Si eres un turista desangelado, de esos de ir corriendo de un lado para otro disparando la cámara a lo loco, ni se te ocurra viajar a Jerez de la Frontera. Jerez es para sentirlo y bebérselo con devoción y tiempo.
Si tan solo eres ese turista de fotos y parche, ve a otra parte. Jerez es un destino que se te queda clavado en la mente, fijado en el corazón, e impregnado en el cuerpo.
Cada una de sus edificaciones religiosas son sensaciones especiales, experiencias distintas, sabiduría de ángulos y escuadra guardada en piedra, dirigida a todo aquel que sea capaz de atreverse a acercarse a ellas en su momento justo, bien dispuesto y preparado, a corazón libre, abierto en canal, en carne viva.
El Jerez oculto de sus templos, es una prueba que vale la pena ser vivida para superarla. Por ejemplo: la iglesia de Santiago el Real y de Refugio (siglo XV), en su barrio recio y muy gitano. Está levantada ella sobre una ermita fuera de la antigua muralla, en un lugar sagrado muy poderoso del que queda mucho por estudiar, revelar y hacer público. Guarda la iglesia jerezana de Santiago, secretos que no se deben manifestar todavía.
Jerez de la Frontera tiene gracia y un ángel muy particular. También demonios emocionales, hay que tomárselo despacio, a plazos, en cómodas letras de 30, 60 o 90 existencias. Y aún nos quedará mucho Jerez por descubrir, aprender y disfrutar.
No vengas a Jerez, si lo vas a desaprovechar.