De una premisa dudosa, la existencia del bien y el mal (que también podemos considerar como «En el fondo es una cuestión meramente cultural y religiosa»), incita al lector a aceptar una serie de afirmaciones llevándolo al terreno de la manipulación. Las otras afirmaciones, la bondad de los animales, si tienen alma o si existen los aparecidos y los motivos de esas apariciones, entran en el mismo saco de: «En el fondo es una cuestión meramente cultural y religiosa.»
Segundo, llevo todo mi vida, desde los 4 años, viviendo en esa calle, y nunca he visto ningún perro fantasmas, ni he oído ladridos inexplicables, ni ninguno de los apenas 20 vecinos que quedamos en la calle ha comentado nunca nada de lo que usted afirma.
Tercero, si de verdad hubiera un perro fantasma que con su ladridos hiciera perturbar a las personas que por allí pasan, que mal trabajo esta haciendo el pobre can. Por que hijo, ya que esta condenado a permanecer allí por la eternidad, que por lo menos su presencia sirviera de algo y espantara a todo los sinvergüenzas de vejiga pequeña que la mayoría de las noches de la semana son clientes de un conocido bar de la calle adyacente y que en lugar de usar alguno de los 5 aseos, dos para cada sexo y uno mixto adaptado, de los que dispone el local, se dedican a hacer vaciar sus aguas menores, y hasta algunos/as sus mayores, sobre las paredes del callejón. Aunque claro, lo mismo es que esos pobres viandantes que confunde la calle con un aseo publico, lo que pasa que al oír los ladridos o incluso hasta ver al cánido en pena, se mean, y hasta vuelvo a recordar que se cagan, de miedo, por lo tanto «jodia» la gracia que hace el perrito.
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