Abundan los asesinos del recuerdo, es la postura de los revisionistas y negacionistas.
¿Es siempre necesario pedir verdad y justicia? Sí, excepto que eso afecte a la paz y a la convivencia en democracia.
El peso del rencor y de la venganza, suelen ser más potentes que el deseo de reconciliación. Salvo que se quiera caer en la corrección política hay que hablar de los riesgos del uso del recuerdo como imperativo moral. Saber que España es después de Camboya el país con más muertos en las cunetas debería hacernos pensar.
La memoria no tiene que ser necesariamente un acto de justicia ni un deber moral. La vida se resume en una lucha entre memoria y olvido. Miles de fusilados siguen en las cunetas sin que una democracia a la que no supo ponerle nombre no ha tenido aún la decencia de enterrar como Dios manda.
Extender el concepto de víctima, significa extender el concepto de verdugo. Una sociedad donde ya no es el individuo el responsable de crímenes, sino el individuo y su entorno, es una sociedad inquisitorial que ya no sabe muy bien resolver quién cometió el crimen.
Podemos encontrarnos exceso del recuerdo con efectos nefastos del uso de la memoria como arma de guerra, repleta de sistemas reaccionarios que pretenden actuar a menudo sobre un pasado que no existe.
El abuso de memoria puede detener el avance de las naciones. En España la memoria histórica ha tenido como objeto una reparación moral.
FUENTE: Mercedes Gallizo, David Rieff, Borja Hermoso, Julio Llamazares.
Foto: Antonio Lobo